domingo, 28 de febrero de 2010

Padrón: Comité del Frente Popular, asaltos, detenciones e incautación de dinamita

En el Ayuntamiento de Padrón, hubo también malos españoles que han contribuido a la sublevación marxista en España, dando a ella sus simpatías, cooperación y ayuda.

No importa que los hechos no hayan revestido aquí aquella forma inhumana y sangrienta que presentan en otras partes, ellos, los dirigentes del F. P. en Padrón, han puesto de su parte todo lo posible, para abrir el camino a las mayores licencias y hacer viables los crímenes mayores.

Conocido el levantamiento en África, se apresuran a nombrar un Comité revolucionario, llamado "Comité del Frente Popular", integrado por: Francisco Castaño Otero, Andrés Rey Baltar, Antoliano Correa, José Millares Gil, Jaime Caamaño, Ramón Piñeiro Romero (que actuaba como alcalde), Daniel Caamaño Eiras, Andrés García de la Riva y José Calvo (a) "Gordiño", en los cuales estaban representados los diversos partidos de izquierda.

Una de las primeras medidas de este Comité, fue ordenar la ocupación de la central Telefónica, y organizar partidas armadas que evitasen el orden, y guardasen las espaldas a los señores del Comité; dedican los días 18 y 19 a la requisa de armas que efectúan tanto entre particulares como en casas de venta (1), y proceden el día 20 al asalto de la casa de D. Benito Rodríguez López.

Ante la citada casa-vivienda, se presenta este día un grupo como de 50 a 60 hombres, provistos todos ellos de escopetas y armas cortas.

Del grupo se destacan unos cuantos (mientras los otros se sitúan en puntos estratégicos desde los cuales puedan dominar la casa) y acercándose a la puerta, intiman, en forma violenta, al dueño del inmueble, la entrega de todas las armas que tuviese en su poder. Se niega éste a la pretensión de los visitantes, y ellos entonces, sin nueva intimación, comienzan a lanzar contra la casa una verdadera granizada de balas, que obligan al Sr. Rodríguez López y familiares a buscar refugio en el interior.

El asedio se prolongaba; el número de atacantes crecía cada vez más, a medida que aumentaban también las amenazas que llegaban de afuera; dentro, lloraban las mujeres; y, los hombres, decidieron al fin entregar las armas, mediante promesa de respetar los asaltantes a todos los moradores de la vivienda.

No fue así sin embargo. Apenas se abrió la puerta, aquellos se abalanzaron sobre éstos, y detuvieron al Sr. Rodríguez, a un sobrino suyo D. Ramón Arijón Rodríguez, y al Teniente del Cuerpo de Inválidos D. David Montenegro y González, que disfrutaba en Padrón una licencia de 40 días, y era huésped de D. Benito en aquellos momentos.

Fuera ya de la casa los detenidos, tres (2) de los más significados en la partida del "Ministro" Vicente Fuentes -que era el Capitán de los asaltantes- dispararon sobre el sobrino del señor Rodríguez que a pesar de haber sido alcanzado por dos de los disparos, pudo huir, y escapar a la furia de sus perseguidores.

Las masas concentran entonces sus iras en los otros dos prisioneros, Sres. Rodríguez y Montenegro, y los conducen a la cárcel de Padrón, no sin haberles hecho objeto, en el trayecto, de toda clase de insultos, befas, maltratos y golpes.

Como había gente en abundancia -pues aparte de los indígenas, habían bajado de Santiago de 40 a 50 hombres, y de Boiro había llegado un camión cargado de escopeteros de aquel pueblo y Lousame- mientras unos conducían a Padrón a los detenidos y perseguían otros a Arijón Rodríguez, entraban los demás en la casa del Sr. Rodríguez López, destrozando por completo el mobiliario, y robando todo lo que era posible transportar individualmente: 600 pesetas; un reloj de oro; un rosario de oro; tres cadenas y una medalla de oro con orla de diamantes; una imagen de la Purísima; una sortija de oro con tres brillantes engarzados en platino, y otros muchos enseres en vajilla, mantelería, prendas de vestir, etc. etc. De la finca, se llevaron también, conejos, gallinas, palomas, maíz, trigo, salvados y otros cereales; un auto marca "Fiat" completamente nuevo, y otras cosas; pudiendo valuarse los desperfectos causados, en unas treinta mil pesetas.

La ciudad de Santiago, de donde los revolucionarios de Padrón recibían orientaciones, estaba ya completamente sometida al Ejército, y ellos, los de Padrón, galleaban todavía y se consideraban dueños de la situación. Prueba de esto es, el asalto llevado a cabo por uno de los grupos armados de la Villa, a la estación del ferrocarril en la tarde del día 22 de julio. Los asaltantes lograron apoderarse de un vagón de dinamita, que trasladaron al Ayuntamiento para, de allí, ser distribuida y mandada a diversos pueblos del Municipio.

¡No iban a poder utilizarla! Pronto fuerzas del Ejército han de ser aclamadas y vitoreadas, desde aquellas mismas ventanas y balcones que los pacíficos moradores de Padrón tuvieron herméticamente cerrados, como en señal de luto, durante los días de la pesadilla revolucionaria.

(1) De la tienda "Hijos de Francisco García", llevaron escopetas, pólvora, cápsulas para pistola y revólver, cartuchos de escopeta, linternas eléctricas, detonadores y mecha en abundancia.

(2) Eran estos: "El Dios", del lugar de Extramundi; Rogelio Riveiro (a) "Necho"; y el "Rosquete" de Pazos.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

sábado, 27 de febrero de 2010

Vedra: dinamita y otros estorbos

La dinamita de que podía disponer Juan Gaiteiro, no se agotó, ni con mucho, en la fabricación de los petardos arrojados contra la casa de D. Casimiro Torre. ¡Sobraba dinamita! Sobraba dinamita; pero... lo que antes había sido precioso artículo de negocio y fue luego valioso pertrecho de guerra, fracasado el movimiento comunista en Galicia, se convirtió en estorbo peligroso que era necesario hacer desaparecer.

Laureano Amboaje vecino de Vedra y al servicio de Juan Gaiteiro, parece que fue el encargado de ello, enterrando el día 21 en una finca propiedad de Manuel Santos, veintidós paquetes de dinamita con un peso aproximado de 55 kilogramos, y cuatro cajas de detonadores.

No era la dinamita el único capítulo de acusación contra el Teniente alcalde del Ayuntamiento de Vedra: había además en su casa otros objetos que, por comprometedores, estorbaban también, y que había que ocultar a la vista de posibles registros policíacos. Por eso, ocho o diez días después de enterrada la dinamita, vuelve a entrar en acción el Amboaje que, ayudado esta vez por la mujer de Gaiteiro, llenó dos sacos con cartuchos de escopeta, un sello de Izquierda Republicana y una corbata roja, y ordenó a otros empleados de la casa, los llevasen a un molino propiedad del Gaiteiro, y los ocultasen allí convenientemente.

Ninguna otra cosa ha ocurrido en la zona, que pueda considerarse como opuesta al movimiento nacional. Antes bien, fue esta comarca con todo el valle del Ulla, de las primeras y más entusiastas en acudir a la Causa Nacional, con sus hombres primero, y sus donativos después.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

viernes, 26 de febrero de 2010

Registros y requisa de Armas. Asaltos en Vedra.

La zona de Vedra tan próxima a Santiago, era natural que no quedase olvidada por los dirigentes de la capital, en el reparto de pueblos limítrofes a los ejecutores de los planes del Comité.

Vedra (Ayuntamiento), se le encomendó a Ricardo Vázquez Gómez, natural de Marrozos y con residencia en Sergude, guardia nocturno de las obras del ferrocarril Coruña a Zamora en el trozo comprendido entre la Susana y Santiago. Este sujeto fue autorizado por el alcalde de Santiago para que requisase un auto "Castromil" y, al frente de diez individuos -entre los que iban José Montero, vecino de la Susana, Jesús Rodríguez de Santa Baya de Oza, Américo Correa que trabajaba en las obras del ferrocarril en Vedra, Ricardo Fernández, los hermanos Barros vecinos de la Susana y otros- procediese a la incautación de armas en el distrito de Vedra, y registrase, con este objeto, los domicilios de Sinde de Ramil, Sinde del Veintiseis, veterinario de la Picota (Lestedo), farmacéutico de Puente-Ulla, cura del mismo pueblo, el de un capataz de la vía-férrea, y otros que no mencionamos porque no llegaron a ser visitados.

En cumplimiento de estas órdenes, trasladóse la patrulla capitaneada por el Ricardo Vázquez, primero a Lestedo, de donde se llevaron una escopeta de dos cañones de la casa de Sinde de Ramil, y un revólver de casa de Sinde del Veintiseis; visitaron a continuación la casa de D. Domingo García en la que no encontraron arma alguna, y bajaron luego a Puente-Ulla, para llevarse sólo cinco balas de pistola de casa del Cura, en cuyo domicilio entraron violentamente echando abajo las puertas. En la farmacia de Puente-Ulla nada pudieron coger; pero, más afortunados en la casa del Capataz, se llevaron una pistola, que, en unión de otras armas, fue entregada al regreso de los expedicionarios, en el Ayuntamiento de Santiago.

El día 19, mientras la patrulla de Ricardo Vázquez recorría, en viaje de requisa, las parroquias de Lestedo, Vilanova, Santa Cruz y Puente-Ulla -así como más tarde las de San Julián y San Félix de Sales de donde se llevaron también dos o tres armas- otro grupo de veinte escopeteros (1), dirigidos por un hijo y un yerno de Pasín, se destacaba a la parroquia de Vedra, y penetraba en el domicilio de D. José Torre que les entregó las armas.

Al día siguiente, 20 de julio, ante la casa de D. Casimiro Torre, se paraba un camión del que descendieron escopeteros en número considerable, que exigieron y obtuvieron de los moradores de la casa, todas las armas que estos tenían para su defensa.

En la noche de este mismo día, otra partida formada por Juan Gaiteiro Puga, Amboaje y otros, se presentó a las doce de la noche en la casa de Marzán habitada por D. Lino Torre, y, diciendo que eran Guardias de Asalto, penetraron en ella registrándola con toda escrupulosidad.

De allí, como el registro había sido infructuoso, se dirigieron contra la casa que en el lugar de Pousada tienen los señores de Torre que, avisados momentos antes confidencialmente, habían huido. La casa estaba sola, y fue ésta la que aguantó las iras de los asaltantes que, después de intentar sin conseguirlo, forzar las puertas, hicieron una descarga contra las ventanas y arrojaron dos bombas al patio central de la vivienda.

(1) Figuraban en este grupo: José Antúnez Barros, vecino de Vedra y Julián Albor Souto, de Lestedo.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

jueves, 25 de febrero de 2010

Vedra: estado social

Comarca completamente pacífica, de gente trabajadora, alejada casi en absoluto de las luchas sindicales, apenas si recibió las caricias de la fiera revolucionaria. Algún que otro hecho aislado, fácilmente explicable, si se tiene en cuenta que las circunstancias amparaban la satisfacción de venganzas personales.

Revolucionarios verdad, había muy pocos en este distrito, sin que esto quiera decir, que no abundasen los cucólogos que verían con gusto el triunfo de la revolución, siempre y cuando a ellos no les costase el menor sacrificio. Esta población, que pudiéramos llamar de simpatizantes negativos de la revolución, aumentó considerablemente a partir de la iniciación de las obras del Ferrocarril en los trozos comprendidos dentro de la comarca. Los obreros importados de la capital, trajeron a los del campo las disolventes doctrinas de sus sociedades, con un importante bagaje de odios y de rencores que, si no habían cristalizado del todo aún, crearan sí, una atmósfera de mal contenida rebeldía, que esperaba solo madurar, para ofrecer a los naturales el amargo fruto de irreparables daños.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Al lado del Ejército. Tranquilidad en Santiago. Operaciones complementarias.

"Quiero hacer constar, que durante las horas que permanecieron acuarteladas las fuerzas, no recibí del elemento civil más apoyo, que el que me hizo D. Felipe Gil Casares que, personalmente, se me ofreció con treinta individuos de la J. A. P., quienes el mismo día se incorporaron a prestar servicio, y fueron la base de las milicias ciudadanas santiaguesas que tan grandes servicios prestaron en días sucesivos. Por ello, mi profundo agradecimiento al Sr. Gil Casares y a los entusiastas miembros de la J. A. P."

Son palabras del Comandante Sr. Bermúdez de Castro, que transcribimos íntegramente como tributo a los valientes de la J. A. P. cuya actuación noble, desinteresada y eficaz, conocemos y admiramos.

Sin embargo, hemos de advertir antes de cerrar este capítulo, que, al lado del Ejército -y aparte de esa mayoría inmensa de simples simpatizantes que éste tenía en Santiago- había en la ciudad, un grupo organizado, de elementos activos, dispuestos desde el primer momento a sacrificar con toda su fortuna, su propia vida si necesario fuera, por el triunfo de un movimiento regenerador de la Patria.

Estos elementos, procedentes de diversas ideologías políticas, (J. A. P., Falange, Tradicionalistas y Renovación) comenzaron sus trabajos de organización poco después de las elecciones de febrero, y con motivo de una carta de Pérez Laborda, dirigida al Presidente de la J. A. P. de Santiago D. Nicandro Pérez.

En ella se anunciaba, sin determinar fecha, la proximidad de acontecimientos graves en España, y se incluía el consejo (mandato para los japistas) de que se pusieran de acuerdo y se unieran con Falange, Requetés y Renovación, tratando de buscar contacto con las fuerzas del Ejército.

Nicandro Pérez, cambia impresiones con personas destacadas en el campo derechista, como los hermanos Harguindey (Jacobo y Salvador), Juan Harguindey y Harguindey y otros, plasmando las deliberaciones de la primera entrevista en el acuerdo de buscar una cabeza que llevase la dirección de los que denominaremos "Grupo antirrevolucionario".

¡No era cosa fácil! Fracasadas las dos primeras intentonas por negativa de las personas a quienes se hiciera el ofrecimiento, siguieron no obstante los trabajos de reclutamiento de fuerzas, largos porque tenían que hacerse con toda la prudencia que las circunstancias exigían, y pesados e ingratos porque no faltaba (aún entre los que se creían incondicionales únicos de quienes se solicitaba el compromiso) alguno que hiciese preguntas tan ingenuas como esta: -Y... ¿Quién me garantiza a mí el éxito? ¡Qué prudentes son algunos señores!

Con todo, asumida ya la responsabilidad de jefe civil del grupo por D. Juan Harguindey y Harguindey, se pudo llegar al centenar casi de comprometidos que, divididos en secciones de siete a ocho individuos, se repartieron las calles de la ciudad bajo la dirección de un jefe de sección.

Este grupo antirrevolucionario, estaba en contacto con dos oficiales de Artillería: D. Ángel Gutiérrez Cabezas y D. Miguel Ángel Quesada, que era el que llevaba la dirección militar de la organización, y el que había de ponerse al frente de los comprometidos en el caso en que éstos tuviesen que actuar.

Llegado el momento, como la guarnición de la plaza, aunque reducida en número, estaba animada de un espíritu capaz de acometer por sí sola las más arduas empresas, no se juzgó necesaria la actuación inmediata de estas otras fuerzas ciudadanas, que estuvieron no obstante preparadas desde las doce de la mañana del lunes 20, con objeto de acudir al primer llamamiento del Teniente Quesada.

Ocupada la población y arrabales, y una vez asegurados los servicios y aprovisionamientos, se procedió a restablecer las comunicaciones con los pueblos y resto de las capitales de Galicia, para lo cual era necesario dominar y someter algunos focos rebeldes que existían en diversas localidades como Noya, Padrón, Boiro, Puebla, Santa Eugenia, Son, Muros, Arzúa, Órdenes, etc., etc.

Estos pueblos, de los que trataremos separadamente, fueron ocupados con tal prontitud, actividad y decisión que, el día 26 de julio, estaba ya restablecido el orden en todos y cada uno de ellos, normalizadas las comunicaciones con Coruña, Orense, Pontevedra y Lugo, y completamente sometidos los cuatro mil kilómetros del distrito militar de Santiago.

Los revolucionarios de Santiago no volvieron a dar señales de vida desde el momento mismo en que salieron las fuerzas del Ejército.

Algún hecho aislados como la retirada de la estación del Ferrocarril (llevada a cabo el día 21 por dos escopeteros) de 1.500 cápsulas para pistola que venían consignadas para la Armería de Ríos por la "Unión Española de Explosivos de Madrid"; el ataque en la estación de Osebe el día 22, a un tren que de Pontevedra venía con dirección a Santiago, con tiroteo entre la pareja de escolta y la partida revolucionaria que dejó un muerto y cuatro detenidos, y otras cosas de menor importancia.

Sin embargo, la patrulla de Artillería a caballo, hace constante servicio de vigilancia por las afueras de la población, llegando en sus reconocimientos hasta el Milladoiro, Ángeles, Rojos, Santa Lucía, San Marcos, Figueiras, La Barcia, Negreira y otros pueblos, persistiendo en estos servicios que prestan mañana y tarde, hasta el día 9 de agosto en que se juzgaron ya innecesarios.

Además, casi diariamente, los bravos e incansables artilleros del 16 Ligero recorren en grupo motorizado, los pueblos principales en que su presencia era necesaria; así, el 25 de julio encontramos una sección de Artillería en Órdenes; el 31 de julio al Teniente Vizoso haciendo con un sargento, un cabo y cinco artilleros, el recorrido de Santiago a Puente Carreira, Arca, Pino, Arzúa y Santiago; el 2 de agosto, al mismo Teniente con dos sargentos, un cabo y catorce soldados, haciendo el viaje de Santiago, Arzúa, Mellid, la Golada, Lalín y Santiago; el 16 de agosto al Teniente D. Luis Portela recorriendo los Ayuntamientos de Trazo, Mellid, Sobrado de los Monjes, Curtis y Vilasantar; el 7 de agosto vemos a los Tenientes Quesada y Carlos Paz con 25 hombres en Vedra, en servicio de patrulla; el 8 de agosto los encontramos en Calo y carreteras de Padrón, Puentevea y Teo; y así vemos siempre a estos bravos soldados de España, trabajando incansablemente con entusiasmo creciente y siempre la sonrisa en los labios.

De intento habíamos omitido en el anterior relato de servicios prestados por las fuerzas de Artillería de Santiago, aquellos que se refieren a las columnas que al mando del Teniente Espinar primero y del Capitán Saavedra después, han operado en Noya y su sector (Son, Boiro, Lousame, Pueblas y Riveira) porque pensábamos estudiarlos separadamente. Sin embargo, aunque poseemos datos curiosísimos y fidedignos de la brillante marcha de estas columnas, en obsequio a la brevedad y porque muchos de ellos irán saliendo al hacer la historia del Movimiento en cada uno de los pueblos citados, hemos decidido dar por terminado aquí el relato del Movimiento en Santiago de Compostela, con la exclamación que necesariamente ha de brotar de todo pecho agradecido: ¡¡Por el 16 Ligero... ¡Gloria al Apóstol Santiago!!

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

martes, 23 de febrero de 2010

Las tropas en la calle. Proclamación del estado de guerra

A las doce de la noche del día 20, ordena el Comandante que 30 hombres de la 4ª batería formen al mando del Capitán Calzada, y otros 30 de la 5ª al mando del Teniente Ledo, llevando cada batería una ametralladora y los mosquetones correspondientes. La 6ª batería mandada por el Capitán Saavedra, con otra ametralladora y 40 hombres, quedaría en el Cuartel para defensa de éste y como reserva.

Sale el mismo Bermúdez de Castro mandando las fuerzas de la 4ª y 5ª que proceden a ocupar los puntos estratégicos de la ciudad y los edificios principales, en combinación con dos secciones de la G. C. que, mandadas la una por el Teniente D. Bernardino Rodríguez, y por el Alférez Rey la otra, fueron a encontrarse en el Franco con las fuerzas del Ejército, después de haber seguido el itinerario que les señalara el Jefe de Artillería.

Por cierto que los artilleros, al ver a los civiles, hicieron alto y montaron sus fusiles. ¿Los confundirían acaso con los rojos? Si así fue, pronto volvieron de su error, al escuchar los vivas que el Ejército y a España daba la Guardia Civil, confundidos luego, con los que a España y a la Guardia Civil daban los artilleros.

A la una y media de la madrugada estaba ya ocupado el casco de la población y tomado el Ayuntamiento. Tan rápida fue la ocupación, que los rebeldes, en su precipitada huida, no pudieron ver cumplidos sus propósitos de volar la sala de aparatos de la Central de Teléfonos, haciendo explotar, al lado de la capilla del Pilar, la potente bomba que tenían destinada a la Telefónica.

Seguidamente -mientras el Capitán Taboada y el Teniente Gutiérrez al frente de un pelotón de artilleros, se apoderan del Estudio de la Emisora "Radio Galicia" instalado en la plaza de la Universidad, en donde encuentran armas, municiones, proclamas sediciosas e incluso planos del Cuartel de Artillería- baja el Teniente Quesada a la cárcel, y pone en libertad a las personas allí encerradas por el Comité Rojo. Eran estas (además del General Sánchez Ocaña y su ayudante, detenidos en Órdenes el día 20) los Sres. Méndez Brandón, Peña de Andrés, Buján Casal, Bermejo (D. Ricardo y D. Gerardo), Fabeiro Vigo, Baluja, Gutiérrez (don Ángel), Castroviejo, Mata (D. José), Brañas, Álvarez-Paz oficial de Telégrafos, Domenech, un alemán que trabajaba con Mata, Rey Santamaría (D. Manuel) y hermano, San Luis y Lago Aller (don Manuel).

A las tres de la mañana de este día 21 de julio, se proclama el bando declaratorio del estado de guerra, y Santiago... la ciudad del Apóstol, que por unos momentos pareció abandonada al capricho de gentes extranjeras y fuerzas ocultas, volvió a ser de España.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

lunes, 22 de febrero de 2010

El "Tercio de Calo". Mineros en la ciudad. Los artilleros esperan.

Así como el anterior había sido de reclutamiento y requisas, el día 20 fue de incautaciones.

Un cuarteto de caracterizados extremistas capitaneados por Manuel Tarrío Requejo, se incauta este día de todos los servicios ferroviarios después de haber detenido al jefe y al telegrafista de la Estación. Otra partida de seis o siete escopeteros se apodera de la Emisora Radio Galicia, desde la cual, José Carnero Valenzuela se entretenía en excitar a las milicias marxistas que, armadas, circulaban por las calles, con soeces insultos contra el Ejército, y la apología de los crímenes cometidos por los bárbaros rojos en la Marina de Guerra.

También en la noche de este mismo día, Juan Jesús González, con una sección de foragidos reclutados en la parroquia de Calo a los que bautizara con el pomposo nombre de "Tercio de Calo", se persona en la fábrica de luz, amenazando al Gerente para que le haga entrega de la misma.

Este Juan Jesús, que al frente de su famoso "Tercio" irrumpiera en la Ciudad después de haber cometido en Calo y sus contornos algunas tropelías, al pasar por las proximidades del Cuartel de Artillería, como jactancia de la potencialidad de sus huestes, y con el fin de llamar la atención de los soldados sobre ellas y la bandera comunista que enarbolaban, gritó con toda la fuerza de sus pulmones: ¡Vista a la derecha! (1).

También este mismo día telégrafos y teléfonos son incautados por los dirigentes del F. P., no recibiéndose ya desde ahora en Artillería ningún telegrama oficial de la División, aún cuando las comunicaciones urbanas siguen haciéndose con normalidad, y sin intervención al parecer.

Estas cosas, y la invasión de la ciudad por elementos extremistas de diversos pueblos y por innumerables mineros de Lousame, acentúan enormemente el desasosiego e intranquilidad. La revolución hasta ahora contenida, da muestras de querer desbordarse, y empiezan ya los desmanes, con el intento de asalto al Palacio Arzobispal, sobre cuyas puertas y ventanas hicieron los revoltosos algunos disparos (2).

Ante la gravedad del momento, el Comandante Bermúdez de Castro llama de nuevo por teléfono al Alcalde diciéndole, que está dispuesto a saltarse el art. 17 de la Ley de Orden Público que dispone la reunión previa de Autoridades, saliendo a la calle bajo su absoluta responsabilidad. El Alcalde, a pesar de contar en aquellos momentos con un Ejército numeroso y bien pertrechado, temía sin duda a los valientes Artilleros, ya que, conocida la decisión del Comandante, se trasladó inmediatamente acompañado de algunos concejales al cuartel de Artillería, para tratar de disuadirle de ella.

Salió de la entrevista a las cinco de la tarde plenamente convencido de que había perdido el tiempo, y... estaba en lo cierto. Bermúdez de Castro, apenas despedido del Alcalde, se pone de nuevo en comunicación con la Guardia Civil y le ordena que, bajo su responsabilidad, esté dispuesta a salir cuando él lo disponga. Su gente, la de Artillería, estaba animada del mejor espíritu. ¡Hacía muchas horas que estaban deseando todos que tocaran a zafarrancho!

Sin embargo, como en aquellos momentos había en la ciudad más de tres mil hombres armados; como los puntos estratégicos estaban tomados por los revoltosos, provistos de abundante cantidad de dinamita y esperando la salida de las tropas, y... como la fuerza de que se podía disponer era sólo de sesenta hombres, si había de dejarse una tercera parte en el cuartel para su defensa y como reserva, era prudente y necesario también, esperar un momento oportuno, que no podía ser otro que la madrugada, hora en que el elemento de orden estaba recogido, y en que los edificios por estar cerrados, dejan de ser trincheras y parapetos desde los que pueda ser hostilizada la fuerza. Todo esto, sin tener en cuenta que la sorpresa y el desconcierto que se apodera de la gente entregada al descanso, al verse despertada después de un día de trajín, por los clarines de guerra, tenía necesariamente que favorecer la marcha rápida hacia los objetivos.

Tomada esta determinación, mientras una gran parte de los revoltosos se dirigen a Coruña en columna motorizada, en el cuartel de Artillería se ultiman los preparativos para una salida que, prometiendo ser peligrosa y arriesgada, había de convertirse en un paseo triunfal a través de las calles de la ciudad.

(1) El 12 de septiembre del 36, el pobre Juan Jesús, completamente arrepentido, sufrió el castigo debido a las actuaciones revolucionarias a que le condujeran su espíritu inquieto, y su corazón un tanto ambicioso y soberbio. Confesó y comulgó con extraordinario fervor, y fue un verdadero apóstol para sus compañeros de desgracia.

(2) No sabemos hasta donde alcanzarían las intenciones de los revoltosos con respecto al Palacio Arzobispal. Desde luego, después de repetidas llamadas que uno de ellos hacía dando fuertes aldabonazos, mientras los demás (8 o 12) enfilaban con sus carabinas las ventanas y puertas del edificio, colocaron ante la puerta principal un artefacto, potentísimo al parecer, que recogieron luego, encaminándose a la Plaza del Hospital.

Suponemos que pretendían franquear la entrada con dinamita, no habiéndolo efectuado, porque tomaron acaso como anuncio de peligro, un tiro que en aquellos momentos sonó en la plaza, seguido de alarma, gritería, y tropel de gente que huye.

A un escopetero se le había disparado el arma, y fue esto más que suficiente para que los millares de valientes, apostados frente al Consistorio, armasen (al tratar de buscar refugio) una algarabía como acaso no hubieran armado si se tratase de un cañonazo.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

domingo, 21 de febrero de 2010

Las comisiones trabajan. Requisas e incautaciones.

La comisión de armas y municiones actúa ya desde las primeras horas del día 19.

A la una y media de la madrugada de este día, Domínguez Caamaño y Celestino García acompañados de dos guardias de Seguridad, se presentan en la Armería Ríos, sita en la Rúa del Villar y, exhibiendo una orden de la Alcaldía (1), se llevan 34 escopetas, una tercerola, dos rifles, 30 revólveres, 1.950 cartuchos de escopeta y otras municiones.

Con tan importante cargamento debieron llevar también a los "camaradas" la noticia de que en Ríos no se habían agotado las existencias, pues, en la tarde de este mismo día, es visitada de nuevo aquella casa, de la que Constantino García, Constante Pérez Martínez y Luis Rivas Nouche, que allí se presentaron en coches requisados a D. Ramón Sánchez Andrade y a la Sra. Viuda de Harguindey, se llevaron esta vez media caja de dinamita, 112 kilos de pólvora de mina, 500 metros de mecha, 4.000 detonadores de barreno y seis kilos de pólvora de caza de diversas clases, obligando además al hijo de la dueña, a que les acompañase a la estación del Ferrocarril, para que "recoja y les entregue" una pistola Star 9 mm y 1.300 cápsulas de pistolas que allí había consignadas para dicha Armería.

Recogen también en la Armería de la Viuda de Toribio Rodríguez unas 20 escopetas, dos pistolas, siete cajas de balas 6,05 y otras de otros calibres, y, consiguen del Teniente D. Conrado López Pérez (mediante orden escrita del Alcalde) (2) la entrega de 23 pistolas, pertenecientes a los guardias de Seguridad.

Como se ve, la comisión de armas y municiones desplegó una actividad extraordinaria en todo este día 19 de julio, y eso, sin tener en cuenta la salida de otras partidas a los pueblos limítrofes con el mismo objeto.

Actúan también por su parte y no con menor intensidad las de registros y requisas (3), y comienzan a llegar a Santiago camiones de gente armada que, al desfilar por las calles, dan a la población un aspecto de suma intranquilidad y peligro.

El Comandante Jefe de Artillería, viendo que los acontecimientos se precipitaban, llama por teléfono al Alcalde y le hace saber que: "en el momento mismo en que el orden sea alterado, yo saldré a la calle a imponerlo por la fuerza". Conferencia luego con el Alférez de la Guardia Civil y le dice, que prepare su gente para salir al primer aviso.

La respuesta del Alférez: "Yo tengo orden terminante de la Comandancia de no moverme de la Casa-Cuartel", no debió satisfacer a Bermúdez de Castro, que inmediatamente, pide por teléfono a la División, solicite ésta del Gobierno Civil la concentración a sus órdenes, de los puestos de la Compañía de Santiago. Como fácilmente puede suponerse, la División no cumplimentó esta solicitud, ya que allí estaban sucediendo cosas que absorbían por entero la atención de Jefes y Oficiales, aparte de que... ¡bueno estaba en aquellos momentos el Gobernador para que le fueran con solicitudes de esta índole!

(1) La orden dice así: "Ayuntamiento de Santiago.- Esta autoridad municipal en vista de los momentos porque atraviesa el régimen Republicano, ordena a Vd. haga entrega de todo el material de armamento, que obre en su poder acompañado de las municiones y correspondiente cartuchería. Santiago de Compostela 18 de julio de 1936.- EL ALCALDE, José Germán Fernández.- Hay una rúbrica y un sello que dice: Ayuntamiento de Santiago, y al pie: Sr. Armería de Ríos de esta Ciudad".

(2) Por el presente se ordena al Jefe del Cuerpo de Seguridad en Santiago entregue al portador las pistolas de los agentes a sus órdenes pues dichos agentes tienen suficiente con el mosquetón para cumplir con las necesidades del servicio.- EL ALCALDE, José Germán Fernández.- Santiago 19 de julio de 1936.- Hay una rúbrica y un sello que dice: Alcaldía de Santiago de Compostela.- Sr. Comandante Jefe de las fuerzas de Seguridad.- Y, en letra de pluma, escrito con mano al parecer temblorosa: "Estas armas son para los componentes del F. P. Sres. Barcia Pasín, Caamaño, Frade y Marcial Pérez".

(3) Requisaron también entre otros, los coches de los Sres. Bescansa, Olimpio Pérez y Harguindey (D. Jacobo).

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

sábado, 20 de febrero de 2010

En busca de armas. ¿Con quien está la Guardia Civil? Habla la "Gobernadora".

Nombradas las comisiones, el primer intento de los señores del Comité se encaminó a conseguir armas de la Guardia Civil.

Para ello, hacia las ocho de la noche, el primer Teniente en funciones de Alcalde José Germán Fernández, se pone al habla por teléfono con el Comandante del Puesto Alférez Rey, y le ordena que, "al presentarse en el cuartel un Teniente retirado apellidado Martínez, le haga entrega inmediata de las armas", sin especificar clase ni determinar número de ellas.

Contéstale el Alférez, que en el cuartel no había arma alguna para entregar; que tenían tan sólo las de dotación reglamentaria, y que no se cansase por consiguiente en mandar a nadie con una misión que no podría despacharse.

A pesar de esto, muy pocos momentos después, se presentó el Teniente Martínez seguido de algunos grupos que fueron estacionándose en diversos puntos de la Plazuela de San Miguel. Es recibido en la puerta del cuartel, y allí escucha la misma contestación que le fuera trasmitida al alcalde, terminando por retirarse él y sus acompañantes con las manos vacías.

El Alcalde no se da por satisfecho con las razones alegadas por el Jefe de la Guardia Civil, y acude en persona al cuartel para intimar la orden de entrega. Allí se entrevista con el Alférez Rey que intentaba disuadirlo de sus pretensiones, y que tal vez le dijera, para echárselo de encima, que sin orden escrita no entregaría armamento alguno. Nos fundamos para hacer esta suposición en que, a poco de haberse retirado el Alcalde, se presenta una pareja de Seguridad con una orden firmada por José Germán, exigiendo nuevamente la entrega de armas.

No tuvo esta pareja mejor éxito que los anteriores, y así fue a comunicárselo a la alcaldía en momentos en que aquello era un hervidero de gente.

Alguien que se enteró de las repetidas negativas de la Guardia Civil, debió sin duda exclamar en tono de suficiencia y amenaza a la vez: "¡Dejadme ir a mí y... ya veréis!" porque... no había transcurrido ni una media hora desde que las puertas de la casa cuartel se cerraban tras la pareja de Seguridad, cuando tienen que abrirse de nuevo para dar paso a una nutrida comisión, de la que se destaca Domínguez Caamaño, pidiendo se le deje comunicar por teléfono con Negreira.

Aunque tal petición resultaba extraña y de lejos olía a sospechoso pretexto, se le permitió sin embargo la entrada y comunicar también por teléfono, lo que hizo en forma tan poco discreta (ordenaba a los de Negreira que acudiesen con toda clase de armas y explosivos para hostilizar a la Artillería) que el Alférez allí presente, se vio obligado a arrebatarle de las manos el auricular, momento que aprovechó Domínguez para quitarse la careta y manifestar el verdadero motivo de su visita: -"Yo vengo por las pistolas de los guardias".

Con todo, las armas no salieron del cuartel. Para guardarlas y guardar la vida de sus defensores, había preparadas dos cajas de bombas en la galería de la casa, dos pistolas ametralladoras y otros elementos de defensa. ¿Contra quién habrían de emplearse? Contra el enemigo desde luego. ¡Lo difícil estaba en determinar cual era, y en donde se encontraba el enemigo en los momentos aquellos! ¿Lo sabía la Guardia Civil?...

A tales horas, medianoche del 18, no tenía seguramente de ello ni la menor idea. Lo que conocía era la conveniencia de concentrar los puestos de la Compañía, y utilizando la confianza que en ella (la G. C.) tenían lo elementos del F. P., acuerdan el Alférez Rey y el cabo Ceferino Raposo, interesar del Alcalde les facilitase coches para efectuar la concentración. Accede a ello José Germán, y durante aquella noche y el día siguiente, entran en Santiago más de cien guardias civiles.

Mientras tenían lugar los hechos arriba referidos, en el cuartel de la benemérita se recibieron diversas llamadas del Gobierno Civil, unas veces para comunicar a ésta la orden de que proporcionase armas al F. P. y otras para escuchar la voz de la señora del Gobernador, aconsejando en forma imperativa a los guardias, que se entrevistasen con los soldados artilleros, para decirles que desobedecieran a sus jefes o los asesinaran; terminando con estas palabras: -"Yo soy una mujer, y sin embargo estoy al lado de una ametralladora".

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

viernes, 19 de febrero de 2010

Comité del Frente Popular

Entretanto, los elementos del Frente Popular se reúnen en el Ayuntamiento, y proceden a organizar sus fuerzas con objeto de hacer frente a las del Ejército, en el caso en que estas salgan a la calle.

Forman un Comité que titulan: "Comité Ejecutivo del Frente Popular", y que queda constituido en la siguiente forma: Rafael Frade (I. R.); Miguel Alcalde (Federal); José Pasín, por los comunistas; Fernando Barcia, por los socialistas; Cándido Sánchez, grupo libertario; Luis Rastrollo, Unión obrera; Celestino Barcia, Manuel Maroño, Jesús Vieiro, Marcial Villamor, Ricardo Nogueira, Juan López Touriño, Jesús Rodríguez, Ricardo Rosende, José Vila, Jesús Hortas, Samuel Gómez, Domingo Pardo y Lema, por los Sindicatos.

Este Comité, es el encargado de nombrar las distintas comisiones (1) que han de actuar en la revolución, y de cuyas actividades iremos dando cuenta en los párrafos siguientes.

(1) Tres comisiones: "Armas y municiones"; "Jefes responsables de Grupo" y "Autorizados para registros".

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

jueves, 18 de febrero de 2010

Acuartelamientos

Transcurren las primeras horas de la tarde del 18 de julio... Radio-Madrid ha comunicado ya el gesto salvador del General Franco en África, con la tendenciosa y falsa apostilla de que "el movimiento estaba completamente dominado"...

En la calle... nada anormal; efervescencia en los cuarteles, e inusitado movimiento en la casa del Pueblo y en el Palacio de Rajoy.

En el Cuartel de Artillería acaba de recibirse un telegrama de la División, ordenando la permanencia en los cuarteles del efectivo total de tropas, incluso los cuotas y la mitad de los jefes y oficiales.

¡No era necesario el telegrama! Ante la gravedad de las noticias divulgadas por las estaciones de radio respecto a la situación de España y Norte de África, todos los oficiales residentes en la Plaza fueron presentándose en el cuartel, hasta el punto de que, a partir de la noche de aquel día 18 de julio, estaban virtualmente acuarteladas todas las tropas del grupo, única guarnición de Santiago.

Ocurría lo mismo en el Cuartel de la Guardia Civil, donde 18 guardias al mando de un Alférez, esperaban acuartelados se despejase una situación que a la verdad se presentaba muy confusa.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Estado social. Primeros días del Movimiento

El obrero de Santiago, fue siempre en Galicia, el prototipo de la cultura y la comprensión dentro de la clase.

Parece como si sobre él pesase más el ambiente de la ciudad que las deletéreas propagandas que a diario le servían. Cedía, claro está, a las exigencias e imposiciones de la Organización; pero siempre con cierta interior repugnancia y muda protesta contra los abusos y demasías de ellas derivadas.

Sin embargo, hemos de reconocer que, con la República, apareció en Santiago un nuevo tipo dotado de todas las cualidades propias del perfecto revolucionario: atrevido, desvergonzado, soez, ambicioso, falto de una palabra de aquella educación y cultura que distinguía al obrero de Santiago.

¡No nació así! ¡El era bueno! ¡El, al menos, no era malo! Pero... rodeado por una atmósfera de licencias, odios y libertinajes, y solicitado constantemente por el libro inmoral, la prensa sin Dios y el mitin societario, no pudo resistir, y... sucumbió al ambiente y a la propaganda.

Este era el tipo que aparecía en todas las revueltas; el que repartía las hojas clandestinas; el que con su camisa azul o corbata roja formaba, brazo al aire, en los entierros comunistas; el que penetraba violentamente y rompía las urnas en los colegios electorales; el que un día colocaba una bomba a la puerta de un convento, y otro invadía la casa de los Jesuitas, y quemaba otro las imágenes de algún centro católico; el que promovía los alborotos en las rúas, y gritaba por las calles, y blasfemaba en alta voz... ¡siempre el mismo, con su cara imberbe, la mirada torba, el pelo desgreñado y ademanes desenvueltos!... ¡El mismo siempre, con sus catorce, dieciséis y hasta a veces veinte años! Los demás... los otros, aparte de este grupo insignificante por su número, continuaban siendo... ¡el obrero de Santiago!

No era por tanto de la clase obrera precisamente, de donde procedía en Santiago esa sensación de inseguridad y peligro inminente que aquí se dejaba sentir como en toda España; procedía más bien, de las actuaciones por todos conocidas, de una porción muy numerosa de mercaderes que, sin el menor escrúpulo, traficaban con los intereses del obrero, poniéndolos como pantalla tras la cual se ocultaban siempre fines egoístas e inconfesables. ¡Había el peligro de que, con sus falacias y mentidas promesas, lograsen convencer y arrastrar a la masa!

Esos mercaderes, que creyeron haber nacido para redentores y que pararon para su desgracia en crucificados, no se contentaban con hacer víctimas de sus embustes a los obreros: extendieron también la propaganda a los cuarteles, con objeto de levantar el ánimo de los soldados contra sus jefes, que siempre "tienen que conformarse con haber puesto los hechos en conocimiento de la Superioridad".

No faltan tampoco en Santiago los insultos al Ejército, como el que un elemento extremista lanzó en el mes de mayo, tomando por víctima al entonces suboficial de Infantería de la Guarnición de Lugo, Sr. Feijóo.

Los oficiales de Artillería se ven sometidos a un espionaje tan tenaz como indecoroso. En los primeros días de junio, el Capitán Leiva, con motivo de un viaje a Madrid, es objeto de tan estrecha vigilancia por la policía de orden superior, que el Comandante de la Plaza, tiene que intervenir, elevando sus quejas al General de la División y a la Dirección de Seguridad. Así transcurre el tiempo, acentuándose cada vez más y en todas partes, la excitación precursora de grandes acontecimientos. Estos, no tardarían en llegar.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

martes, 16 de febrero de 2010

Valor estratégico de Santiago

Santiago, nudo de comunicaciones en Galicia y enlace entre las guarniciones norte y sur de la Región, tiene una importancia suma en tiempos de lucha. Así lo comprendió el Comandante señor Bermúdez de Castro quien, al encargarse a mediados de abril del año 1936 de la Comandancia Militar de Santiago, adivinando la proximidad de un hondo movimiento revolucionario, y atormentado acaso por la idea de que, durante el tiempo de su mando, pudiese sufrir quebranto o deterioro el tesoro artístico de la ciudad, significó a la División la necesidad de aumentar la plantilla de la Plaza, si se querían cubrir las necesidades defensivas de la población.

-No es posible (dice la División en 21 de abril) reforzar por el momento la guarnición de Santiago. Al mismo tiempo, ordenaba de nuevo (1) el estudio de la defensa de Santiago "con las fuerzas de que se dispone".

En virtud de esta nueva orden, se hizo un estudio de la defensa y ocupación de Santiago, adaptado, no a las exigencias e importancia de la ciudad, sino a las escasísimas fuerzas que guarnecían la plaza, y que, lejos de aumentar, habían de sufrir todavía una nueva reducción con las licencias de verano que comprendían, según telegrama del Coronel del Regimiento recibido en Santiago el 13 de junio, a 55 individuos de tropa con los oficiales y clases correspondientes.

Ante la gravedad de esta considerable reducción, vuelve a levantar su voz el Comandante del Grupo Sr. Bermúdez de Castro quien, al día siguiente 16 de junio, oficia a la División, haciendo ver a la superioridad "la imprudencia que tal medida significaba habida cuenta de las circunstancias". Con todo, el licenciamiento se llevó a cabo con la amplitud ordenada en un principio, pues no vale la pena anotar que, cuatro días después de efectuado, contestaban de la División a la advertencia de Bermúdez de Castro diciendo que: "Interesada del Coronel del Regimiento la reducción del número de permisos en esta Plaza (Santiago), "se ordenó por el Regimiento se redujesen en cinco los permisos"; reducción que nada resolvía ni significaba nada, ya que continuaba siendo casi imposible atender a otras necesidades, que no fuesen las materiales atenciones de personal, locales y ganado. ¡Así atendía el Gobierno de la República a la defensa de la ciudad, en unos momentos en que serios peligros la amenazaban!

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

(1) Ya lo hiciera antes en circular reservada de 10 de abril.

lunes, 15 de febrero de 2010

Santiago: ¡Gracias al Apóstol!

Abrimos este capítulo con la exclamación de todo creyente que en Santiago haya vivido los días 18, 19 y 20 de julio. Exclamación nacida de la observación atenta de lo presente, afirmada por el recuerdo de lo pasado, y brotada a impulsos de una imperiosa necesidad, término obligado de la consideración sobre lo pasado y lo presente.

El que ve salir a la ciudad indemne de entre toneladas y toneladas de dinamita preparadas y destinadas a su destrucción; el que contempla sus monumentos erguidos, proclamando con su atlética y secular postura el triunfo obtenido sobre enemigos que decretaran su muerte; el que mira las plazas y rúas compostelanas limpias de la más pequeña gota de sangre, en momentos en que muchas poblaciones de Galicia y casi todas las de España aparecían manchadas con sangre de hermanos; el que recuerda que a Santiago apenas si le han llegado las salpicaduras de aquella República de sangre, lágrimas y lodo con que la bautizaran sus mismos hijos, y sobre Santiago pasaron, sin tocarle siquiera, las teas incendiarias del agosto famoso, las ráfagas siniestras del atentado social, y las mortíferas armas del diario asesinato...; el que mira, contempla y recuerda todo esto, no puede, si tiene un átomo de razón, si medir sabe la proporción que debe de existir entre la causa y sus efectos... no puede (considerada la ineficacia de los medios humanos con que para su defensa contaba este pueblo) dejar de levantar los ojos al cielo y, al tropezar en su ascensión con las torres de la basílica del Sr. Santiago Patrono excelso de la ciudad... no puede menos de gritar una y mil veces: ¡Gloria al Apóstol!

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

domingo, 14 de febrero de 2010

Normalidad completa

A partir del 22 de julio, la normalidad en Ferrol ha sido completa. El Comandante Esperante, encargado de la Alcaldía y delegado de la Autoridad Militar durante 48 horas, reorganiza rapidísimamente los servicios sanitarios, abastecimientos, transportes, alumbrado, servicio de aguas y demás servicios de seguridad y orden público, entregando la dirección y mando de todos ellos, el día 24, al Contralmirante en situación de reserva D. Antonio Vázquez Permuy, que con energía y tacto especial, continuó la obra de saneamiento y justicia social de la Nueva España, orientando, dirigiendo e impulsando en la población civil, las primeras aportaciones de Ferrol al Movimiento Nacional.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

sábado, 13 de febrero de 2010

Balance de la jornada

Es realmente asombroso que, dada la enorme cantidad de disparos que se hicieron en Ferrol durante los dos días de la revuelta, no hubiese que lamentar más de 40 personas muertas, incluyendo en este número un cabo y dos soldados de Artillería, los asesinados en los barcos de guerra y dos clases que se suicidaron en el Arsenal. Con todo, Ferrol, es una de las poblaciones de España que más han sufrido desde los primeros momentos. Pueblo esencialmente militar y marino, si no sufrió los horrores de la guerra en su campo, hubo de padecerlos en sus más caros sentimientos; si los sucesos desarrollados en la ciudad llevaron el luto sólo a contados hogares, los sucesos de España enlutaron a la población toda. ¡Muy contadas serán las familias que no tuviesen algún pariente próximo o lejano en los regimientos de Madrid, Málaga, Valencia, Cataluña o en alguno de los barcos de guerra en donde tantas tragedias se han desarrollado!

Además, en los primeros tiempos del Movimiento, fue Ferrol objeto predilecto de los bombardeos aéreos por parte de los rojos. Varias veces, en término de dos meses, recibió la visita del pájaro negro. La primera vez el día 15 de agosto con hora y media de bombardeo, habiendo ocasionado tres muertos y algunos soldados artilleros heridos. La segunda el 27 de agosto, lanzando como la primera vez bombas de más de 100 kilos, que cayeron en los alrededores, matando en la playa a un bañista; y, en septiembre, los tres últimos bombardeos (con bombas de 250 kilos esta vez) sin que los objetivos militares hubiesen sufrido lo más mínimo, acaso por operar siempre a más de 5.000 metros de altura.

Es de notar la coincidencia de que las incursiones a Ferrol de la aviación roja, se realizaban siempre cuando las baterías antiaéreas estaban en reparaciones o se procedía a un mejor emplazamiento de las mismas, o por cualquier otra circunstancia militar no podían ser utilizadas: prueba evidente de que el espionaje estaba bien llevado y hacía su obra.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

viernes, 12 de febrero de 2010

Lealtad del Velasco

¡Página gloriosa la escrita por el Velasco los días 20 y 21 de julio en Ferrol!

La Marina Española... aquella Marina que un día dijo querer más honra sin barcos que barcos sin honra, vio sus barcos batidos por el huracán masónico-soviético, y su honra en peligro de ser prostituida por soviéticos masones. Pero... el Velasco, con peligro de su propia vida, salvó denodada y valientemente en Julio del 36, la honra de la Marina, en aguas de Galicia.

¡¡A bordo del Velasco... había un Jefe!!

El Capitán de Corbeta Sr. Calderón, subiera a bordo del Velasco el primero de mayo anterior. Su primer cuidado fue estudiar la dotación, fijándose principalmente en el Contramaestre, hombre naturalmente noblote, al que trata de ganar a fin de que le sirviera de puente para llegar al resto de la dotación.

Días antes del movimiento, el Contramaestre trató de embarcar en el Canarias; pero Calderón -que ya descubriera las buenas cualidades de aquel hombre- se sincera con él y claramente le dice, que no está lejana la hora de un movimiento "que redima a España de la opresión ominosa y terrible en que la tienen sumida".

Calderón lo sabía. En el mes de marzo se lo había dicho en Valencia, estando él de tercer Comandante en el Cervantes, don Francisco Moreno.

-¡Quédese..., lo necesito! -dice a D. Amador, que así se llamaba el Contramaestre-. Vaya preparando la gente con consejos, haciéndoles ver las atrocidades que se están cometiendo en todas partes y... del modo que V. vea; pero procurando que esté dispuesta en todo momento.

¡Y el momento llegó!

Calderón, como el Comandante del España, obedecía órdenes de la Superior Autoridad de la base que, respecto al Velasco, eran las de defender a toda costa la puerta del Arsenal.

Mediado el día 20, manda dirigir los cañones enfilando la referida entrada, y arma a toda su gente incluso con bombas lacrimógenas, encargando al 2º que, cuando procediese al reparto de armas, tuviese buen cuidado de dejar sin ellas a un marinero llamado Hermo, fichado ya anteriormente como elemento comunista y peligroso.

Al inspeccionar el cumplimiento de estas disposiciones, observa el Comandante que el tal Hermo estaba también provisto de armas como los demás. Llama al 2º y... la pregunta natural:

-¿No le dije a V. que al marinero ese no le diesen armas?

-Sí... pues... no sé; pero, se le desarma.

-No, ahora no -dice Calderón- y llamando aparte al marinero aquel le dijo:

-Mira muchacho: yo te conozco. Sé como piensas y cuales son tus ideas. Yo podría encerrarte pero... no voy a hacerlo. Sólo te pido una cosa: que si por tus convicciones has de verte obligado a disparar contra alguien... que ese alguien sea yo.

-No, mi Comandante -responde Hermo entre confuso y avergonzado- V. tiene una idea equivocada de mí. Y... ¡lo que puede el permitir a las personas que alternen y proceder con ellas cariñosa, franca y noblemente! Hermo, fue uno de los que mejor y más valientemente se portaron.

En la tarde de este día, el Velasco, colocado a igual distancia del Cervera y del España, en medio de los dos, recibe en forma de balazos, los saludos, primero del Acorazado, y luego del Crucero. Tres marineros y un oficial que estaban al lado del Comandante, cayeron heridos sobre cubierta.

Calderón, que no esperaba esto, alarmado por el peligro que corría la dotación de su buque, ordenó que todos se refugiasen bajo cubierta. Momentos después bajó también él, y pudo observar algo sospechoso en la gente de máquinas; acaso algo de nerviosismo y desorientación tan solo, pero, lo suficiente para colocarles una arenga que los detuviese en sus reflexiones, si estas iban por mal camino.

Así estuvieron hasta la noche, guarecidos bajo cubierta y sin disparar, por orden del Comandante.

Este silencio del Velasco no dejó de intrigar al Cervera y España que, llegada la noche, hablan por Scot preguntándose mutuamente cual era la actitud del Velasco.

Les interesaba mucho conocerla, porque en sus planes estaba efectuar un desembarco por la puerta del dique precisamente, y hacia aquella puerta miraban los cañones del Velasco.

La situación del barco leal no era muy halagüeña que digamos; pero tampoco ofrecía mayores peligros. Ni el Cervera ni el España podían hacer uso de sus cañones; el uno por hallarse en dique y por carecer de proyectiles el otro. Esto lo sabían en el Velasco y por eso estaban relativamente tranquilos, cuando ven que el Cervera comunica al España: -"Voy a dar agua al dique para cañonear al Velasco y asaltarlo".

Ante la gravedad del caso, cambian impresiones el primero y segundo del Velasco y deciden mandar a la marinería a la Casa de Ingenieros, desde la que podía dominarse al Cervera e impedir que su gente saliese a abrir las bombas para dar agua al dique. En el Velasco no habían de quedar más que los heridos, el practicante y Calderón que, pensando en un posible asalto, tira al agua las cajas de pólvora, e inutiliza los cañones, cuyos cierres entrega al segundo y oficiales, que han de salir a tierra con el resto de la dotación.

Esto era lo convenido con el resto de los Comandantes. Pero, en el momento de abandonar el barco, el Contramaestre y ocho marineros se niegan terminantemente a dejar a su Comandante y... allí estuvieron, a proa toda aquella noche, esperando intranquilos, pero valientes y decididos, lo que pudiese traerles el día siguiente.

Lo que al día siguiente sucedió en torno al Velasco y en el Arsenal, consta ya en los anteriores relatos. El Cervera y el España no tiran ya al Velasco creyéndolo acaso totalmente abandonado, disparan en cambio con insistencia hacia la terraza, tenazmente defendida por la dotación de aquel, otras fuerzas leales y algunos Jefes como D. Francisco Moreno, que allí habían acudido buscando un puesto en los lugares de mayor peligro.

Hacia las ocho de la noche de este segundo día, rendido ya el Cervera, de la Terraza sale una voz cuyo eco llega hasta el Velasco: -Velasco ¡Abandonad el barco!

El Comandante, manda entonces al Contramaestre D. Amador Fernández, que fuese a enterarse de quien partiera aquella orden. Fue D. Amador, y volvió diciendo que la Terraza estaba abandonada y los alrededores también. ¿Qué había pasado? En el Velasco nada sabían. ¡Podían haber pasado muchas cosas y algunas muy desagradables!

Además, comenzaba a sentirse hambre, pues en el Velasco no habían quedado víveres de ninguna clase.

-Váyanse Vds. -dice el Comandante a los pocos hombres que quedaban en el barco.

-No señor, contestan ellos, ya que le acompañamos hasta ahora, le acompañaremos hasta el fin. ¡Lo mismo da morir aquí que morir en tierra! Y en tal estado de ánimo, dispuestos a morir su necesario fuera antes que entregar el barco, pasaron la noche toda del martes, turbada de cuando en cuando por los disparos que hacía aún la dotación del España. Y fue esta noche, cuando a bordo hicieron los defensores del Velasco la última comida, que era también la primera desde que había empezado el Movimiento.

¡Sentían hambre! No habían comido desde el mediodía del lunes. Pronto amanecería el miércoles... ¡Sentían hambre! Hablaban de como resolverían la cuestión de víveres si aquel estado de cosas se prolongaba, cuando, un galleguito de esos en quien Dios puso alma de héroes y corazón de madres, dijo en tono de triunfo cual si él hubiese acabado con el problema: -Eu teño o primeiro bolo que me deron no servicio, qu'o tiña para levalo â casa de recordo; bou a buscalo. -Y fue: y... metiéndolo en agua durante algún tiempo y adobándolo luego con aceite... ¡eso comieron la última noche de la revuelta en el Ferrol, los valientes y leales defensores del Velasco!

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

jueves, 11 de febrero de 2010

Móviles de la sublevación en Ferrol

Del relato que antecede referente a lo sucedido en los barcos sublevados, aparecen claros y definidos como móviles principales de la sublevación: la enemiga de clases y suboficiales a la Oficialidad del Cuerpo General de la Armada, y los sectarismo marxistas que, en los barcos, habían adquirido carta de ciudadanía, sin que nadie se preocupase de cortar sus avances destructores.

Allí donde los Jefes supieron imitar al viejo marino que, siendo el capitán de todos en su barco era también el padre y el amigo de todos; allí en donde clases y marinería sintieron constantemente sobre sí la mirada vigilante de los de popa junto con la debida consideración y el afecto paternal, que no excluye el castigo sino que lo transforma; allí en donde la gente de proa (cabos y marineros) se les servía en conversaciones y conferencias, el antídoto espiritual contra las doctrinas malsanas importadas de tierra, allí... ¡no ha pasado nada! No se oyeron los gritos tan repetidos en los barcos sublevados: "¡Hay que acabar con el Cuerpo General!" "¡Ahora comprenderán que no somos oficiales de cartón!" y otros por el estilo, en los que se reflejaba la envidia de las jerarquías y la ambición del mando, ni encontrar pudo el movimiento insurreccional y antipatriótico del Marxismo, caudillos de valía ni auxiliares eficaces.

¿Pruebas? Lo acaecido por ejemplo en el Destroyer Velasco del que pasamos a ocuparnos, y lo sucedido en el Polígono "Janer" de Marín, del que hablaremos en el lugar correspondiente.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Torpedero Número 2

El Torpedero Nº 2 que, en los primeros momentos pareció ser completamente leal a la causa de España, pronto se vio también marcado con la infamia de la sublevación.

Saliera en la madrugada del día 21 de julio de Ferrol para el puerto de La Coruña. Allí recibió un radiograma del Vicealmirante de la base, manifestándole que, de Ferrol, había salido el "Xauen" sin autorización, suponiéndosele por ello sublevado.

En vista de esta comunicación, el Comandante del Torpedero se hizo a la mar en zafarrancho de combate, cruzando hasta Cabo Prior. A la hora de haber salido advirtió en la boca de la ría la presencia de un Uad, y tomándole por el Xauen, mandó dar la voz de fuego que, al no ser cumplimentada, volvió a repetirse. Como entonces no lo fuese tampoco, bajó el Segundo al cañón de proa, donde el cabo Allegue, encargado del mismo, se disculpó, diciendo que no había disparado, porque... "no se distinguía bien el blanco". En aquel momento se comprobó que el buque no era el Xauen, y se ordenó "alto el fuego".

Pocos momentos después, aparecía el Xauen, y, al ver que llevaba enfundados los cañones, el Torpedero se le acercó, siguiendo con él viaje a La Coruña.

El cabo Díaz y el marinero Suárez de la dotación del Torpedero, infundieron sospechas al Comandante, razón por la cual éste, los hizo subir a cubierta para comunicarles una orden de la plaza, desarmándolos seguidamente. Esto levantó una viva protesta por parte del resto de la dotación, protesta que había de terminar con la detención del Primero y Segundo, en el momento mismo en que el Xauen abandonaba el puerto, pasando cerca del Torpedero, ya sin oficiales.

Inmediatamente el Torpedero levó también, haciendo rumbo a Ares en donde los sublevados pretendieron desembarcar a los dos oficiales detenidos, si bien, a petición de los mismos, lo hicieron luego en Puentedeume.

El 22 de julio regresó el Torpedero a Ferrol con su dotación, acompañado del Uad Martín y bajo el mando del segundo de este buque, pues los oficiales desembarcados en Puentedeume, no aceptaron volver a bordo del Torpedero, cuando a ello fueron invitados por la dotación, que enviara un bote a tierra para recogerlos.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

martes, 9 de febrero de 2010

El Contra-Maestre Casado

El Casado estaba también en aguas de Ferrol en julio del 36. Aunque los hechos en él ocurridos no revisten la gravedad de los del Cervera y del España, daremos sin embargo de ellos una sucinta referencia, que a nuestros lectores sirva de base y punto de partida, para enjuiciar conductas y personales actitudes.

A las tres de la tarde del día 20 de julio, formaba sobre cubierta la dotación del buque que, armada, pero sin municiones por orden del Segundo, escuchaba en esta posición la lectura de una arenga del Comandante, rompiendo luego filas y quedando por cubierta en espera de órdenes.

Al empezar el tiroteo en distintas direcciones dentro del Arsenal -entre el España y el Cervera, Cuartel Viejo, Brigadas de Marinería, y las escasas fuerzas de Infantería de Marina que custodiaban las puertas del parque y del Dique, correspondientes al Arsenal Militar- el Comandante del Casado ordena que todo el personal se resguarde a la banda de estribor, y allí permanezca en espera de nuevas órdenes.

A las cinco de la tarde, el Condestable, obedeciendo órdenes del Segundo, entrega a cada uno de los Auxiliares una pistola con sus correspondientes municiones, que saca de la Cámara de Oficiales en donde estas se guardaban.

Media hora más tarde, según atestigua el Auxiliar de Artillería, el Segundo Comandante ponía (por sí mismo esta vez) en manos de un tal Martínez, cabo de fogoneros, tres paquetes de municiones, y corría luego a encontrarse con el primer Comandante en la Cámara de Oficiales, a donde fueron convocados todos los Auxiliares, con objeto de inquirir el parecer de cada uno de ellos en aquellas circunstancias.

Como a la pregunta del Comandante: -"¿Qué les parece a Vds.?"- callasen todos; se dirigió éste concretamente al más antiguo, D. José Vázquez, quien opinó: "Lo mejor es continuar como hasta ahora, tener prudencia y esperar".

-Esa es mi opinión -dijo el Comandante- y la de todos los Oficiales.

Los Auxiliares todos, preguntados a continuación, opinaron de igual manera.

A nueva pregunta del Comandante, contestan algunos que, "el nerviosismo e intranquilidad de la gente, eran debidos sin duda, a no saber si se estaba al lado del Gobierno legalmente constituido, o no".

-Yo obedezco órdenes del General -dice el Comandante- y, puesto que éste no está destituido, supongo que las órdenes serán del Gobierno.

Todo marchaba bien a bordo. La postura... "permanecer como hasta ahora, tener prudencia y esperar", no sólo era la más cómoda, sino que efectivamente parecía la mejor: ¡eran las diez de la noche, y, sin alguien podía quejarse de haber recibido la más pequeña incomodidad en el Casado, era tan solo el barco, que mostraba las señales de algunos impactos en la superficie de su casco!

Sin embargo... los hechos iban a demostrar muy pronto, que la opinión expuesta por el Auxiliar Vázquez, no era precisamente la que mejor respondía a las circunstancias.

Poco después de las diez de la noche, llegaba al Casado una orden por la que se disponía el cese del Comandante y Oficiales, y se les conminaba a que entregase el barco a la dotación, y se entregasen ellos en calidad de detenidos. La orden, procedente del Cuartel de Brigadas, venía escrita en un simple papel sin firma ni signo alguno que permitiese identificar a la autoridad que la dictara, razón por la cual, el Comandante ordenó a los Auxiliares Vázquez y Noche, que fuesen a Brigadas a enterarse de este y otros extremos. En Brigadas, no supieron o no quisieron decir a los comisionados quien había enviado la orden de referencia; pero les hicieron sí, la advertencia, de que, si no se acataba, sería impuesta por la fuerza. En prueba de la firmeza de tal decisión, los emisarios del Casado son escoltados a su regreso, por una patrulla de 30 o 40 hombres que, al pie del barco, quedan esperando la noticia de que Jefes y Oficiales habían entregado las armas.

Cuando los Auxiliares Vázquez y Noche entraron en la Cámara de Oficiales, acompañaban al Comandante, y con él comentaban la extraña nota de Brigadas, D. Diego Romero, D. Julio Catalá y el Contador. Escuchan estos las referencias que aquellos hacen de la situación y, cuando ni tiempo habían tenido de pensar en la gravedad de la misma, irrumpe en la Cámara un grupo de marineros que, sin más ni más, comienzan a recoger todas las armas que estaban encima de la mesa y trinchero, así como unas cajas de municiones que allí había, y que se repartieron entre sí.

Aparte de esto, ninguna otra cosa que sepamos, digna de mención, ocurrió en el C. Casado, en donde el Comandante y Oficiales fueron tratados con todo género de consideraciones, desde el momento de su detención, hasta el día siguiente 21, en que a las tres de la tarde, la dotación depuso su anterior actitud un tanto levantisca, dejando armas y municiones.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

lunes, 8 de febrero de 2010

La tragedia del Acorazado España

El Segundo del Acorazado España, cumpliendo órdenes de la superior Autoridad de la base naval (1), dispuso en las primeras horas del día 20, que saliese a tierra la compañía de desembarco.

Cuando esta, formada ya, comenzaba a desfilar para cumplir las órdenes recibidas, el Oficial tercero de Artillería Sr. Mouriño a cuyas órdenes estaba la sección de fusiles de la misma, se dirige al Segundo D. Gabriel Antón, que desde la toldilla presenciaba el desembarco, y le pide explicaciones de a donde iba y a que iba la fuerza.

-A V. eso no le importa. Cúidese de cumplir las órdenes que vaya recibiendo y no se preocupe de otra cosa.

No quiso saber más el Mouriño y, rápido como una exhalación, sacó la pistola y, encañonando al Comandante, disparó al parecer contra éste, aunque sin resultado alguno por habérsele encasquillado el arma.

El Alférez de Navío Sr. Pedrosa, que a una distancia presenciaba la escena, trata de salvar la situación disparando a su vez contra el Oficial de Artillería, al que alcanza ligeramente, dando así tiempo a que D. Gabriel, que estaba desarmado, pudiese retroceder hasta la borda de estribor. Tras él corrió también Mouriño, rápidamente repuesto de la insignificante conmoción que le causara el primer disparo de Pedrosa, y libre ya de otros por habérsele encasquillado también a éste la pistola. Pronto alcanza al Comandante y con las consabidas palabras de: "manos arriba", le hace su prisionero.

Casi al mismo tiempo, y a pocos pasos, caía sobre la toldilla el Teniente de Navío D. Carlos Suances, víctima de los certeros disparos que, desde la torre cuatro, hacían varios individuos de marinería capitaneados por el segundo maquinista D. Pedro López Amor y el Auxiliar naval D. Alfonso Raja.

Con la detención del Segundo se había iniciado la cobarde y criminal caza de la oficialidad, y aquella se generalizaba en todas partes.

No se había apagado aún el fogonazo de los disparos que llevaran la muerte al pobre Suances, cuando en distinto sector se encendía siniestro el de aquellos otros, que habían de arrebatar la vida al Teniente de Navío Sr. Núñez de Prado. Este, que saltaba a tierra cuando sonó el primer tiro en el España, se vio de improviso encañonado por numerosos fusiles que, desde la batea o desde la escala del portalón, le apuntaban y disparaban contra él.

¡Inútil era toda resistencia; pero el bravo muchacho no había de entregar su vida sin defenderla!

Apoyado en la caseta de un transformador eléctrico, dispara con su pistola a una distancia de tres metros de la desembocadura de la plancha, que desde la batea acoderada del Acorazado, unía a este con tierra, encontrando allí gloriosa muerte, alcanzado por cuatro balazos.

¡En el Acorazado seguía corriendo preciosa sangre española! Una vez detenido D. Gabriel Antón, había sido llevado hacia proa por el maquinista López Amor, el Auxiliar Raja y un grupo de cabos y marineros. Allí... al llegar a la altura de las torres, recibe un fuerte machetazo en el cuello y, caído ya, sin conocimiento y desangrándose por la herida, acabó de rematarlo, traidora y villanamente, un fogonero conocido por "El Chiquito", paseando luego por la cubierta del barco la gorra ensangrentada del Capitán, como un trofeo de guerra.

La rebelión había triunfado ampliamente en el Acorazado. Los Oficiales Hernández Cañizares y Pedrosa, que no habían sucumbido aún, son recibidos, al asomar por la escala de la Cámara, con una descarga de fusilería, teniendo que entregarse, al igual del Comandante y Teniente-Maquinista. Todos ellos, entre procaces insultos de los sublevados, son conducidos a la enfermería unos, y otros al calabozo, en donde se hallaba ya encerrado el Teniente de Navío Sr. Escudero, que allí fue más tarde vilmente asesinado.

Curado Mouriño de primera intención en la enfermería de a bordo, de la herida causada por el disparo que le hiciera el Teniente Pedrosa, se pone nuevamente a la cabeza de la sublevación, y da comienzo a la segunda parte de la tragedia:

Forma a la marinería sobre cubierta y, después de haberla arengado en tonos vibrantes y exaltados, emplaza las ametralladoras y salta a tierra con parte de su gente. Recorre los talleres inmediatos; hace subir a bordo al personal llevándose prisioneros a un Jefe y un Oficial más; recoge a los restantes grupos sublevados, y destaca una partida de la enfermería del Arsenal, con orden de que se recogiesen un cañón de desembarco que allí había, mientras él, capitaneando el grupo más numeroso, se dirige a la puerta del dique con objeto de apoderarse de aquella entrada. ¡Inútil empeño! Aquella entrada, como las restantes del Arsenal, estaba bien defendida por fuerzas leales, que presentaron combate a las de Mouriño, haciéndolas retroceder hacia el barco, desmoralizadas en absoluto, al encontrarse sin jefe, que había muerto en la refriega.

Muerto el cabecilla Mouriño, ya nadie vuelve a salir del España en plan revolucionario. Continúan la lucha... pero sin atreverse a desembarcar. Disparan con las ametralladoras desde cubierta, desde popa y desde el puente. El fuego de fusilería sale de todas partes: de las casamatas y portillos, del cuerpo de guardia y de la torre de observación. Solo en este último lugar fueron recogidos centenares de casquillos, prueba evidente de la intensidad del fuego de fusil que los rojos hicieron desde el Acorazado.

El martes 21, fracasado el desembarco intentado el día anterior, se pone en plan de ejecución otro proyecto.

Preparado ya el Crucero Almirante Cervera, va a salir del dique para acoderarse al España, con objeto de recoger la gente de este buque y salir con todos a la bahía y a la mar. Para facilitar la operación, recógense en el España los cañones de las casamatas, y ve se ya por todas partes a los marineros, llevando a hombros los sacos de su equipaje producto de sus rapiñas por los camarotes, preparados y dispuestos a trasbordar. Pero el Cervera, lejos de salir del dique en donde los sublevados tienen puestos sus ojos, parlamenta para rendirse como ya hemos visto.

Es entonces, cuando el nuevo caudillo, el segundo maquinista López Amor, intenta convencer a los del Cervera de que no deben rendirse. Habla con ellos; pero fracasa en sus tentativas. Y... cuando pretendía conseguir por la fuerza (enviando una sección de marinería que asaltase el Crucero si fuese necesario) lo que no había conseguido por la persuasión, la rendición del Cervera viene a echar por tierra todos sus planes y a sembrar el mayor desconcierto y desaliento en toda la dotación del Acorazado, que acaba también por entregarse al día siguiente, miércoles 22.

(1) Esta había acordado que la Marina cooperase con las fuerzas del Ejército e Infantería de Marina, que luchaban ya en la calle, a sofocar el movimiento revolucionario que se había iniciado en Ferrol.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

domingo, 7 de febrero de 2010

Fracaso de la Marina. Sus causas generales y efectos en Ferrol

Se ha dicho muchas veces, y siempre en tono de censura, que en la Marina entraban solamente los hijos de los marinos. Esto, que en parte fue verdad, sin que ello nos autorice a afirmar que las puertas de la ilustre Marina Española hubiesen estado siempre herméticamente cerradas a hijos de comerciantes, industriales, etc., etc., no dejaba de ser muy conveniente, por constituir una garantía para el orden y la disciplina en los barcos.

La profesión de marino, más acaso que ninguna otra profesión, hay que sentirla; y para sentirla, es necesario antes haberse familiarizado con ella; y nadie con ella más familiarizado, que el hombre que, desde sus más tiernos años viene respirando su ambiente... el ambiente aquel que el viejo marino llevó al hogar una vez retirado, como lo había llevado antes ya en las múltiples visitas que a él hiciera, siempre que las necesidades de su barco se lo permitían.

El hijo de marino, ha oído de labios de su padre los cuentos aquellos en que el Contramaestre era en el barco un verdadero personaje, el hermano mayor por decirlo así de aquella numerosa familia, la persona de confianza del Capitán, jefe de aquella casa flotante, que corregía y castigaba al Contramaestre, como castigaba y corregía a la demás dotación, pero siempre en forma paternal y cariñosa que le granjeaba el aprecio, el respeto y la lealtad de todos.

Abiertas de par en par las puertas de la Marina, por ellas entraron a granel clases y mandos, que de la vida de mar, no sabían otra cosa más que lo que los libros les dijeran y... en los libros no encontraron el secreto de meterse en el corazón de sus subordinados, ni de hacerse querer y respetar de ellos. El aspecto familiar que en la vida del barco reflejaban los cuentos del abuelo Marino, no aparecía claro en las ordenanzas y libros de texto. Por eso, fuera de los actos de obligado servicio, cada uno hacía su vida... no sólo distinta, sino hasta extraña completamente a la vida de los demás, como si no vivieran bajo un mismo techo, ni tuvieran la misma misión que cumplir. Se tropezaban con frecuencia, se saludaban, pero... no se conocían. Tensos estaban si se quiere (al menos aparentemente) los lazos de la disciplina militar, pero completamente relajados, sino del todo rotos los lazos familiares.

Así fue, como clases y marinería, con un nivel de cultura inferior a la de los mandos; con una preparación deficiente e incapaz para distinguir los manjares venenosos de los que no lo son; faltos de la paternal vigilancia que enseña, que avisa, que corrige y que salva; y privados en absoluto de superior solicitud que contrarrestar pudiese perniciosas influencias, se dieron primero a la tarea de devorar primero, y asimilar después, todo cuanto de malo, revolucionario, inmoral y bolchevique les servían en periódicos, libros, revistas, cafés, conversaciones, tabernas, etc. etc.

Por otra parte, la masonería, atenta siempre a sacar el mejor partido de las más propicias circunstancias -esclavizados ya algunos Jefes de nuestra Marina- aprovecha el momento que le brindan la maldad de los unos y la inconsciencia de los otros, para uncir y sujetar a su carro de diabólicos planes, de siniestros y tenebrosos propósitos, y de crímenes y sacrilegios horrendos, a una gran parte, la totalidad casi, de auxiliares de la Marina Española. Y la Marina Española, a quien nunca franco y poderoso enemigo hiciera retroceder, retrocede al fin en su ruta gloriosa, ante el encubierto y solapado enemigo de la masonería, que clavó sus garras, con ferocidad especial, en el eslabón intermedio de la dotación de nuestros barcos, haciéndolo saltar violentamente, y produciendo con ello esa funesta desarticulación, causa inmediata del fracaso de la Marina en el Movimiento de 1936, y origen de los bárbaros asesinatos cometidos en muchos de sus barcos.

Ferrol ha tenido ocasión de comprobar nuestro aserto por lo que ha visto, no sólo en el Cervera del que hemos hablado ya con bastante extensión, sino también en el España, Casado y Torpedero Nº 2. Veamos por partes lo que ha sucedido en cada uno de estos barcos.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

sábado, 6 de febrero de 2010

Se entrega también el España

Rendidos el Cervera, el Cuartel de Brigadas de Instrucción que lo había hecho una hora antes, y parte del personal de la Constructora, apenas si quedaba en el Arsenal más enemigo que el acorazado España. En él estaban (aparte de la dotación) la compañía de Marina que, ya formada en el Parque, abandonara a sus jefes los oficiales leales, para pasarse al bando rebelde; el grupo de marineros que llevando una gran bandera salió ya rebelde de las Brigadas de Instrucción, y también el personal obrero de servicios técnicos del ramo de Ingenieros del Arsenal. Toda esta gente que había llevado muy a mal la rendición de los sublevados del Cervera, desatándose en insultos e improperios contra ellos, llamándoles cobardes, traidores y otras lindezas por el estilo, acabó por hacer lo mismo que "los camaradas traidores", entregándose sin condiciones el miércoles 22 a las nueve de la mañana, al ver los dos equipos de ametralladoras que, mandados por los Tenientes Pelayo y Montenegro, enfilaban la cubierta del viejo Acorazado, y al sorprender otros preparativos de serio ataque e inmediato abordaje.

El España, que había sido el primero en levantar la bandera de rebeldía, arrastrando consigo al Cervera, al Casado y otros pequeños barcos surtos en Ferrol, fue también el último en arriarla, cuando estaba ya empapada en sangre producto del crimen y vil asesinato, con que los piratas del mar quisieron manchar las glorias de la marina española. Pero esto... merece capítulo aparte.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

viernes, 5 de febrero de 2010

Hay que rescatar el Cervera

Anochecido ya, el barco rebelde era abandonado por 400 hombres de la tripulación, que desarmados, fueron conducidos, escoltados por una sección de Infantería, al cuartel de Dolores. El Cervera sin embargo, quedaba todavía en poder de los sublevados. Custodiándolo, o porque no quisieron entregarse, quedaban a bordo 30 o 40 hombres pertenecientes casi todos ellos al personal de máquinas, que no ofrecían garantía alguna. Era necesario desalojarlos de las casamatas en donde se habían atrincherados, y... devolver el barco a la Marina Española.

De ello se encargó el Capitán de Fragata D. Salvador Moreno, quien esta misma noche (del 21 al 22), intenta, seguido de una patrulla de artilleros provistos de bombas de mano, acercarse al barco para proceder a su abordaje. No lo consigue sin embargo, porque cuando ya estaban cerca, fueron descubiertos los asaltantes por los defensores del crucero, uno de los cuales ("El Coruña") individuo de mucho cuidado, grita sacando la cabeza por una de las escotillas:

-Don Salvador: Vd. sí, puede entrar; pero los demás no.

La operación, que por sorpresa podría resultar, prevenidos ya los del barco, ofrecía grandes inconvenientes por estar iluminada la explanada anterior al dique, razón por la cual se dejó por el momento para intentarla horas más tarde.

Fue el mismo Moreno quien acometió de nuevo la empresa, acompañado esta vez por fuerzas de Infantería de Marina, y entrando, no por la puerta del Parque como antes, sino por la de Batallones, vía no tan iluminada como la anterior. Fueron también esta vez descubiertos, y sobre ellos hicieron los del Cervera una descarga cerrada, que no consiguió detener a D. Salvador. Don Salvador Moreno, en un acto de temeraria audacia, se adelanta y entra al barco después de haber desarmado al centinela que estaba al final de la pasarela, teniendo la suerte de que le respetaran y se le entregasen los últimos rebeldes.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

jueves, 4 de febrero de 2010

Contesta inesperadamente el Cervera: Lucha de uno contra ciento y rendición del crucero

Dos horas llevaba de plazo Carrodeguas para volver a comunicar el resultado de sus gestiones en el barco, cuando, antes ya de haber transcurrido este plazo, mandó la contestación en forma violenta e inesperada.

El Cervera, que ya tenía agua en el dique, enfila los cañones de 15,24 de las torres a la Comandancia del Arsenal, y dispara sobre ella varias veces, sin que ésta hubiese sido tocada pues los tiros paraban en las dependencias de las oficinas.

¡Carrodeguas, había sido traidor a la palabra empeñada! En vez de proponer la rendición como había prometido, llegó al Cervera diciendo que el Ayuntamiento estaba en pie, que la Artillería se había sumado a los sublevados, y que sólo quedaban por rendirse el Regimiento de Mérida e Infantería de Marina. Se lo creyeron, pero... ¡bien pronto iban a convencerse de lo contrario!

La inesperada contestación del Cervera a la propuesta de "armisticio", no cogió desprevenidos a los Jefes y dirigentes del Movimiento en Ferrol. Estos -reforzada la defensa del Ayuntamiento con dos piezas "Placencia" y dos ametralladoras que vigilaban la puerta del dique- habían ordenado el taponamiento de las demás entradas del Arsenal, en la forma siguiente: La puerta del campo de batallones estaba guardada por una compañía de Infantería de Marina y dos piezas "Placencia"; la de la Academia de Maquinistas por una compañía de ametralladoras y dos secciones de Infantería, y la puerta del dique, pequeña, por dos piezas de desembarco de marinería adicta y 40 marineros, quedando además enfilada por una ametralladora instalada en la Casa-Romero, al mando del Teniente Pelayo. El Arsenal por consiguiente, estaba sitiado por tierra, y en condiciones de ser atacado cuando el Mando lo ordenase (1).

Tal era la situación, cuando sonaron los primeros cañonazos del Cervera acompañados por nutridísimo fuego de los fusileros del España, briosamente contestados por morteros de 50 mm, ametralladoras y fusilería, desde la terraza de Ingenieros Navales a donde se habían retirado los bravos marineros del "Velasco" como más adelante veremos, y desde otras dependencias ocupadas por las pocas fuerzas leales que había dentro del Arsenal, entre las que, es de toda justicia destacar las de la compañía de Guardias de Infantería de Marina que, mandadas por el valiente Capitán Suárez, estuvieron aguantando heroicamente desde los primeros momentos, hasta la completa rendición de los sublevados. Reñidísimo combate se libró entre los dos bandos contendientes, que si no fue sangriento en sus efectos, puso bien de manifiesto el temple y ardor bélico de los cuatro soldados que luchaban contra ciento, al tiempo mismo que testificaba la falsedad de las noticias de Carrodeguas.

Viendo los del Cervera que de tierra no les llegaba el auxilio que tenían derecho a esperar si la artillería, como dijo el emisario, estaba con ellos; comprobada la gran precisión con que sobre cubierta caían las granadas de los morteros de Infantería; acosados por los hidros que, sin temor a los disparos de la fusilería rebelde, surcaban constantemente el espacio con incomprensible desprecio de la vida; o, engañados tal vez por la feliz estratagema utilizada por los simpáticos marinos del Polígono Janer (2), decidieron al fin dar por terminada su resistencia, izando bandera blanca en señal de rendición, a las siete y treinta de la tarde de este día, martes 21 de julio de 1936.

A poco, el Cervera pedía nuevo parlamento. Concedido por el Almirante de la base, salen como parlamentarios un Teniente de Navío (Pinzón), una clase y tres cabos de marinería que, desfilando entre las fuerzas que defendían la puerta del Arsenal que da frente al Ayuntamiento, se dirigieron por el Cantón de Molíns hacia Capitanía General, en donde convinieron la entrega sin condiciones.

(1) Las murallas del Arsenal no tenían defensa alguna. Unos tambores que sobre ellas hiciera construir allá por el mes de abril el Comandante Calvar, fueron mandados demoler al pasar a la Comandancia el General Azarola, cediendo a la gritería de los socialistas, que alegaban ver en ellos unos parapetos para desde allí ametrallar al pueblo.

(2) Cuando el Cervera se vio atacado por los hidros de la base de Marín, lanzó un radio al Gobierno comunicando el hecho y pidiendo auxilio. Este radio fue captado en el polígono de Marín y, operando con la emisora a potencia reducida, le contestaron con el siguiente despacho: Ministro Marina a dotación Cervera. "Imposible mandar auxilio. Procuren evitar derramamiento sangre".

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

miércoles, 3 de febrero de 2010

El Arsenal de Ferrol objeto de preferente atención

A las doce de la mañana, rendido el Ayuntamiento y tomada la Casa del Pueblo últimos baluartes de los rebeldes en la ciudad, toda la atención militar se concentró sobre el Arsenal, cuya conquista se presentaba muy difícil, por tratarse de una fortaleza defendida por un número de hombres cuádruple al de las tropas de que se disponía. ¡Más de 1.300 hombres perfectamente equipados defendían el Arsenal!

Además, los cañones del Cervera podían en un momento dar al traste con todas las conquistas hechas en la Ciudad, siendo este sin duda alguna, el peligro mayor por que tuvo que pasar el Movimiento en Ferrol.

Falto de proyectiles el España, y fiel a la causa Nacional el Velasco, quedaba solo el Cervera como enemigo peligroso en las aguas ferrolanas (1).

Los rebeldes no tenían más que abrir las bombas del dique e inundar éste, para que, puesto el barco a flote, pudiese salir a la bahía y bombardear la población. ¿Lo conseguirían? Lo intentaron desde luego.

La noche del 20 al 21, fue aprovechada por los sublevados del Cervera para planear la inundación del dique y el bombardeo de Ferrol.

Previsto este peligro por el Mando leal, había este solicitado de la base de Marín el envío de dos hidros, los cuales, a media mañana del 21, evolucionaron sobre el Arsenal arrojando proclamas a los rebeldes, y lanzando unas cuantas bombas sobre el España, el Casado y el Cervera.

Grande debió ser la sorpresa y enorme el pánico que entre los sublevados causaron las salvas (2) con que fueron saludados por los hidros, a juzgar por la prisa que se dieron en pedir parlamento.

-"Puede salir -dice Ferrol al Cervera en radio-contestación al despacho emitido por el barco- puede salir parlamentario con bandera blanca, manos en alto y solo".

Momentos después, el cabo Carrodeguas enviado por el Cervera como parlamentario, era conducido a Capitanía General, en donde se hallaban ya -llevados allí para que aconsejasen la rendición al enemigo rojo- el Alcalde Santamaría, y el General Azarola detenido el día anterior.

La entrevista se celebró en el despacho del Almirante de la base, y a ella asistían también el Teniente Coronel de Ingenieros Sr. Blanco, el Teniente Coronel de Artillería Sr. Fano y el Comandante Sr. Vierna.

Azarola, trata efectivamente de convencer al Alcalde de que debía aconsejar la rendición, pero el Alcalde se resiste diciendo que él no tenía nada que ver con el Arsenal y los barcos de guerra. Entonces Vierna, de acuerdo con el Teniente Coronel Fano, propone una tregua de 48 horas. "Ferrol -decía él para convencer al Alcalde y al parlamentario del Cervera- no va a jugar una carta decisiva en la contienda entablada en España, y es tonto estar matándonos unos a otros. Cuarenta y ocho horas de tregua... y así daremos tiempo a que el triunfo de las armas en el resto de España, nos diga a que lado hemos de colocarnos".

Esto decía Vierna, pero... muy otra era la intención que llevaba al proponer esa demora. Si las circunstancias le hubieran permitido ser sincero, diría: ¡Cuarenta y ocho horas de tregua... y así daremos tiempo a que se prepare la batería de obuses de Bailadora, única que domina totalmente el Arsenal y toda la ría! ¡Cuarenta y ocho horas de tregua... y así daremos tiempo a que los hidros, agotadas las bombas que traen, vayan a La Coruña a provistarse de este material, que no pueden tomar en la Graña, por no ofrecer garantías la actitud de la dotación de aquella base.

Santamaría, animado por el General Azarola que apoyaba la proposición "Vierna", se tragó el anzuelo y dijo a Carrodeguas:

-"Si Vdes. reciben órdenes directas del Gobierno legalmente constituido, cúmplanlas; pero si obran por cuenta propia, creo debe aceptarse la tregua de las 48 horas".

-Pues... a proponerla voy ahora mismo a los comités del Arsenal y de los barcos -dijo el parlamentario del Cervera.

Y... se fue, quedando en volver muy pronto a Capitanía con la contestación de los camaradas.

(1) Otros barcos de la Escuadra habían salido días antes del puerto, con misiones especiales.

(2) No de otra forma puede calificarse este bombardeo de los hidros, puesto que las bombas que arrojaron no superaban los 10 kilos de peso.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

martes, 2 de febrero de 2010

Ayuntamiento y Casa del Pueblo de Ferrol en poder del Ejército

La situación, al amanecer del día 21, no podía ser más apurada ni el resultado más incierto.

Los 350 hombres de tropa -únicas fuerzas leales con que se podía contar en la Plaza- habían logrado imponerse en Ferrol acorralando a los revoltosos hacia el Ayuntamiento y Casa del Pueblo, pero estos edificios estaban todavía en poder de los rojos, y eran defendidos por fuertes contingentes (1) parapetados tras los muros y barricadas de sacos terreros.

En el Arsenal había dos importantes núcleos constituidos en franca rebeldía: uno en el Dique formado por 700 hombres de las dotaciones del Cervera y España, y otro en el cuartel de Marinería del Parque, integrado por unos 300 de las brigadas de Instrucción. Separando estos dos núcleos, había además otros 300 hombres de las Escuelas de Marinería que, aunque no se hallaban en abierta rebelión, tampoco podía disponerse de ellos para combatir a los primeros. ¡Tarea árdua y difícil para las tropas de España, el 21 de julio en Ferrol!

El General Morales acaba de ordenar que se proceda a tomar el Ayuntamiento y la Casa del Pueblo, y el Comandante de Artillería Sr. Esperante, de acuerdo con la Infantería de Marina, planea la operación en la forma siguiente:

El Capitán Pagola, con 20 artilleros, ha de dirigirse por la calle Rochel a la Plaza del Callao, manteniéndose al final de dicha Plaza, en las proximidades de la calle del Carmen, para impedir que los rebeldes del Ayuntamiento puedan escaparse por las calles de Manuel de Cal o del Carmen; el Comandante -con otros 20 artilleros, un camión blindado bajo las órdenes inmediatas del Capitán Calleja, y dos piezas de Montaña "Placencia" mandadas por el Capitán Taboada- bajaría por Galiano a la Plaza de Armas, para poder descargar allí las piezas fuera del alcance del fuego de los rojos; e Infantería de Marina, sin rebasar la Iglesia de la Angustia, barrería con sus fuegos la explanada que hay frente a la Casa del Pueblo, a fin de malograr cualquier intento de ataque a las fuerzas de Artillería.

Descargadas las piezas, entre una verdadera lluvia de balazos procedentes de la parte del Arsenal sobre todo, se ordena el avance de las mismas hasta llegar a colocarlas frente al Ayuntamiento y a 70 metros el edificio, en la unión entre la Alameda de Suances y Cantón de Molíns. ¡Ya estaba allí el heroico Teniente Morenés! (2) Subido sobre unos sacos terreros y escudándose en un árbol, gritaba a los numerosos habitantes de la Consistorial, intimándoles la rendición inmediata.

Convencidos los sitiados, más que por los gritos de Morenés, por las dos piezas de Artillería y demás aparato bélico que presenciaban, se rindieron, antes ya de transcurridos los cinco minutos que se les dieran de plazo. ¡De cuatro en fondo, con los brazos en alto y escoltados por un Oficial y 12 hombres, llegaron a la Comandancia Militar los 70 aspirantes a presidentes de la República democrática, cogidos en el Ayuntamiento! (3)

Rendido el Ayuntamiento, se dirigieron estas mismas fuerzas contra la Casa del Pueblo, que toman al fin, después de haber disparado sobre ella seis cañonazos y haberle lanzado unas cuantas bombas de mano (4).

(1) Guardias municipales, policías, algunos marineros que en los primeros momentos lograron salir del Arsenal, y paisanos.

(2) Muerto gloriosamente en el Guadarrama en los primeros días de la campaña.

(3) Se cogieron además en el Ayuntamiento, gran cantidad de armas y bombas de mano, cintas de goma del Almirante Cervera y algunos fusiles pertenecientes a la dotación de este barco.

(4) Es de advertir que la tan conocida frase "mucho ruido y pocas nueces", podía aplicarse perfectamente a las piezas con que los Artilleros de Ferrol metieron en cintura a los rebeldes. Se trataba de dos viejos cañones Krupp, que para salvas tenía el Regimiento de Costa, y que pudieron ser puestas en servicio con aquel objeto.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.