miércoles, 24 de febrero de 2010

Al lado del Ejército. Tranquilidad en Santiago. Operaciones complementarias.

"Quiero hacer constar, que durante las horas que permanecieron acuarteladas las fuerzas, no recibí del elemento civil más apoyo, que el que me hizo D. Felipe Gil Casares que, personalmente, se me ofreció con treinta individuos de la J. A. P., quienes el mismo día se incorporaron a prestar servicio, y fueron la base de las milicias ciudadanas santiaguesas que tan grandes servicios prestaron en días sucesivos. Por ello, mi profundo agradecimiento al Sr. Gil Casares y a los entusiastas miembros de la J. A. P."

Son palabras del Comandante Sr. Bermúdez de Castro, que transcribimos íntegramente como tributo a los valientes de la J. A. P. cuya actuación noble, desinteresada y eficaz, conocemos y admiramos.

Sin embargo, hemos de advertir antes de cerrar este capítulo, que, al lado del Ejército -y aparte de esa mayoría inmensa de simples simpatizantes que éste tenía en Santiago- había en la ciudad, un grupo organizado, de elementos activos, dispuestos desde el primer momento a sacrificar con toda su fortuna, su propia vida si necesario fuera, por el triunfo de un movimiento regenerador de la Patria.

Estos elementos, procedentes de diversas ideologías políticas, (J. A. P., Falange, Tradicionalistas y Renovación) comenzaron sus trabajos de organización poco después de las elecciones de febrero, y con motivo de una carta de Pérez Laborda, dirigida al Presidente de la J. A. P. de Santiago D. Nicandro Pérez.

En ella se anunciaba, sin determinar fecha, la proximidad de acontecimientos graves en España, y se incluía el consejo (mandato para los japistas) de que se pusieran de acuerdo y se unieran con Falange, Requetés y Renovación, tratando de buscar contacto con las fuerzas del Ejército.

Nicandro Pérez, cambia impresiones con personas destacadas en el campo derechista, como los hermanos Harguindey (Jacobo y Salvador), Juan Harguindey y Harguindey y otros, plasmando las deliberaciones de la primera entrevista en el acuerdo de buscar una cabeza que llevase la dirección de los que denominaremos "Grupo antirrevolucionario".

¡No era cosa fácil! Fracasadas las dos primeras intentonas por negativa de las personas a quienes se hiciera el ofrecimiento, siguieron no obstante los trabajos de reclutamiento de fuerzas, largos porque tenían que hacerse con toda la prudencia que las circunstancias exigían, y pesados e ingratos porque no faltaba (aún entre los que se creían incondicionales únicos de quienes se solicitaba el compromiso) alguno que hiciese preguntas tan ingenuas como esta: -Y... ¿Quién me garantiza a mí el éxito? ¡Qué prudentes son algunos señores!

Con todo, asumida ya la responsabilidad de jefe civil del grupo por D. Juan Harguindey y Harguindey, se pudo llegar al centenar casi de comprometidos que, divididos en secciones de siete a ocho individuos, se repartieron las calles de la ciudad bajo la dirección de un jefe de sección.

Este grupo antirrevolucionario, estaba en contacto con dos oficiales de Artillería: D. Ángel Gutiérrez Cabezas y D. Miguel Ángel Quesada, que era el que llevaba la dirección militar de la organización, y el que había de ponerse al frente de los comprometidos en el caso en que éstos tuviesen que actuar.

Llegado el momento, como la guarnición de la plaza, aunque reducida en número, estaba animada de un espíritu capaz de acometer por sí sola las más arduas empresas, no se juzgó necesaria la actuación inmediata de estas otras fuerzas ciudadanas, que estuvieron no obstante preparadas desde las doce de la mañana del lunes 20, con objeto de acudir al primer llamamiento del Teniente Quesada.

Ocupada la población y arrabales, y una vez asegurados los servicios y aprovisionamientos, se procedió a restablecer las comunicaciones con los pueblos y resto de las capitales de Galicia, para lo cual era necesario dominar y someter algunos focos rebeldes que existían en diversas localidades como Noya, Padrón, Boiro, Puebla, Santa Eugenia, Son, Muros, Arzúa, Órdenes, etc., etc.

Estos pueblos, de los que trataremos separadamente, fueron ocupados con tal prontitud, actividad y decisión que, el día 26 de julio, estaba ya restablecido el orden en todos y cada uno de ellos, normalizadas las comunicaciones con Coruña, Orense, Pontevedra y Lugo, y completamente sometidos los cuatro mil kilómetros del distrito militar de Santiago.

Los revolucionarios de Santiago no volvieron a dar señales de vida desde el momento mismo en que salieron las fuerzas del Ejército.

Algún hecho aislados como la retirada de la estación del Ferrocarril (llevada a cabo el día 21 por dos escopeteros) de 1.500 cápsulas para pistola que venían consignadas para la Armería de Ríos por la "Unión Española de Explosivos de Madrid"; el ataque en la estación de Osebe el día 22, a un tren que de Pontevedra venía con dirección a Santiago, con tiroteo entre la pareja de escolta y la partida revolucionaria que dejó un muerto y cuatro detenidos, y otras cosas de menor importancia.

Sin embargo, la patrulla de Artillería a caballo, hace constante servicio de vigilancia por las afueras de la población, llegando en sus reconocimientos hasta el Milladoiro, Ángeles, Rojos, Santa Lucía, San Marcos, Figueiras, La Barcia, Negreira y otros pueblos, persistiendo en estos servicios que prestan mañana y tarde, hasta el día 9 de agosto en que se juzgaron ya innecesarios.

Además, casi diariamente, los bravos e incansables artilleros del 16 Ligero recorren en grupo motorizado, los pueblos principales en que su presencia era necesaria; así, el 25 de julio encontramos una sección de Artillería en Órdenes; el 31 de julio al Teniente Vizoso haciendo con un sargento, un cabo y cinco artilleros, el recorrido de Santiago a Puente Carreira, Arca, Pino, Arzúa y Santiago; el 2 de agosto, al mismo Teniente con dos sargentos, un cabo y catorce soldados, haciendo el viaje de Santiago, Arzúa, Mellid, la Golada, Lalín y Santiago; el 16 de agosto al Teniente D. Luis Portela recorriendo los Ayuntamientos de Trazo, Mellid, Sobrado de los Monjes, Curtis y Vilasantar; el 7 de agosto vemos a los Tenientes Quesada y Carlos Paz con 25 hombres en Vedra, en servicio de patrulla; el 8 de agosto los encontramos en Calo y carreteras de Padrón, Puentevea y Teo; y así vemos siempre a estos bravos soldados de España, trabajando incansablemente con entusiasmo creciente y siempre la sonrisa en los labios.

De intento habíamos omitido en el anterior relato de servicios prestados por las fuerzas de Artillería de Santiago, aquellos que se refieren a las columnas que al mando del Teniente Espinar primero y del Capitán Saavedra después, han operado en Noya y su sector (Son, Boiro, Lousame, Pueblas y Riveira) porque pensábamos estudiarlos separadamente. Sin embargo, aunque poseemos datos curiosísimos y fidedignos de la brillante marcha de estas columnas, en obsequio a la brevedad y porque muchos de ellos irán saliendo al hacer la historia del Movimiento en cada uno de los pueblos citados, hemos decidido dar por terminado aquí el relato del Movimiento en Santiago de Compostela, con la exclamación que necesariamente ha de brotar de todo pecho agradecido: ¡¡Por el 16 Ligero... ¡Gloria al Apóstol Santiago!!

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

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