domingo, 31 de enero de 2010

La Artillería sale a la calle en Ferrol

A todo esto, habían sonado ya las tres de la tarde hora señalada por los marxistas para dar comienzo al movimiento revolucionario, y las tres bombas de palenque con que aquél había de iniciarse, habían llevado ya con su estampido espaciado y seco, la consigna a unos y a otros la inquietud.

Dada la señal, una multitud enorme de hombres armados, salidos de todas partes, empiezan a invadir las calles de la ciudad (1). Mientras unos corren en busca de los tejados y azoteas en donde apostarse estratégicamente, se dirigen otros en grandes masas al Parque del Arsenal Militar, y se encaminan algunos, con objeto de asaltarla, a la casa en donde vivía la madre de los señores Vierna.

No llegó a consumarse el atropello, porque los asaltantes -que ya habían derribado las puertas utilizando para ello una viga de madera, a modo de catapulta- fueron detenidos por D. Jesús Vierna a tiros de pistola, mientras no acudían las fuerzas de Artillería que no tardaron en llegar, pues, enterado el Coronel del Regimiento D. Antonio Corsanego del gravísimo peligro que estaban corriendo los familiares del Comandante Vierna, y del que pudieran correr los de la restante oficialidad seriamente amenazados: -Voy a ordenar -dice dirigiéndose al General Morales con quien se hallaba cuando recibió la noticia- que salga inmediatamente la batería de retén en auxilio de los sitiados, y que envíen aquí a la Comandancia una sección de Artillería (2).

Lo hizo así, y fue el Comandante Sr. Esperante quien recibió esta orden, no tardando ni cinco minutos en cumplimentarla, ya que de antemano había dispuesto la formación de la batería, y previsoriamente comprobado por el Capitán de la misma, que todo el material salía en perfecto estado.

Así pues, a las cuatro y minutos de la tarde, estaban en la calle la batería y sección de Artillería, mandadas la primera por el Capitán Gallego, y por el Teniente Pontijas la segunda.

Pasamos largo rato en busca del epíteto que la justicia reclama para los artilleros de Ferrol, y no lo hemos encontrado. ¿Bravos?... ¿Valerosos?... ¿Heroicos?... Más que heroísmo, valentía y bravura se necesitan, para lanzarse a la calle sin la menor esperanza de éxito. ¿En qué fundarla? El comisionado que se enviara a Azarola no había regresado todavía, persistiendo por consiguiente la creencia de que todo el Arsenal estaba en contra; de las restantes fuerzas de tierra..., a su lado estaban es verdad (eso al menos habían asegurado los Jefes) pero... ¿respondería la tropa? (3). De personal andaban muy escasos: poco más de setenta hombres que nada significaban ante millares y millares de enemigos; el material muy deficiente, con una cantidad de municiones que no respondía ciertamente a las posibles necesidades de tal empresa, aún contando con los doscientos mil cartuchos de fusil, que providencialmente habían llegado momentos antes de la salida de las fuerzas... ¿Cómo clasificar a los Artilleros de Ferrol? Eso:... ¡Artilleros!

(1) Las mujeres socialistas, en bandada repugnante y grosera, recorren en este momento la población, aporreando furiosamente las puertas de las casas, prudentemente cerradas por el vecindario.

(2) En la Comandancia estaban con el General Morales, además de los Jefes de cuerpo que allí quedaran esperando el resultado de la comisión de López Uriarte, el Capitán de Navío Sr. Vierna y el Capitán de Corbeta señor Suances, enlaces entre el Ejército y la Marina, que llegaran momentos antes dando muestras de entusiasmo y fe en el triunfo, aunque sin poder ocultar sospechas y temores de que la marinería llegase a dar un disgusto.

(3) En Intendencia hubo conatos de sublevación, cortados por el Capitán D. Javier González Cela, al ordenar la detención del Maestre de Artillería Plácido Carro Serantes, que estaba en connivencia con los revoltosos.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

sábado, 30 de enero de 2010

Comienza el desarrollo del plan revolucionario en Ferrol

Llega la tarde del día 20, y los obreros de Ferrol, en vez de entrar al trabajo, comienzan a dar muestras inequívocas de que se iniciaba el desarrollo del plan revolucionario.

Antes ya de las tres, hora convenida para anunciar mediante el disparo de tres bombas la huelga revolucionaria, se les ve trabajar afanosamente en la preparación y transporte a lugares estratégicos de sacos terreros y otros utensilios de defensa, indicio claro y evidente de la proximidad de la tormenta que amenazaba con ser desastrosa, si Azarola, Comandante General del Arsenal, persistía en sus propósitos de declararse en cantón independiente y repartir armas a los obreros de la Constructora como públicamente se decía. Esto significaba para los revoltosos un refuerzo importantísimo, que era necesario tratar de evitar a toda costa.

Para ello, los defensores de la España auténtica en Ferrol, deciden enviar al Arsenal un emisario encargado de explorar la verdadera actitud del General, actitud que su Ayudante dijera desconocer, en la anterior reunión de Jefes a que había sido convocado.

El Comandante de Artillería Sr. López Uriarte recibe y acepta, a las dos de la tarde de este día 20 de julio, la comisión nada fácil y menos agradable de entrevistarse con Azarola, trasladándose al efecto a la Comandancia del Arsenal acompañado del ayudante de aquél, y llevando de escolta al cabo Manuel Jorge y a los artilleros Serafín Maurín y José Rodríguez Núñez.

La puerta del Parque estaba cerrada, a pesar de la orden que diera Azarola de que permaneciese abierta. Paró el coche: y mientras se apean los ocupantes, y solicitan entrar, y se abre la puerta pequeña para darles paso, y discuten estos con los centinelas para que faciliten también la entrada del coche (1) etc. etc., aumentan extraordinariamente los grupos de exaltados y sospechosos, muchos de los cuales esgrimen pistolas que quieren disparar contra Uriarte y sus acompañantes. No lo hacen sin embargo, porque otros, cuya opinión prevalece, se oponen a ello (2), y la embajada arriba sin novedad a presencia de Azarola, a quien acompañaban en este momento, un hijo suyo, y el Ayudante Mayor del Arsenal, Capitán de Fragata Sr. Suances.

-Vengo -dice Uriarte- con la comisión de inquirir su parecer acerca de la declaración del estado de guerra.

-Bien -responde Azarola- que lo declaren si quieren. Yo no soy Autoridad. Yo dependo del Comandante Jefe de la base (3). Usted viene equivocado, Comandante. Vaya Vd. al Jefe de la base.

-Sí, tiene V. razón; tal vez esto haya sido una equivocación. Sin embargo, a mí me ordenaron que me entrevistase con V., y le agradecería, mi General, que hablásemos de este asunto, pues las circunstancias son gravísimas, y yo no puedo perder tiempo en tratar de entrevistarme con el Almirante. Además, no sé si lo conseguiría. Estoy seguro de que antes de llegar a él, me detendrían, o me acometerían al menos, retardando el cumplimiento de la misión que me confiaron.

Reflexiona el General, y al cabo de un rato pregunta: -¿Qué es lo que se quiere de mí?

-Que declare el estado de guerra.

-Pero, ¿vino orden del Gobierno?

-No hay Gobierno, mi General; el Gobierno está en crisis desde las cuatro de la mañana. Además... no se puede obedecer a un Gobierno que nos trata peor que a lacayos.

-Eso no. No hagan Vds. eso. No saben en lo que se meten saltando las órdenes del Gobierno. Yo creo que la masa popular no cometerá ninguna salvajada si nosotros no nos movemos, mientras que por el contrario, la declaración del estado de guerra puede exacerbarla, y lo que se busca como remedio, puede llegar a ser causa de sucesos sangrientos (4).

-¡Por Dios, mi General! Si no hay más que asomarse a la puerta del parque para ver que la tormenta que se avecina va a ser espantosa. Yo jamás, ni en mi vida militar en África, he tenido mayor sensación de peligro que la que experimenté al entrar. Me pareció estar delante de un pelotón dispuesto a fusilarme.

-El General, al oír estas palabras, da muestras visibles de reaccionar; pero... sin embargo contesta:

-Creo no pasará nada. ¡Dios no querrá que le pase nada a usted!

-Mi General: y, ¿si me matan a la salida, V. se quedará tan tranquilo?

-No -responde Azarola con energía-. Si a V. le pasase algo, yo intervendría.

En esto irrumpen en la sala dos auxiliares de la Armada y, cuadrándose ante el General le dice uno de ellos: -"Sobre nosotros mi General, acaban de hacer las turbas unos disparos cuando nos dirigíamos al Arsenal".

La noticia pareció impresionar vivamente al Sr. Azarola, y Uriarte, cuyas dotes de diplomático conocemos ya por lo anteriormente relatado, aprovecha el momento y vuelve a la carga, recordando los ultrajes recibidos por el Ejército en Ferrol, y los del Gobierno de Madrid no sólo al Ejército sino a todas las personas decentes, para terminar diciendo: "¡Ninguna persona digna puede considerarse obligada a obedecer a un Gobierno de esta naturaleza!"

Al fin, las atinadas reflexiones de Uriarte parecen haber dado al traste con la resistencia de Azarola. Este medita largo rato, y da por terminada su meditación con estas palabras que sonaron a orden militar: -¡A declarar el estado de guerra!

Encantado Uriarte al ver terminado tan felizmente su cometido, pensando con honda satisfacción en que acababa de ganar un General para la Causa y salvado la vida de Azarola, pidió a éste permiso para comunicar a la Comandancia la orden de que se declarase el estado de guerra. ¡Era ya tarde... a pesar de haber transcurrido sólo contados minutos! -Espere V. que voy a informarme, dijo el General. ¡En su interior debía estar desarrollándose una lucha terrible!

(1) A ello se oponían los centinelas porque temían que, abierta la puerta grande, se avalanzase por ella la muchedumbre.

(2) Más duchos, no querían comprometer con actos de salvajismo, el esperado reparto de armas a los camaradas.

(3) Era Jefe de la base el Sr. Núñez que, como ya hemos indicado, estaba del todo al lado del Ejército.

(4) Azarola había sido Ministro de Marina, y sólo la lealtad a los hombres que le encumbraron, puede disculpar su razonamiento. ¡Viejo razonamiento empleado desde el advenimiento de la República por todos los cobardes en nuestro campo, e invocado como pretexto por todos los fariseos del campo contrario! ¡No se debe provocar!: Máxima encubridora del miedo que nos dominaba cuando nos proponían la conveniencia de organizar o simplemente asistir a algún acto de propaganda social o religiosa. ¡Nos han provocado!: ¡Hipócrita disculpa, con que, despóticos gobiernos y masas ingobernables, trataron de justificar el asesinato, el incendio, el atropello y toda clase de infamias en nuestra Patria.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

viernes, 29 de enero de 2010

Preparativos revolucionarios y actividades antirrevolucionarias en Ferrol

Entretanto..., el Alcalde D. Antonio Santamaría hablaba telefónicamente con el Gobernador, y le manifestaba sus propósitos de declarar la huelga general y proceder a la incautación de armas (1). Ordena la requisa de éstas y manda sean depositadas en la Comisaría de Policía, desde donde, en la mañana del día 20, habían de ser trasladadas al Ayuntamiento y repartidas, por orden suya y en su presencia, a los paisanos del Frente Popular (2).

La efervescencia e inusitada actividad de la población obrera, manifestada en su desenfadada actitud, en sus frecuentes entradas y salidas al Ayuntamiento y Casa del Pueblo, en sus cabildeos y requisas de todo género, aumentaba de momento en momento cargando la atmósfera de preocupaciones y serios temores. Así transcurrieron en Ferrol el día y la noche anteriores al 20 de julio de 1936.

En la mañana del día 20, los obreros de la constructora entraban al trabajo (3) y... en los Centros Militares se trabajaba también.

La situación era gravísima. El conglomerado de fuerzas que guarnecían la Plaza, complejo en extremo. ¡Era necesario convocar a todos los Jefes de cuerpo, antes de tomar una decisión!

Estos se reúnen: los del Ejército (4) en la Comandancia Militar, y los de la Armada en Capitanía. Allí, todos están conformes en que hay que tomar, sin titubeos ni restricciones de ningún género, el acuerdo de salir a la calle para cortar cuanto antes los desmanes que se iniciaban. Aquí, en Capitanía,... hay diversidad de pareceres.

El Capitán de Navío D. Manuel Vierna, una de las más relevantes figuras del Movimiento en Ferrol, va preguntando a cada uno de los reunidos su opinión respecto a la conducta que debía observar la Marina en aquellos momentos. Casi todos los reunidos opinaron que procedía sumarse inmediatamente al Movimiento iniciado por el General Franco, menos uno de los Jefes allí presentes que dijo, que él tenía muchos hijos... que la cosa estaba todavía muy oscura... que era mejor esperar..., haciendo otras reflexiones por el estilo en las que fue secundado por el Comandante del Cervera.

Cuando se estaba celebrando en Capitanía este Consejo de Jefes de Cuerpo, llamó Azarola por teléfono al Almirante señor Núñez, diciéndole, que consideraba facciosa aquella reunión de Jefes y que, por tanto, procediesen inmediatamente a la detención de los mismos. Amenazaba, si así no se hacía, con soltar los presos (unos cabos-radios que estaban detenidos) afirmando con ello su decisión de ponerse en contra del Movimiento.

-¡Deténgase a Azarola! -dijo el Teniente Coronel de Infantería de Marina, al oír la referencia de la conversación telefónica. Sin embargo... Azarola no fue detenido entonces, ni lo fueron tampoco los Jefes cuya detención él había ordenado y que salieron de Capitanía sin haber acordado nada definitivo ni concreto, aun cuando los más, al volver a sus puestos, sabían muy bien a qué habían de atenerse.

En la Comandancia, sí; se había acordado por unanimidad cursar órdenes a los cuarteles, para que las tropas estuviesen preparadas a salir al primer aviso.


(1) Contestación del Gobernador: "El éxito depende de que no se aparente propósito ofensivo".....

(2) El Capitán de la Guardia Civil, Sr. Barba, se negó terminantemente a depositar las armas recogidas por sus fuerzas, en otro lugar que no fuera el propio cuartel.

(3) Seguían el consejo del Gobernador: "El éxito dependerá de que no se aparente propósito ofensivo".

(4) Coronel de Artillería Sr. Corsanego, Coronel de Infantería señor González, Teniente Coronel de Ingenieros Sr. Blanco, Teniente Coronel de Intendencia, Comisario de Guerra; Teniente Coronel de Estado Mayor señor Hernández, Teniente Coronel de Artillería Sr. Fano, Comandante de Artillería Sr. Iglesias, Capitanes Regalado de Infantería, Lobo de Artillería y otros.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

jueves, 28 de enero de 2010

Los marxistas acometen a un grupo de Artilleros en Ferrol

La campaña desatada contra el elemento militar, culminó en un cobarde atentado, que el 19 de julio llevó la indignación a los cuarteles.

El sábado 18, habían llegado a Ferrol unos 15 Tenientes de Artillería con objeto de asistir a un curso de costa, y al día siguiente 19, cuando en grupo marchaban algunos de éstos por la calle, advertidos ya de que era muy peligroso salir separados, se vieron de improviso acometidos a balazos por una numerosa partida de pistoleros. Cuatro oficiales cayeron heridos, uno de ellos de suma gravedad, pues le metieron nueve balazos en el cuerpo, y los otros, ante la superioridad de los atacantes, se replegaron como pudieron llevándose a tres de los compañeros caídos, mientras el otro, conducido a una casa por aquella manada de asesinos, recibía, tendido en una cama, las bárbaras caricias de las culatas de las pistolas humeantes todavía. De allí fue trasladado al Ayuntamiento, a donde fueron a rescatarlo el Capitán Calleja y otros Oficiales -que tuvieron, para conseguirlo, que amenazar al alcalde con bombardear la casa- al tiempo mismo que una batería al mando del Capitán López Sors, salía a dar una batida y efectuar algunos cacheos por un sector de la población (1).

Este hecho de incalificable barbarie, sacudió en tal forma los nervios de todo el regimiento (2), que, después de un cambio de impresiones entre Jefes y Oficiales, acordaron mandar aquella misma noche una comisión a entrevistarse con sus compañeros de Infantería de Marina, Infantería de Ejército y Marina de Guerra para, de acuerdo todos, solicitar del Gobernador Militar, General Morales, la inmediata declaración del Estado de Guerra.

El General Morales, dispuesto desde el primer momento a declarar el Estado de Guerra, con cuyo objeto había ya celebrado varias entrevistas con el Almirante Sr. Núñez (3), recibe con honda satisfacción la seguridad de que todas las fuerzas de tierra tienen un mismo pensamiento, compartido por Infantería de Marina, y la totalidad casi de los Jefes y Oficiales de la Marina en Ferrol. Sin embargo... era necesario esperar. Se conocían las noticias de África; "Radio-Sevilla" anunciaba que toda Andalucía estaba en poder de las fuerzas libertadoras; el Gobierno por su parte insistía en que el levantamiento estaba sofocado; de la División no había órdenes concretas y, sobre todo, en Ferrol había una incógnita que era necesario descifrar antes de decidirse a una empresa de tanta trascendencia: ¡El Arsenal! ¡La actitud de Azarola, de quien públicamente se decía que iba a constituirse en cantón independiente!... ¡Era necesario esperar!

(1) Contra esto que le parecía un abuso, reclamó el Alcalde Santamaría ante el Comandante Militar. Quería, por lo visto, que los Artilleros se dejasen matar impunemente.

(2) La indignación era general incluso entre las clases y la tropa a las que habían alcanzado también las agresiones.

(3) El Almirante, animado de los mismos deseos e iguales propósitos, forzosamente tuvo que verse detenido en ellos por múltiples sospechas que el tiempo vino a confirmar.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

miércoles, 27 de enero de 2010

Estado de Ferrol previo a las elecciones de febrero de 1936

El estado social de Ferrol en julio de 1936, era sencillamente lamentable y caótico. La población trabajadora e industrial, que en el censo de habitantes formaba mayoría absoluta, olía de lejos ya, a descomposición espantosa. Antes ya de las elecciones de febrero, se hacía una propaganda abierta y descarada contra la Religión y los Institutos armados (1). La vista de la causa que, por los sucesos de Octubre del 34, se instruía contra Morgado, Quintana y otros dirigentes socialistas, verificada días antes de las famosas elecciones, constituyó una verdadera exaltación de los procesados, a quienes las masas tomaron como mártires y veneraron como redentores.

A partir del 16 de febrero, la situación se agrava por momentos a medida que se acentúa el predominio socialista. El día 20, y para celebrar el ficticio triunfo electoral, se formó una nutrida manifestación en la que no faltaron ni el grito subversivo, ni el trágico resplandor de las teas incendiarias (2). El 23 de marzo, el Frente Popular de izquierdas formado por Galleguistas, Comunistas, Socialistas, Izquierda Republicana y Unión Republicana, eleva al Presidente del Consejo de Ministros una exposición de la que entresacamos las siguientes palabras: "Es preciso destacar el hecho de que en esta plaza, sólo se han significado en sus campañas de intervención política -fascismo- (3) en una forma casi colectiva, la Marina de Guerra y el cuerpo de Artillería del Ejército (4).

Efecto acaso de esta opinión de los zurdos, el insulto a los militares, artilleros sobre todo, era diario y constante. Más de una vez, en pleno paseo de la calle Real, tuvieron los Oficiales del Ejército que liarse a golpes con los desaprensivos provocadores, que eran ordinariamente los menos responsables. Ellos actuaban, pero los verdaderos culpables estaban detrás de la cortina. No necesitaban molestarse, ni exponerse a la réplica contundente de la injusta provocación. Habían formado su cuerpo de testaferros tomados del arroyo, y... para eso les pagaban: para que un día el "Piojo", vestido con traje talar, se pasease por las calles haciendo ridículas piruetas y profiriendo atroces groserías; para que otro día colocasen otros la bandera roja en el convento de la enseñanza y apedreasen a las hermanitas de los pobres, y... para que todos aprovechasen siempre la ocasión de zaherir y molestar a Jefes y Oficiales de la guarnición.

Ferrol, en el aspecto social, sería un doloroso purgatorio, si no hubiera sido un verdadero infierno.

(1) El Capitán Lobo y el Teniente Soances, tuvieron que hacer una penosa y larga peregrinación de autoridad en autoridad, para conseguir fuesen retiradas de la calle unas hojas soeces e insultantes contra un sacerdote de Burgos.

(2) La cola de esta manifestación hizo destrozos en el casino y convento de Misioneros, quemando además el Centro de Derechas y otros edificios.

(3) Todo elemento de derechas era considerado como fascista.

(4) Como indeseables eran señalados en esta exposición mandada al Gobierno y Frente Popular Madrileño, los Sres. Almirante Calvar; D. Manuel Vierna, Capitán de Navío; Comandante de quilla del Canarias, Sr. Vierna; Comandante de Artillería, Sr. Vierna; Ayudante Mayor del Arsenal, Sr. Suances; Teniente de Artillería, Sr. Vierna; Capitanes de Artillería Lobo y Calleja; Coronel de Artillería; Comandante Militar Sr. Morales, y Teniente Coronel de Ingenieros, Sr. Blanco.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

martes, 26 de enero de 2010

Se restablecen las comunicaciones ferroviarias

Con la misma rapidez con que en La Coruña se llevó la reconquista y pacificación de los pueblos de la provincia, solucionose también el conflicto de las comunicaciones ferroviarias.

Encargado de esta misión el Comandante de Ingenieros don Andrés Fernández Albalá, se constituye el día 24 en la estación de La Coruña con una escolta de seis hombres; hace fijar el bando movilización de todo el personal; se entrevista con jefes e inspectores de servicios; observa el estado del material móvil (que había quedado intacto), y procede finalmente a los trabajos de movilización que logra ver terminados el domingo, día 25.

A las once de la mañana de este mismo día, dos locomotoras, una de reconocimiento y arrastrando otra un tren de trabajo para reparación de vía, avanzan con dirección a Betanzos, mientras el Jefe Comandante Albalá sigue paralelamente, vía carretera, movilizando el personal.

El convoy mandado por D. Manuel Antolín, Alférez de complemento de Ingenieros, encuentra la vía de Coruña a Betanzos cortada antes del túnel de Oza primero; a la salida de este túnel después, y a 4 o 5 kilómetros de este último corte luego, procediendo a su reparación que, ni fue difícil ni blanco tampoco de agresiones.

En Betanzos, coincide este convoy con otro que venía de Ferrol mandado por un Teniente de Ingenieros, que, con personal a sus órdenes, traía la misión de explorar y reparar el trozo Betanzos Ferrol, pudiendo por consiguiente, este día 25, regresar los trenes a sus respectivas bases, dejando establecida comunicación directa entre Coruña y Ferrol.

El Comandante Albalá sigue este día el trabajo de movilización hasta Lugo, en donde entra a las once de la noche, dejando articulado el personal suficiente para que, al siguiente día lunes 26, pudiese llegar a Lugo un tren que saliera de La Coruña, quedando así unidas también estas dos capitales.

El martes 27, intenta mandar desde Monforte -a donde partiendo de Lugo había llegado en sus trabajos de movilización- un tren hacia Orense y otro hacia Lugo, que son rechazados a tiros teniendo que retornar al punto de partida. Con todo, el miércoles 28, quedaba restablecido el enlace con Orense y cerrada la comunicación con Vigo.

También este mismo día, un Capitán de Ingenieros que saliera de Monforte con un tren de reconocimiento, cerraba (entrando en Ponferrada a las nueve de la noche) la comunicación con León, de donde había salido otro destacamento de exploración y reparación al mando del Capitán de ferrocarriles Sr. Lucini; de suerte que, el día 30 de julio, estaba ya expedita toda la red ferroviaria hasta León, y el 31 salía de Vigo, con dirección a Burgos, el primer tren de pescado que las rías gallegas mandaban a Castilla.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

lunes, 25 de enero de 2010

Triunfa el Movimiento en La Coruña: los marxistas desalojados de sus últimos reductos

Los rojos, maltrechos en su primera jornada, se habían replegado hacia Sta. Margarita y el Gurugú, conservando en su poder los barrios de la Estación, Fernández Latorre, Castiñeiras, Monelos, Nelle y otros, con construcciones como la Estación del Norte -en la que roban, saquean y se apoderan de Jefes y empleados que ponen cara a la pared para fusilarlos- Escuelas Labaca, Chalet de Torrado, Fábrica de Tabacos, Obras en construcción de Bendamio y otros edificios, en los cuales se habían fortificado y almacenado armamento (ametralladoras incluso) y dinamita en abundancia (1).

Contra estos objetivos se dirigen los ataques de las fuerzas de España en la mañana del día 21.

Amanece este día con unas explosiones tremendas que resuenan en toda La Coruña y en varios kilómetros a su alrededor. Dícese que son los mineros asturianos que acuden en auxilio de sus camaradas gallegos. No era así sin embargo: mineros eran; pero los de Vivero y Noya que, en nutrida columna, avanzaban por Linares Rivas para infiltrarse en la población.

No pasaron de la plaza de Orense. Allí les hace frente la sección de la Guardia Civil que custodiaba la Radio, y logra detener de momento la marcha de los revoltosos.

Pronto se rehacen éstos, e intentan proseguir el avance interrumpido; pero una ametralladora colocada en las inmediaciones del Colegio Dequit, les hace fuego de flanco, y tienen que retroceder, replegándose sobre el Chalet de Torrado y la casa en construcción del Sr. Bendamio, de cuyos baluartes fueron luego desalojados por una batería del 16 Ligero mandada por el Capitán Judel, y una sección de morteros del Regimiento nº 29 al mando del Teniente Español.

Por la tarde de este mismo día, una compañía de Intendencia (que ya actuara también por la mañana) Infantería, artilleros con fusiles y Guardia Civil al mando del Capitán Oliete, desalojan a los marxistas que hostilizaban desde Sta. Margarita y el Gurugú, y limpian de revolucionarios todo el sector hasta la barriada de Monelos (2).

El miércoles 22 se completó la obra de días anteriores, avanzando hasta la estación cuyo edificio queda en poder de las tropas, y establecido contacto con las fuerzas de Asalto bloqueadas hasta entonces en sus cuarteles. Con esto, pudo darse por dominada la situación en La Coruña que volvió rapidísimamente a la normalidad (3), y pudieron las fuerzas de la guarnición acudir en auxilio de los pueblos limítrofes.

En la mañana del 22, en vista de las noticias que se recibían de Betanzos en donde los marxistas trataban de adueñarse del pueblo, salieron de La Coruña con aquella dirección fuerzas de la G. C. al mando del Teniente Antelo. Al llegar a Guísamo, la fuerza recibe -de revoltosos emboscados- una descarga cerrada, de la que resultan heridos el conductor del camión guardia Bazaga y el cabo de la ametralladora Sr. Blanco, y muerto el guardia sirviente de la máquina Alejandro Reyes. La expedición no pudo por esto continuar, y regresó a La Coruña.

A las tres de la tarde de este mismo día, sale una columna compuesta de Guardias de Asalto, Guardia Civil, y una sección de morteros del Regimiento 29, que, después de un fuerte tiroteo, se une en Betanzos a las fuerzas que defendían el casco de la población y puntos estratégicos que conservaban. Esta columna hace noche en Betanzos, y regresa por Sada al día siguiente.

El jueves, día 23 -mientras otras fuerzas se desplazan al Burgo, Cambre, Carral, Órdenes, etc.- salen las de la Guardia Civil mandadas por el Capitán Oliete y el Teniente Santos, a batir los grupos rebeldes que seguían actuando en Vimianzo, Corcubión, Cee, Puente del Puerto y otros pueblos limítrofes.

En estas operaciones complementarias sobre todo, fueron eficazmente ayudadas las fuerzas armadas por elementos civiles que, desde el primer momento, se habían ofrecido a trabajar bajo la dirección del Ejército por la salvación de España.


(1) El cuartel de la Guardia de Asalto, emplazado en este sector, quedaba por consiguiente bloqueado, y en él unos cien hombres mandados por el Capitán Herminio, que en los primeros momentos se apoderaron de la Campsa y tuvieron luego que permanecer a la defensiva, batidos durante dos días por las alturas de los Castros, estación y fábrica de tabacos, haciendo de cuando en cuando algunas salidas, en las cuales cogieron 45 prisioneros.

(2) No se fueron los revolucionarios, de este sector de la ciudad, sin haber dejado muestras de su salvajismo: saquearon e incendiaron luego la casa-chalet que en la entrada de la carretera del Espiño tenían los familiares de D. Maximiliano Linares Rivas, calculándose las pérdidas en 200.000 pesetas; incendiaron la sacristía de San Pedro de Mezonzo y profanaron el templo; asesinaron en el Hotel Europa al Magistrado de Sala de lo Criminal de la Audiencia D. Policarpo Fernández Costas Valdés, y despojaron e incendiaron la residencia de Redentoristas, dándose el caso de haber sido puestos a la venta por aquellos lugares, colchones (producto de la rapiña) al precio de 3 y 4 ptas.

(3) El día 24 el Comandante de Ingenieros D. Andrés Fernández Albalá encargado dos días antes de movilizar tranvías y ferrocarriles, consigue echar a la calle cuatro tranvías, y al día siguiente doce tranvías más del servicio urbano.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

domingo, 24 de enero de 2010

20 de julio en La Coruña: salen las tropas a la calle

A las dos y media de la tarde avanza por junto el Hospital Militar una batería que, protegida por una sección de Infantería, va a colocarse en el Parrote, detrás mismo del edificio de la División, emplazando dos piezas del 7 en la explanada de la antigua cárcel.

Al mismo tiempo, una compañía de Infantería (la 1ª y del 2º) mandada por el Capitán D. Mariano Areizaga, se dirige a la plaza de María Pita, y se interna otra mandada por el Capitán Volta por la calle Orzán camino de la Telefónica, objetivo que persigue también (atravesando la Plaza de Pontevedra y siguiendo por la calle de San Andrés) el Teniente Sarandeses al frente de una sección de la Guardia Civil, mientras otra sección del mismo cuerpo al mando del Teniente González, marcha contra el Palacio de Justicia y la emisora local.

Estas fuerzas, lo mismo que las de Intendencia, Sanidad y todas en fin las que en los primeros momentos tuvieron confiada por el mando militar alguna misión en la calle, fueron recibidas por los diez mil marxistas que en armas había dentro de la ciudad, con nutrido fuego que salía de todas partes, pero que, afortunadamente, casi nunca llegaba a producir bajas.

Sólo la batería instalada en el Parrote, tuvo la desgracia de perder en estos primeros momentos al cabo Santiago Gómez.

Por cierto, que la muerte de este soldado dio ocasión al Capitán Méndez Nava, que con los tenientes Ozores (D. Fernando) y Cañada mandaba la batería, para poner de manifiesto su arrojo y valor sin límites:

Al ver el Capitán caer sin vida al cabo de la batería y heridos a cuatro o cinco individuos, víctimas de los disparos que les hacían desde el Gobierno Civil, mandó se retirasen todos, encargándose él sólo de servir las piezas.

Luego que las fuerzas del Ejército y Guardia Civil hubieron tomado posiciones que les permitiesen atacar los objetivos propuestos, se conminó al Gobernador a que se rindiera, obteniendo de él una rotunda negativa; razón por la cual, se procedió al empleo de la fuerza en todos los sectores a que antes hemos aludido.

Sobre las tres de la tarde, la batería instalada en el Parrote abre fuego contra el Gobierno Civil, lanzando contra él 20 cañonazos con precisión verdaderamente admirable, que son contestados por fuego de ametralladora y mortero, derivados intencionadamente los tiros de estas últimas máquinas, por estar mandadas por el Teniente Reigada, adicto al Movimiento, como su compañero Raúl García al que, la presión de las pistolas, obligaba también a simular que defendía la causa del Gobierno.

El Teniente González consigue ganar a los Guardias de Asalto que custodiaban el Palacio de Justicia y Radio-Coruña, ocupando rapidísimamente estos locales, y adueñándose, después de haber batido con certero fuego la casa de la C. N. T., de toda aquella barriada (1).

La sección mandada por el Teniente Sarandeses avanza con mucha dificultad, pues encuentra una resistencia enorme en la Plaza de Pontevedra y en la calle de San Andrés sobre todo. Llega no obstante hasta la Telefónica, y una vez allí, conmina al sargento que mandaba las fuerzas defensoras a que se rinda y entregue el edificio, contestando el de Asalto, que él no entregaba nada sin orden de sus jefes.

Avisado entonces el Coronel Martín Alonso de esta contestación, comisiona al Capitán Galán (de Gran Prestigio entre los Guardias de Asalto) para que intervenga, por ver si así podía evitarse el derramamiento de sangre. Galán habla por teléfono con el sargento aludido, y le dice, que él mismo en persona va a hacerse cargo de la Telefónica.

-¡A sus órdenes! -contesta el sargento-. No haremos fuego; pero tenga cuidado, mi Teniente, que estamos rodeados de rojos por todas partes.

Sale Galán con un pelotón de 15 a 16 hombres en un coche de la División, y atravesando una prolongada cortina de fuego, después de dejar el coche inutilizado junto a la fábrica de gas, y a la mayor parte de su gente en el camino, llega a la Telefónica con un cabo y dos soldados, apoderándose del edificio sin resistencia alguna por parte de los defensores, pero en medio de una granizada de balas que salían de las casas inmediatas.

Entre tanto, la compañía mandada por el Capitán Volta, en magnífica operación, tenía a raya a los revoltosos en todo el sector que le habían confiado; la sección de ametralladoras había tomado el Ayuntamiento, y la 2ª del 2º había cruzado ya la plaza de María Pita y avanzaba por Riego de Agua -después de haberse apoderado de Telégrafos y Correos- amagando desde muy corta distancia el edificio del Gobierno Civil, que, batido por los certeros disparos de la Artillería y los morteros de 81 milímetros de Infantería, y totalmente desmoralizada su principal defensa (los Guardias de Asalto) al saber que los Tenientes Galán y Miranda estaban con el Ejército (2), ser rindió izando bandera blanca a las cinco y media de la tarde, media hora antes de entrar en el puerto, procedente de Ferrol, el Torpedero Nº 2 (3), y de volar sobre la ciudad dos hidros de la Base de Marín que venían igualmente de la ciudad departamental.

El Gobernador que, contra el parecer de su mujer que le llamaba cobarde y otras lindezas, había tomado la determinación de entregarse, quedó detenido con muchos de sus acompañantes y todas las fuerzas de Asalto que defendían el Gobierno, y que fueron muy pronto puestas en libertad y armadas de nuevo.

Al cerrar la jornada, por tantos conceptos gloriosa, del 20 de julio en La Coruña, quedaban en poder del Ejército toda la ciudad vieja y el resto de la ciudad hasta Juana de Vega, con edificios tan importantes como el Gobierno Civil, Ayuntamiento, Telégrafos y Correos, Telefónica, Radio-Coruña y otros.

(1) Al apoderarse de la Radio, el Teniente González leyó desde ella el Bando de Guerra. A poco suena el teléfono y... la mujer del Gobernador que pregunta: -¿En nombre de quien proclama Vd. el estado de Guerra?

-No tengo por qué darle explicaciones -contesta el Teniente-; pero si tiene Vd. mucho interés en saberlo, le diré que, en nombre de España.

(2) Galán y Miranda, expulsados del Cuerpo por el Gobierno del Frente Popular, habían sido de Asalto y se pusieron luego al frente de estas fuerzas en Coruña.

(3) Al Comandante de este barco ordenó el Teniente Coronel Vallés que metiera todos los barcos en puerto, bien pegados a la dársena, y que hiciera fuego sobre cualquiera embarcación que intentara salir.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

sábado, 23 de enero de 2010

20 de julio en La Coruña: González Vallés moviliza a la Guardia Civil

Eran las primeras horas de la tarde del día 20, cuando se transmitía a los cuarteles la orden de salir a declarar el estado de guerra, y el Teniente Coronel Vallés comunicaba con la Guardia Civil:

-¿Es el Sargento Santos? Que se ponga el Sargento Santos al aparato.

-... Aquí la División. Soy Vallés. ¿Me conoces?... ¿Estás bien seguro de que es el Teniente Coronel Vallés el que te habla?

-Sí, mi Teniente Coronel.

-Bueno, pues... ¡a la calle inmediatamente! ¡A tomar la radio y la telefónica! (1) Y ahora, para que yo me convenza también de que tú eres el Sargento Santos, grita muy alto muy alto ¡Viva España!

Y... al otro lado del teléfono resonó el grito de guerra virilmente contestado: ¡Viva España!

Con esto contaban ya en la Guardia Civil todos los Oficiales y algunas clases, a quienes el Teniente González comunicara las seguridades que, de salir este día a la calle, dieran Olavide primero y más tarde el Capitán de Ingenieros Sr. Ramón y el Diputado D. Manuel Saco Rivera (2).

Sin embargo, recibida la orden telefónica comunicada desde la División por Vallés, y después de haber confesado Oficiales y clases al Coronel que los había reunido para darles cuenta de aquélla, que todos estaban al lado del Ejército, hay en el Cuartel unos minutos de vacilación, que corta el Teniente González de acuerdo con el Sargento Santos, mandando a un guardia que tocase generala.

Al escuchar el toque, se produce en el cuartel el revuelo consiguiente, y resuenan por todas partes los gritos de ¡Viva España! con que la Guardia Civil de la capital firma su adhesión inquebrantable a las fuerzas del Ejército, y destituye los fantásticos sueños del Gobernador que creía, o fingía creer, que podía contar con la Guardia Civil, según se desprende del hecho de que, dos horas antes, a las once de la mañana, aconsejaba al pueblo por medio de la radio, que aplaudiese y vitorease a los guardias de Asalto y a la Guardia Civil: "Gloriosas fuerzas que están a nuestro lado" (3).

Se engañaba el Gobernador. A su lado en aquellos momentos, no tenía (de fuerzas armadas) más que las de Asalto, convencidas unas y arrastradas las más, por el Comandante Quesada y el Capitán Tejero Langarina (4).

Con ellas y las improvisadas aunque numerosísimas milicias marxistas, iba el Gobernador Sr. Pérez Carballo a intentar una resistencia, que sólo iba a servir para comprar con ella su propia ruina, y poner de manifiesto el arrojo y valentía de la guarnición de la capital, confiada por Cánovas a las órdenes y dirección del Coronel Martín Alonso.

(1) Eran los objetivos asignados a la Guardia Civil.

(2) El Sr. Saco Rivera, huyendo de la persecución de que era objeto por parte de los marxistas, se había ocultado en el domicilio del Teniente González, en espera del momento oportuno en que sus servicios pudieran ser eficaces en la calle.

(3) Esta proclama radiada, del Gobernador, obedeció acaso a la respuesta que del cuartel de la Guardia Civil dieron a la orden que él acababa de cursar pidiendo el envío de algunos números para reforzar la defensa del Gobierno Civil. Se le contestó que sí, se le enviarían, pues no parecía prudente dar otra contestación en aquellos momentos. Aparte de esto, en el Gobierno Civil se hallaba el Comandante Ríos, cuya presencia pudo muy bien originar la falsa inteligencia del Gobernador respecto a la verdadera actitud de la Benemérita.

(4) Desde luego, al Cuerpo de Asalto se le creía en general adicto al Gobierno. Se sabía sin embargo, que el Capitán Armas y algunos Tenientes a quienes llegaran los enlaces, eran partidarios del Movimiento, así como también muchos individuos de tropa.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

viernes, 22 de enero de 2010

Mañana del 20 de julio en La Coruña: asume el mando de la División el Coronel Cánovas

En vista de que el General Salcedo se mostraba irreductible, fue detenido en el acto (1), encargándose del mando de la División el Coronel Cánovas.

Olavide, que más tarde había de dar valientemente su vida en defensa de la Causa, es quien, por teléfono, comunica la noticia al Cuartel de Artillería, añadiendo: "que tengan preparadas las baterías para salir a la calle tan pronto como lo ordene Martín Alonso, encargado por Cánovas de la Comandancia Militar".

De Artillería le contestan que, como no está el Coronel, manden la orden por escrito.

-Por escrito irá -dice Olavide- y al Coronel no le esperen porque está detenido.

Efectivamente, de allí a poco llegaba la orden escrita, con gran contentamiento de los Artilleros que, de modo tan lúcido, habían de contribuir a dominar la situación en La Coruña.

Al mismo tiempo, o acaso un poco antes, se enteraban también en el Cuartel de Infantería, en ocasión en que el Coronel Martín Alonso, Jefes, Oficiales y el General Caridad Pita se hallaban en el cuarto de banderas en donde se habían reunido, terminado el acto de la promesa a la bandera que atrás dejamos reseñado.

-A sus órdenes, mi Coronel -dice entrando en el cuarto de banderas y dirigiéndose a Martín Alonso el Teniente Osuna-: en este momento acaba de tomar el mando de la División, el Coronel de Ingenieros Sr. Cánovas.

A estas palabras, el General Pita, con la más viva sorpresa pintada en su semblante, dice en actitud de marcharse:

-Voy a enterarme si es verdad.

-¡No se marche! -dice Martín Alonso interceptándole el paso-: no es conveniente que Vd. se marche.

-Pero... ¿es que no puedo salir?

-Es que... está Vd. mejor aquí entre nosotros.

-¿Estoy detenido?

-Como Vd. quiera (2).

Y... detenido quedó, ocupando una habitación en la sala de Justicia, mientras se procedía a reforzar la defensa del cuartel, y se cursaban órdenes para la declaración del Estado de Guerra.

La Guardia Civil tenía también en aquellos momentos su digno representante entre aquellos Jefes y Oficiales que en La Coruña dieran al traste con las intenciones de Caridad Pita y las sospechosas dilaciones de Salcedo Molinero.

Era éste, el Teniente Coronel Vallés, figura muy destacada, a quien los elementos del Frente Popular tenían sometido a escrupulosa vigilancia, a partir sobre todo de la brillantísima actuación de este militar con motivo de los sucesos del 16 de abril en Madrid, originados en el entierro de un Alférez del Cuerpo vilmente asesinado por los marxistas.

Vallés que, después de haber sufrido un arresto de dos meses en Guadalajara por su participación en aquellos sucesos, se trasladará a La Coruña hacia el 20 de junio en calidad de disponible, no había perdido nunca el contacto con los enlaces del Movimiento. Estaba pues al tanto de todo lo que ocurría en La Coruña, y tomaba parte directa en los trabajos preparatorios del levantamiento (3).

Así, el día 19 de julio, hace saber a los Jefes de la Guarnición que él, caso de que salgan las tropas, se compromete a sacar a la Guardia Civil y ponerse al frente de ella. Entéranle de que hay algunas dificultades, "que estamos tratando de vencer, le dicen, y V. no se mueva de su casa para no tener que andar buscándole llegado el momento". Y... el momento llegó.

Asumido el mando de la División por el Coronel Cánovas, Vallés es llamado urgentemente a Capitanía. De esto se entera en la calle, pasada ya la media mañana del día 20, pues sus nervios no le permitían esperar sentado los acontecimientos.

Entra a su casa, se pone el uniforme, se arma convenientemente, y corre al Cuartel de la Guardia Civil en busca de coche y escolta. Se entrevista con el Coronel Pérez Tella, y le dice que acaba de ser llamado a la División y que, para trasladarse allí, necesita un coche y algunos números de escolta, ya que sería suicida hacer en aquellas circunstancias el viaje solo y a pie.

-"Vaya Vd. como pueda", fue en definitiva la contestación de Pérez Tella a su demanda.

En vista de tal negativa, se traslada Vallés al domicilio del Teniente Coronel Haro (que se hallaba también en situación de disponible), y desde allí, comunica telefónicamente a la División que no encuentra medio de atravesar, con probabilidades de llegar con vida, la zona peligrosa que le separa de Capitanía.

-Ahora van a recogerle, le dicen. Y en efecto, a poco llegaban el Capitán Togores y dos soldados en un coche, que le transportó a la División.

No es el Teniente Coronel Vallés hombre que pueda disimular sus sentimientos ni contener fácilmente sus entusiasmos patrióticos. Entró en Capitanía dando gritos de ¡Viva España!, que resonaban en todos los ángulos de la casa.

La duda acerca de la actitud de la Guardia Civil, mordía aún el corazón de algunos de los habitantes de la División. Alguien dijo a Vallés tan pronto como éste llegó:

-¡Se dice que la Guardia Civil está con el Gobierno!

-Yo les aseguro a Vdes., que la Guardia Civil sale en el momento mismo en que yo se lo ordene.

-¿Está V. seguro?

-Les ruego que no vuelvan a preguntármelo ¿Con cuántos hombres cuentan ustedes?

-Con unos cuatrocientos o quinientos.

-¿Quinientos hombres? ¡Sobran la mitad!

-¿A la calle pues?

-¡A la calle!

(1) Con él fueron también detenidos el Coronel de Artillería Sr. Torrado, el Comandante de E. M. Sr. Alonso que aceptara la Jefatur de E. M. en sustitución de Tovar, y el Comandante de Ingenieros Sr. Aúz, todos los cuales tuvieron la mala ocurrencia de adherirse a la actitud del General.

(2) En este momento, el Teniente Ríos, a quien en Asturias esperaba la muerte de los valientes, da unos vivas a Franco y mueras a los traidores, que son unánimemente contestados.

(3) No era la primera vez que los movimientos de Vallés eran vigilados por los sabuesos del Frente Popular.

Ya en Madrid, en donde desempeñaba la jefatura del Parque Móvil, su actuación digna y patriótica despertara las sospechas del Director General de Seguridad, como lo demuestra el hecho siguiente:

Unos días antes de la Semana Santa del 36, Vallés fue invitado a una fiesta familiar que unos parientes suyos celebraban en las afueras de Madrid, en una finca que éstos poseían a cinco o seis kilómetros de la capital. No pudo asistir al almuerzo a que concurrieron el Ayudante suyo Capitán de la Guardia Civil, algún otro militar y elementos de derecha; pero, a las tres de la tarde, salía en el coche oficial y vestido de uniforme, camino de la citada finca, con objeto de acompañar en el café a los asistentes a la fiesta.

Llegada la hora de regresar a Madrid, pidieron al Teniente Coronel que llevara en su coche a una familia que no tenía medio fácil de trasladarse a la ciudad. No podía ser entonces; pero él les devolvería el coche tan pronto como le hubiese dejado en su destino. Así fue; el coche volvió a la finca y regresó de nuevo a Madrid, sin que nadie advirtiese que sus viajes eran controlados por la policía, hasta que, entrada la noche, cinco o seis camionetas llenas de Guardias de Asalto provistos de mosquetones, ametralladoras, etc. etc., hacen alto ante la finca del Sr. Paisa (tal era el nombre del pariente del Sr. Vallés), rodean los Guardias la casa y la registran escrupulosamente, "en busca, decían ellos, de un general que con varios Jefes y soldados se habían metido allí, para realizar un levantamiento que había de tener lugar aquella noche". Total: un poco de susto por parte de los moradores de la vivienda, y el ridículo más espantoso por parte de la policía del Gobierno.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

jueves, 21 de enero de 2010

Mañana del 20 de julio en La Coruña

Amanece el día 20 en la forma antes descrita: trincheras y barricadas en las calles, defensas en el Gobierno Civil, ametralladoras emplazadas por los revoltosos en puntos estratégicos de la ciudad y puños en alto por todas partes.

El General Salcedo Molinero sigue impasible ante la amenaza que con visos de horrible tragedia se cierne sobre la ciudad.

A las cinco de la mañana de este día recibe en la División a Caridad Pita, con el que estuvo conversando largo rato.

Poco tiempo llevaban de conciliábulo los dos generales, cuando llegó a Capitanía el Jefe de Estado Mayor Sr. Tovar que, enterado por el Capitán allí de servicio y por el Capitán Galán de la entrevista Salcedo-Caridad, se marchó al Cuartel de Infantería, para donde salió también Caridad Pita terminada su entrevista con Salcedo.

La dirección de Caridad Pita fue advertida por el Capitán Galán, que por teléfono, la comunicó inmediatamente al Cuartel de Infantería, con objeto acaso de evitar que Pita encontrase allí a Tovar.

Esto no fue posible: Tovar estaba todavía en el Cuartel cuando llegó el General, que al verle, le pregunta:

-Vd. qué hace aquí?
-Estoy en el Cuartel como Jefe de Estado Mayor.
-De paisano?
Tengo perfecto derecho a presentarme con o sin uniforme.
-¡Váyase a la División!

Y se fue Tovar; pero, pisándole casi los talones, llegó de nuevo a Capitanía el mismo Caridad, quien otra vez se entrevista con Salcedo, al que acaso propusiera, y del que obtiene desde luego, la destitución fulminante del Jefe de Estado Mayor Sr. Tovar que queda sujeto a sumario, la del Comandante Gutiérrez de Soto y la de algunos otros.

Despachada esta misión (que al parecer consideraba muy urgente D. Rogelio Caridad) volvió éste al Cuartel de Infantería, que hacía días ya venía siendo su mortificante obsesión, a juzgar por lo extemporáneo y frecuente de sus visitas al mismo (1).

Esta vez no iba en plan de vigilancia. Iba, con el deliberado propósito de destituir y arrestar al Coronel Martín Alonso, al que mandó recluir en una de las habitaciones del mismo Cuartel.

En el cuarto de banderas, Jefes y Oficiales de Infantería y los de otras armas que allí habían acudido al conocer la destitución del Coronel, comentan en tonos de alta indignación y en plan de llegar hasta donde fuera necesario lo ocurrido, mientras Caridad Pita, a pocos metros de distancia (en el segundo piso de la casa) trata de buscar sustituto a Martín Alonso.

Manda comparecer al Teniente Coronel D. Óscar Nevado y le dice:

-Estoy enterado de que en el Regimiento se conspira. Acabo de destituir al Coronel, y Vd. se me encarga del Regimiento respondiéndome de la disciplina.

-Al hacerme cargo del Regimiento, yo respondería de la disciplina hasta este momento; pero, a partir de este momento... ya no.

-¿Cómo?

-Sí, señor, porque el Regimiento, Jefes, Oficiales y tropa estamos todos identificados con el Coronel.

Pasa luego el encargo al Comandante más antiguo Sr. Pita, que tampoco quiso aceptar la prebenda, y hubiera continuado tal vez en su infructuosa tarea de buscar sustituto a Martín Alonso, si no llegan a interrumpir sus gestiones dos Jefes de Regimiento, que vienen del cuarto de banderas en donde dejan el ambiente al rojo vivo.

-Qué quiere Vd.? -dice Caridad encarándose con uno de ellos antes ya de que éstos tuviesen tiempo de hablar.

-Pues... quiero hablarle, mi General.

Y... le hablan. Manifiéstanle el mal efecto que la destitución de Martín Alonso había causado en toda la Oficialidad, puesto que "ni él ni nadie ha faltado al cumplimiento de su deber"; entéranle de la atmósfera de mal contenida indignación que se respira abajo en el cuarto de banderas, y le advierten finalmente, que no sería extraño llegase a producirse cualquier cosa, que luego ya no tendría remedio.

Reacciona el General a estas reflexiones, y hace comparecer ante él a todos los Oficiales a los que -presente también Martín Alonso al que mandara sacar de su encierro- trata de ganar diciéndoles entre otras cosas, que él no tenía más que afecto para todos... que esperaba que todos cumpliesen con su deber..., que él lo cumpliría también (pero al lado del Gobierno...) para terminar dirigiéndose a Martín Alonso:

-Aquí no ha pasado nada. Queda Vd. repuesto.

Martín Alonso, que ni en aquellas circunstancias quería recibir nada de manos de Caridad Pita, responde en tono de gran dignidad:

-Usted puede destituirme, pero... reponerme en el mando del Regimiento, sólo puede hacerlo el Ministro de la Guerra.

Una bomba que hubiese estallado en medio de los allí reunidos, no hubiera ciertamente causado mayor impresión que la que produjo la respuesta de Martín Alonso. No conocemos los sentimientos que haya podido despertar en el General; pero sabemos sí, que Jefes y Oficiales de Zamora, quedan como aplastados bajo el peso de una desgracia irreparable (2).

No tardaron sin embargo en reponerse, y el momentáneo silencio en que la tal respuesta les dejara sumidos, fue roto por Óscar Nevado al que se unen todos los demás, en súplica fervorosa a Martín Alonso para que volviese a encargarse del mando.

Martín Alonso, después de un cariñoso forcejeo en el que acaso no faltaron las lágrimas, acepta por fin la reposición, y baja con el General, Jefes y Oficiales, a tomar a los voluntarios de julio la promesa a la bandera.

También en este acto hubo un momento de preocupación y serios temores.

Tomada la promesa, y después ya de la arenga acostumbrada del Coronel, se adelanta el General Pita para hablar a los reclutas. ¿Qué va a pasar aquí? Esta era la pregunta que se hacían Jefes y Oficiales de Zamora, seguros de la lealtad de sus soldados (3). No temía pues por ellos, sino por el General, al que estaban viendo pagar muy caros allí mismo, los deslices oratorios que de él esperaban en aquellos momentos. Empero, el General no se deslizó. Antes bien, después de haber hablado del patriotismo, la disciplina y otras cosas generales, terminó con un ¡Viva España!, callándose el ¡Viva la República! en él acostumbrado, y que, acaso la prudencia o el instinto de conservación, estrangularon en su garganta.

Mientras en el Cuartel de Infantería tenían lugar todas estas cosas originadas por la destitución de Martín Alonso, ocurría en Capitanía algo parecido, motivado por la destitución del Teniente Coronel Tovar, a que antes hemos hecho referencia.

Tampoco allí la Oficialidad estaba dispuesta a transigir con caprichosas destituciones y, conocida la de Tovar y otros Jefes, acude en colectividad a presencia de Salcedo Molinero, para significarle la conveniencia de que vuelva de su acuerdo y declare además inmediatamente el Estado de Guerra.

Salcedo se niega terminantemente a admitir como buenas las razones de los visitantes, y se arma entonces un fuerte alboroto que quiere dominar el General avisando a la guardia, cosa que no pudo hacer, porque el teléfono había sido previamente cortado. Manda luego a uno de sus ayudantes a cumplir la misión que no pudiera despachar por teléfono, pero al salir éste, tropieza con el Capitán Galán que en aquel momento llegaba del Cuartel de Infantería, quien le corta el paso, y le obliga, encañonándolo con la pistola, a meterse nuevamente dentro del despacho.

El General grita entonces con voz destemplada:

-¡Esto es un soviet! ¡Aquí no se entiende nadie! ¡A ver quienes están a mis órdenes! Y... procede a una encuesta, de la que había de salir muy mal parado.

-¡A ver: Jefe de Estado Mayor! -dice el General dando comienzo a la inquisitoria.

-¡Presente! -contesta el Teniente Coronel Tovar.

-Vd. no es Jefe de mi Estado Mayor. Vd. está destituido, repone Salcedo.

-Quien está destituido es Vd. -dice el Capitán Jack Caruncho, echándose sobre el General y sentándolo violentamente sobre una butaca.

Esto, que pudiera parecer término obligado de lo sucedido en la División, no lo fue sin embargo. Se volvió todavía al terreno de las súplicas ante el General Salcedo, y de nuevo se le llamó al campo de la reflexión dándole tiempo más que suficiente a rectificar su conducta. En el afán de convencerle, llegaron sus subordinados hasta el extremos de pedirle, por favor, que continuase al frente de la División, mientras el Coronel Cánovas se encargaba del Gobierno Militar.

-Yo -dice al fin Salcedo convencido de la inutilidad de sus esfuerzos para estrangular el Movimiento- yo, ante la violencia, entrego el mando al Coronel Cánovas. Creo que Vds. se equivocan, pero... yo me retiro y hagan Vdes. lo que quieran.

(1) Se había notado que Caridad Pita venía ejerciendo una persistente vigilancia sobre el cuartel de Infantería, en el que sin pretexto alguno se presentaba a altas horas de la madrugada.

(2) Lo era ciertamente. Martín Alonso con su competencia, con su prestigio y generales simpatías, era el jefe del Movimiento en La Coruña.

(3) Había sólo en el Regimiento dos sargentos, uno comunista y socialista el otro, de los que se sospechaba. Encerrados en los primeros momentos, pidieron a Óscar Nevado que los dejasen salir con sus compañeros, haciendo protestas de lealtad que cumplieron. Uno murió en Asturias luchando bravamente, el otro, al año de campaña era Alférez.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

miércoles, 20 de enero de 2010

Estallido del Movimiento en el Cuartel de Artillería de La Coruña

En el Cuartel de Artillería, todos los Jefes y Oficiales estaban en el secreto de lo que iba a ocurrir, excepto el Coronel Torrado a quien, por desconfianza o lo que fuese, no se había puesto en antecedentes.

No se contaba por consiguiente con él, ni con tres clases de las que se sospechaba no sin razón, y a las que se vigilaba muy de cerca.

Sin embargo, hubo un momento en que los artilleros pudieron muy bien haber creído que estaban equivocados en sus juicios respecto al Coronel.

En la noche del 17, se presentara en el Cuartel el General Caridad Pita, y conversando estuviera con Jefes y Oficiales haciendo un verdadero derroche de afabilidad y hasta de buen humor.

Luego que se fue, el Coronel Torrado dice a sus Oficiales:

-Cualquier orden que llegue al Cuartel, no se cumplimenta a no ser que venga de la División. Fíjense bien -repite- cualquier orden..., sea la que sea..., aunque venga del General Pita en persona.

Tal manera de expresarse, autorizaba sin duda a los circunstantes (que en aquellos momentos creían aún en la lealtad del General de la División) para admitir la probabilidad al menos, de que el Coronel Torrado estuviese al lado del Movimiento, mientras los hechos no viniesen a demostrar lo contrario. ¡No había de pasar mucho tiempo sin que estos se produjesen!

A las 24 horas, en la noche del 18, se hallaba en el Cuartel el completo de Jefes y Oficiales que voluntariamente se habían acuartelado esperando la madrugada del 19, fecha señalada en principio para salir las tropas de los cuarteles.

La voz de: "¡Guardia a formar!" les anuncia la llegada del Coronel, único que faltaba en la reunión. A la puerta se adelanta a recibirle un Capitán, con ánimo de enterarse cuanto antes de las noticias que pudiese traer el Jefe, hombre afable y comunicativo, en quien por otra parte habían empezado a confiar la noche anterior como ya hemos visto.

Extrañado el Coronel de que a aquellas horas estuviese en el Cuartel un Capitán (a los demás no los había visto) a quien sabía franco de servicio, le pregunta:

-¿Qué hace V. aquí?

El Capitán que no esperaba semejante respuesta al saludo, inventa no sé que cosas y disculpas que, si no sirvieron para explicar su presencia a tales horas en aquel lugar, ni tampoco para prolongar su permanencia en él puesto que el Coronel le ordenó se marchase inmediatamente, sirvieron en cambio, para que otros compañeros que se hallaban en las mismas condiciones que él, descubierto por lo que acababan de oír el verdadero sentir de Torrado, saliesen del cuarto de banderas sin que su presencia fuese advertida por aquel.

¡No tardaron mucho en volver! Una idea les preocupaba, y en relación y consonancia con ella, a las 4 de la madrugada ya estaban todos nuevamente reunidos en el Cuartel, esperando de la División la prometida consigna que no llegó. Lo que llegó fue, en la noche ya del 19, la orden de acuartelamiento (1) que fue obedecida, y acuartelados estuvieron la noche del 19 al 20, que transcurrió en comentarios y conjeturas acerca de la sospechosa vigilancia que elementos extraños venían haciendo aquella noche sobre el Cuartel, y acerca de otras muchas cosas.

(1) En realidad no la necesitaban.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

martes, 19 de enero de 2010

Estalla el Movimiento en La Coruña: actuación de enlaces y del Frente Popular

Así estaban las cosas en La Coruña cuando llega la noticia del levantamiento de las fuerzas de África acaudilladas por el General Franco.

Elementos del frente único antifascista formado ocho días antes por las mesnadas del F. P. -unidas a las de la C. N. T. y la F. A. I. que no quisieran entrar antes en la coalición- se constituyen en sesión permanente y hacen por radio insistentes llamadas a "los trabajadores antifascistas", ordenándoles estuviesen preparados para acudir (oída la señal que había de consistir en toques prolongados de las sirenas de los barcos) a ponerse inmediatamente a las órdenes del Gobernador; requieren al Presidente de la Audiencia para que entregue las armas (instrumentos de sumarios) depositadas en los juzgados y Audiencia, terminando por asaltar ésta y robar aquellas, en vista de que el Presidente se negaba a sus pretensiones. Asaltan igualmente la Armería Eirea sita en la calle de San Andrés, y se provistan en ella de magnífica y abundante mercancía.

La radio seguía llamando: ampliaba detalles a las primeras disposiciones y transmitía nuevas órdenes, mientras numerosos grupos marxistas se dedicaban a la requisa en domicilios particulares, de armas que, en unión de otras desembarcadas de unos bous en puerto, habían de ser distribuidas por el Gobernador en persona y por su mujer, dama comunista como ella misma se apellidaba (1).

Las noches del 17 al 18, del 18 al 19 y del 19 al 20, son de preparación inmediata para las masas del F. P., y de observación y recuento para sus dirigentes: quieren éstos saber si la gente responde y en qué número y proporción. Por eso, durante todas estas noches, dan y a veces repiten la señal. En la noche del 17 suenan las sirenas a las diez y vuelven a escucharse a las dos de la madrugada; en el transcurso de la del 18 suenan otras dos veces, y en la del 19 pitan también de modo estridente y prolongado, mientras por radio se avisa al pueblo que acuda a las armas. Se cierran las entradas del Gobierno Civil con alambre espinoso; grupos revolucionarios levantan parapetos y construyen barricadas y trincheras para defensa de aquel edificio, bajo la dirección de un Comandante de Asalto y del Capitán Sr. Tejero (2), y se emplazan finalmente ametralladoras y morteros (pertenecientes a las fuerzas de Asalto) en el Gobierno, cuya entrada queda también enfilada por una ametralladora hábilmente colocada en el entresuelo de un Cine próximo (3).

Todos estos preparativos llegan a inquietar profundamente a Jefes y Oficiales de la guarnición adictos al Movimiento (que era la inmensa mayoría), ya seriamente preocupados por la inexplicable pasividad del General de la División.

Salcedo había prometido declarar el estado de guerra tan pronto como se lo ordenase el General Sanjurjo; Mola le había comunicado, ya en los primeros momentos, que por orden de Sanjurjo procediese a ello, y... Salcedo sin embargo, seguía obedeciendo las órdenes de Madrid (4). Por cierto que el cumplimiento de una de estas órdenes, produjo un pequeño conflicto entre Salcedo y el Gobernador. Fue así:

La División recibe órdenes del Gobierno, de que inmediatamente se proceda al acuartelamiento de tropas en toda la Región, y Salcedo se dispone a cumplimentarlas. Quiere trasladar el mandato a las distintas plazas en telegrama cifrado, pero a ello se opone el Gobernador que impide la circulación de telegramas de esa clase, dando con ello motivo a una escena violenta entre las dos autoridades, que siguieron no obstante trabajando para el mismo amo (5).

Jefes y Oficiales a los que ya muy poco faltaba para saltar, ven con desagrado la actitud de Salcedo, y miran con indignación el proceder de la primera Autoridad Civil, que culmina en este acto de querer imponerse a la Autoridad Militar, en asuntos que sólo a ella competían.

En Capitanía unos y en los respectivos cuarteles otros, comentan la situación y se afirman en el último acuerdo, que era, el de salir a la calle al día siguiente, lunes 20 de julio.

Este acuerdo lo conocimos nosotros por una conversación que en las inmediaciones del Cuartel de la Guardia Civil, celebraban (después de las cinco de la tarde del día 19) el Capitán Olavide y el Teniente González, en presencia del Teniente Sr. Sarandeses y bajo la vigilancia del Sargento Santos y Cabos del puesto de la Guardia Civil, encargados de avisar la posible aparición de algún sospechoso.

Olavide, da a González la seguridad de que al día siguiente había de proclamarse el estado de guerra en La Coruña "saltando por encima de todo lo que a ello se oponga", y quiere saber si la Guardia Civil saldría a la calle con el Ejército.

-"Ocurra lo que ocurra, contesta el Teniente González, se hará honor a la palabra empeñada" (6).

(1) En cierta ocasión quiso la entidad "Damas Republicanas de La Coruña" obsequiarla con un banquete, y ella declinó el obsequio con estas palabras: "No se molesten Vdes.: yo no soy una dama republicana; yo soy dama comunista".

(2) Por cierto que lo hicieron bastante mal. Colocaron las principales defensas protegiendo la fachada de Riego de Agua, calle Real y Bailén, mientras dejaban casi indefensa la explanada de la Marina, muy a propósito para los movimientos de la Artillería.

(3) Cinema "Salón París".

(4) No se negó rotundamente en un principio. Trataba de dar largas, esperando acaso ver más despejado y definido el horizonte, pues parece le comunicaran de Ferrol la sublevación de la Escuadra.

(5) Miñones, enterado del acto del Gobernador, se personó en la División acompañado de otros diputados y personalidades de izquierda, intentando ver al General para darle una satisfacción por lo ocurrido. Vanos fueron sus propósitos porque, si la calle por entonces era suya, Capitanía era de los militares que no le dejaron viese al General.

(6) El Capitán Olavide, al hablar por teléfono con González, con objeto de acordar esta entrevista, lo hace fingiendo voz de mujer, y en una forma en que más parecía tratarse de una cita amorosa. No eran inútiles estas precauciones. En los teléfonos (y en el de la Guardia Civil sobre todo) ejercían los frente-populistas una intervención escrupulosísima.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

lunes, 18 de enero de 2010

Actitud en La Coruña de los generales Salcedo Molinero y Caridad Pita

Estaban en La Coruña los generales Salcedo Molinero como Jefe de la División, y D. Rogelio Caridad Pita como Gobernador Militar. Este, era consecuente con sus ideas de todos conocidas: no quería el Movimiento. Aquel, aparentaba al exterior lo que dentro no sentía: fingía quererlo. En un principio se contaba con él, pero bien pronto se dijo que estaba de acuerdo con Martínez Barrio y que, lo que buscaba, era enterarse con objeto de tener a D. Diego al corriente de todo cuanto pasaba. Desde luego, el General Mola no quiso nunca entenderse con él: lo hacía directamente con Martín Alonso, y los hechos vinieron a confirmar muy pronto, que Mola no iba descaminado en sus juicios respecto a Salcedo.

A medida que avanzaba el tiempo y entrando ya el mes de julio, las gestiones toman una marcha acelerada, aunque redoblando las precauciones para evitar nuevas traiciones y castigos. El Capitán Olavide (enlace principal de la Guardia Civil) estrecha el contacto con los oficiales de este Cuerpo Capitán Oliete y Teniente González, a la vez que otros enlaces (entre los que por su destacada actuación es de justicia mencionar al Comandante de Estado Mayor Sr. Gutiérrez de Soto, Capitanes de Artillería Sres. Ojeda y Castro Caruncho, Comandante del Cuerpo Jurídico Sr. Otero Goyanes, Capitán de Ingenieros Sr. Román y Teniente de Infantería Sr. Latorre Valls) hacen lo mismo con sus compañeros de armas en Coruña y otras plazas de la División.

La atención de los patriotas empeñados en la noble empresa, seguía puesta en el General Caridad Pita al que veían desorientado, dando sí, claras señales de que algo olía; pero la sensación también, de que no sabía a punto fijo de lo que se trataba.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

sábado, 16 de enero de 2010

Trabajos preliminares: se sabe en La Coruña que la cabeza del Movimiento se desplazó

Al que persigue un ideal noble y elevado en el que puso todo su vivir, nada le importan las dificultades que puedan sembrarse en su camino. Las dificultades son acicates que le impulsan a la acción, y son las contrariedades precioso manantial de experiencia, avisos y lecciones para lo futuro.

Con mayor intensidad si cabe, con mayor eficacia desde luego y con las prudentes reservas impuestas por la experiencia aleccionadora de lo pasado, siguieron trabajando cada uno de los sancionados en sus nuevos destinos, a la par que en Galicia trabajaban también algunos de los que vinieron a sustituirlos (1), junto con aquellos elementos, cuya participación en el compromiso de abril no había sido descubierta por el Gobierno.

Hacia primeros de mayo, aparecen en La Coruña nuevos enlaces procedentes de Madrid, que dan la impresión de que la cabeza del Movimiento se ha desplazado de la capital de la República, localizándose principalmente en Pamplona, Burgos y Valladolid, a cuyas ciudades acuden desde ahora, los que en las diversas regiones llevan la dirección del nuevo compromiso, que cada día ofrece mayores garantías de éxito y sensación mayor de seguridad.

Es ahora en mayo, cuando en La Coruña se enteran de que el inolvidable General Mola está al frente del Movimiento (2). De Franco en cambio nada saben los iniciados de Galicia, si bien el vehemente deseo de acertar, hacía nacer en todos la esperanza de que el General de las más gloriosas gestas de España en África, no podía ser impasible ante la ruina y total destrucción de la Patria.

Ahora es también cuando los enlaces militares venidos de Madrid, se entrevistan con el Coronel del Regimiento de Zamora Sr. Martín Alonso, y cuando, con la intervención de éste, toman las gestiones en Galicia un carácter de impenetrable hermetismo, muy necesario para el feliz resultado de las mismas.

(1) De estos merece destacarse el Capitán D. Roger Oliete, quien se encargó de continuar la labor momentáneamente interrumpida, sosteniendo estrecho contacto con sus compañeros del Tercio, ayudado muy eficazmente por el Teniente González que retorna con destino en comisión a La Coruña, y por el Sargento Santos que seguía al frente del puesto de la capital.

(2) Antes lo estaba también; pero no aparecía.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

Castigos y represalias a los implicados en los trabajos preliminares del Movimiento en La Coruña

La traición de Monasterio dio ocasión a castigos y represalias que pasamos a reseñar.

El Coronel de la G. C. Sr. Vara que el 19 de abril se encontraba en Pontevedra, recibió orden telefónica del General Pozas (1) de que se presentase inmediatamente en La Coruña y procediese a la destitución del Teniente Coronel Jefe de la Comandancia D. Benito de Haro, y a la de los capitanes D. Gumersindo Varela y D. José Rañal, e hiciese cargo del mando de la Comandancia al traidor Monasterio.

Además, por orden del mismo Pozas, comenzaron a instruirse entonces diligencias para el esclarecimiento del complot, diligencias en las que Monasterio se valió de toda clase de medios (coaccionando incluso en forma rastrera y vergonzosa al sargento Comandante del Puesto, D. Manuel Santos) para descubrir todo lo concerniente a las reuniones habidas en el cuartel y los nombres de todos los reunidos.

Las pesquisas de Monasterio, se estrellaron contra la lealtad y el afecto a sus Capitanes del sargento y clases del puesto que fueron interrogados, lo cual no fue obstáculo para que aquel emitiese un informe que determinó la apertura de un sumario en que había de entender (como juez especial mandado expresamente de Madrid) un Coronel de Artillería, de confianza plena de Azaña y Casares, al que se atribuye la siguiente frase: "España se arreglará, cuando mi caballo coma pienso en el altar mayor de la Catedral de Toledo".

Pocas esperanzas podían tener los inculpados en las actuaciones de semejante juez, pero las tenían completas y muy justificadas en el secretario que se le asignó: el el Capitán Olavide, figura muy destacada en todo cuanto se hizo en La Coruña antes y después del 18 de abril.

Olavide sin embargo, no pudo evitar que el juez especial procesase por el supuesto delito de rebelión militar, al Teniente Coronel D. Benito de Haro y al Capitán Rañal que, en calidad de detenidos, fueron trasladados al Castillo de San Felipe donde permanecieron unos ocho días, hasta que el procesamiento se resolvió con un: "no ha lugar". ¡Los del Cuerpo Jurídico hicieron infructuosa la labor de aquel pobre juez, dando carpetazo al sumario!

No se conformaron Casares ni el General Pozas con la solución dada al asunto, e inician la persecución de todos aquellos que estimaban complicados y desafectos a su desgobierno. Dejan disponible forzoso al Sr. Haro, y trasladan con disponibilidad forzosa en los pueblos a donde eran destinados, a los Capitanes, Rañal en Pozoblanco (Córdoba); Varela en Zamora, y más tarde trasladado a Riotinto; Laseduarte en Mieres; Falcó en Béjar, y Tenientes González en Soria, Santos en Jaén (2) y Aranguren en Ribadeo.

Son objeto de la misma sanción en la Comandancia de Lugo, el Comandante Regina que fue trasladado a Málaga, el Capitán Suances a Calahorra, y el Teniente Sarandeses a Bilbao (3).

Con estas sanciones y algunas otras de que fueron víctimas Jefes y Oficiales del Ejército, creyó sin duda el Gobierno dar por liquidada en Galicia, una cuestión que no había hecho más que empezar.

(1) Inspector General de la Guardia Civil.

(2) Estos dos no llegaron a incorporarse a su destino.

(3) Sarandeses fue luego trasladado a Coruña donde le sorprendió el Movimiento.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

viernes, 15 de enero de 2010

El Movimiento en La Coruña: trabajos preliminares

El Movimiento no fue una cosa improvisada y espontánea. Espontáneo e improvisado fue, el grito de la conciencia nacional que venía reclamándolo hacía ya largo tiempo; pero el Movimiento tuvo, como es lógico y natural, sus causas inductoras y su período de gestación.

Las causas ya las hemos estudiado en la introducción a este libro, y en cuanto a la preparación del mismo, habremos de limitarnos a las ramificaciones que estos trabajos tuvieron en Galicia.

La labor de compenetración y acuerdo entre el elemento militar, comenzó en Galicia a raíz del triunfo electoral del F. P. Se manifestó primeramente en La Coruña, y de allí irradió a las demás guarniciones de la región, aunque en muchas ha llegado solamente a muy contados individuos, como veremos más tarde al hablar de cada una de las guarniciones en particular.

Iniciaron esta labor en la capital los capitanes de la G. C. D. Gumersindo Varela Paz y D. José Rañal Lorenzo, pertenecientes ambos a la Comandancia de La Coruña.

Acaso convocados por éstos, y en el Cuartel de la G. C. (debido tal vez a que había sido esta la más perseguida y atacada por los de la hoz y el martillo) empezaron a celebrarse, muy discretamente en un principio, las primeras reuniones a las que acudían los capitanes de las distintas armas y cuerpos de la guarnición (excepto los carabineros), y en las que tenían destacada representación los del Cuerpo Jurídico.

Presidía ordinariamente estas reuniones el comandante de Estado Mayor de la División Sr. Gutiérrez de Soto, y a ellas concurría también asiduamente el Capitán de Infantería destinado en Asalto Sr. Balaca, gran simpatizante de la idea que encarnaban los reunidos (1).

Puestos de acuerdo los representantes de las distintas armas y cuerpos, establecieron los correspondientes enlaces con las demás guarniciones de la Región, destacándose en esta labor varios oficiales del Ejército, el capitán de la G. C. Sr. Rañal, el Teniente del mismo Instituto Sr. González Rodríguez y el Sargento Santos.

Estos trabajos se dieron por terminados el día 18 de abril, fecha en que se esperaba una orden telefónica que, desgraciadamente y por causas entonces desconocidas, no llegó a recibirse.

¿Por qué no se recibió la orden convenida y previamente acordada?

En aquellos momentos, repetimos, todos lo ignoraban. En Coruña estaba al parecer todo perfectamente preparado; acuarteladas las tropas de la Guarnición; en sus puestos y arma al brazo las fuerzas de la G. C.; distribuidos los servicios, y tomadas las medidas para, con el menor gasto de vidas, poder conseguir los mejores resultados... (2) ¿Por qué no se recibió la orden?

Cabe pensar que el Gobierno de la República estuviese enterado por mil diversos conductos de que algo se tramaba (3), e hiciera en otras partes lo que sus representantes hicieron en La Coruña (4), parando de esta manera el golpe que ya entonces amenazaba.

Esto, sin embargo, no atenúa en manera alguna la deslealtad y la traición del Comandante D. Fernando Monasterio, conocida más tarde en La Coruña.

El Comandante Monasterio, que sólo referencias conocía de la noble conspiración de la capital gallega, se fue a Madrid, se entrevistó con Casares Quiroga y le entera de que en La Coruña, un grupo de Jefes y Oficiales conspira contra el Gobierno del F. P., descubriendo los nombres de las figuras más destacadas y consumando así la más cobarde traición a sus compañeros.

¡Cabe pensar que el Gobierno lo supiera por otros conductos; pero... es ciertísimo que no le ha faltado esta otra fuente de información, que pudo muy bien haber determinado la adopción de medidas que echaron por tierra las ilusiones y esperanzas, que un puñado de valientes habían puesto en redimir a su Patria!

(1) El pobre Capitán Balaca fue vilmente asesinado por los rojos el día 8 de septiembre de 1936 en Murcia, a donde fuera trasladado en mayo anterior por el sanguinario Ministro de la Guerra Casares Quiroga. Murió como un valiente, arengando al pelotón que iba a fusilarle y vitoreando a España y a Cristo Rey.

(2) Se había planeado incluso copar en el Gobierno, junto con el Gobernador, a los más destacados elementos de izquierdas, operación que había de ser dirigida por el Capitán Rañal, mientras el Capitán Varela y los Tenientes González, Aranguren y Santos Otero se apoderaban de otros edificios públicos.

(3) En todas partes; pero en Madrid sobre todo, hasta las cocineras hablaban en aquella época de que iba a estallar un movimiento.

(4) En Coruña, debido a una circunstancia que honra muy poco a un guardia de los que prestaban servicio en el Gobierno Civil y en el que se confiaba, el Gobernador descubrió en parte el complot y agotó sus precauciones redoblando la guardia del Gobierno (fuerzas de Asalto) y empleando incluso ametralladoras.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

jueves, 14 de enero de 2010

Estado de La Coruña tras las elecciones de febrero de 1936

De hecho la victoria había sido de las izquierdas, con lo cual, lejos de mejorar la situación en la capital, había de agravarse cada día más, y repercutir consiguientemente en los pueblos de la provincia.

Así, el 29 de febrero incendian en Ferrol la iglesia de Santa María del Villar; la de Limodre el 2 de marzo; apedrean el día 6 de este mismo mes el casino de Ares hiriendo a tres personas, y asaltan el local de A. P. destrozando los muebles; acometen el día 10 en Ferrol a cuatro tenientes de Artillería; elementos de la C. N. T. apalean en Coruña a uno de los obreros despedidos por imposición del Gobernador, y cometen brutales coacciones con los de los fuertes militares (1); hace explosión el 17 de marzo una bomba arrojada contra la Casa Consistorial de Negreira, y asaltan en Coruña los locales de C. D. A., Renovación E. y Club Náutico; atracan el día 18 dos pistoleros en Coruña a un armador, y le roban 1.000 pesetas y varios talones de banco; elementos de las juventudes rojas se dedican en la misma ciudad a maltratar a los niños de familias derechistas, estudiantes del Instituto; también en La Coruña, resulta muerto en colisión el día 20 un obrero de la C. N. T., planteándose con tal motivo la huelga general, pródiga en choques violentos de los que resultan bastantes heridos, y asaltadas la Patronal (2) y "Juventud de Acción Popular"; estalla el día 6 de abril una bomba en el domicilio del contratista señor Faraldo en La Coruña, y detienen en Puentedeume, -el alcalde y municipales- a seis jóvenes derechistas a quienes encierran en celdas y en un W. C.; se dispone el día 9 en La Coruña (cediendo a la presión de la Casa del Pueblo) el encarcelamiento de dos Guardias de Asalto que pegaran a un consumero de filiación socialista (3); el día 11, cinco pistoleros roban en Betanzos una caja de caudales de las oficinas de un contratista de obras; el 14, con motivo de un desfile militar, son silbadas en las calles de La Coruña las fuerzas del ejército y G. C. (4); estalla una bomba el 25 en una panadería de La Coruña resultando herido un guardia civil; es incendiada el 26 la iglesia de Almeiras de la que se llevan varios objetos (5), y asaltan el 27 en Betanzos el convento de San Francisco, cargando con lo que en él encontraron de más valor.

El día 1º de mayo, es asaltado en Ferrol el convento de la Enseñanza e izada en él la bandera comunista; son groseramente insultados el día 2 en Betanzos, dos sacerdotes que iban en un entierro y que estuvieron a punto de ser linchados por las turbas, y queman este mismo día en Iñás la iglesia parroquial. El 4 de mayo, manifestación de los mineros de Noya con pedrea a varias casas de personas de orden, asalto y saqueo del local de la J. C. y... antes, entonces, y después del 4 de mayo, cacheos en la calle y a plena luz del día, insultos más o menos descarados a toda persona que llevase uniforme militar, sotana, o hábito religioso y... bofetadas, palos, cuchilladas y pistoletazos a veces, a todo individuo de filiación fascista, como llamaban los zurdos a todo el que no pensase como ellos.

¡Tal era el estado de anarquía y descomposición social de La Coruña y su provincia, cuando en el reloj de España sonó la hora venturosa del Glorioso Movimiento Nacional!

(1) Despedidos por la autoridad militar varios obreros de los que trabajaban en los fuertes militares de las afueras de Coruña, por haber aquellos planteado injustamente un conflicto en 1934, el Ministro de la Guerra, ante la presión de la C. N. T., accede a su readmisión bajo la fórmula de que trabajasen los readmitidos y los que habían ocupado sus puestos. La C. N. T. vuelve las nueces al saco, y sus obreros no se presentan a trabajar, mientras los sustitutos, sí, lo hacían. Con este pretexto empiezan las coacciones.

En 15 días hieren los de la C. N. T. a 10 de los 80 sustitutos que allí trabajaban; desarman a un guardia y lesionan a otro de asalto. Al salir del trabajo buscando el descanso de la noche, son, los sustitutos, acorralados en las calles de la ciudad. Uno así perseguido, se acoge a la Comandancia de Asalto, de donde es echado, y apaleado después en presencia de todo el mundo.

Los que trabajaban en Punta Herminia se encuentran sitiados de la noche a la mañana. Avisan al Gobernador y les contesta que no le es posible atenderles. Las mujeres de los sitiados quieren socorrerlos llevándoles comidas; pero esta les es arrebatada y arrojada por el acantilado. Cuatro días pasan sin comer, hasta que un Teniente de la Guardia Civil consigue llevarles provisiones de boca.

(2) Después del asalto a la "Patronal", salió a la calle la Guardia Civil, haciéndose cargo del O. P. el Teniente Coronel de esta fuerza D. Benito de Haro que actuó estupendamente, así como el Teniente de Asalto Sr. Miranda que, personalmente, arrebató la bandera comunista de manos de los manifestantes.

(3) Con este motivo hubo un plante en el Cuartel de Asalto contra el Comandante Aizpuru y el Capitán Patiño elementos de izquierda, que fueron luego trasladados con los de derechas Capitán Balaca y Teniente Galán.

(4) Los silbidos son contestados con aplausos por los elementos de derechas, produciéndose así una ensalada de palos, bofetadas, puñetazos, etc., etc.

(5) También por esta época incendian por segunda vez las de Elviña, y San Pedro de Nós, intentan hacer lo mismo con las de Culleredo y Pravio y se incautan de las rectorales de Vilaboa, Cambre y Sigrás.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

miércoles, 13 de enero de 2010

Estado de La Coruña durante la elecciones de febrero de 1936

Si antes de las elecciones de Febrero la convivencia se hacía muy difícil debido a los insultos, coacciones y amenazas consentidas o mandadas por las autoridades del Frente Popular, después de las elecciones se agrava la situación de forma tal, que la vida se hace completamente imposible.

Esta etapa que pudiéramos llamar de agudización terrorista, empezó con motivo del escrutinio electoral.

Convencidas el 18 de febrero las izquierdas, de que estaban ahogadas en toda la provincia de La Coruña donde las derechas les hubieran llevado once o doce puestos, quedándoles a ellas sólo cinco o seis a lo sumo, prepararon el ataque y lo desarrollaron en la forma siguiente:

El día 19 se presentaron en el Gobierno Civil casi todos los candidatos del F. P., seguidos de una chusma no muy numerosa, para denunciar ante la primera Autoridad de la provincia, que en Arzúa y Órdenes las actas habían sido robadas por las Derechas (1), y que era necesario designase para comprobar esta denuncia, a los delegados cuyos nombres ellos les darían.

Lo hizo así el Gobernador, e hizo todavía más: les entregó el Gobierno y se marchó a su casa.

Posesionados ya de las principales dependencias del Gobierno los intrusos visitantes, llegaron a éste los candidatos derechistas Sres. O'Sea y Cornide, que fueron inmediatamente detenidos y vigilados por guardias rojas, hasta las diez de la noche en que les permitieron salir, no sin antes haberles hecho gustar varias veces la sensación de que iban a matarlos (2).

Con objeto de arreglar un poco el desbarajuste inherente a la falta de autoridad reconocida (3), se designó un comité integrado por un representante de cada uno de los cuatro partidos que formaban el F. P., comité que apenas si hizo otra cosa más que enviar una nota a la prensa dando cuenta de su constitución (4), pues, a poco, surgieron discrepancias, quedando como única autoridad (nombrado Gobernador interino) el Sr. Suárez Ferrín, que fue el encargado de firmar la destitución del Jefe de Correos y cartero mayor (por negarse éstos a hacer determinadas entregas que les exigían) y de extender el nombramiento de otros que se prestaran a ello, y a permitir el cambio de las actas en los distritos de Negreira, Órdenes, parte de Muros, Noya, etc., etc. (5).

A partir de entonces, y en la tarde del mismo día 19, comenzaron las manifestaciones tumultuosas seguidas de una serie de salvajadas que nada tenían que envidiar a las de la semana trágica de Barcelona.

El pánico en La Coruña fue enorme, y la cobardía estaba a tono con el pánico.

Momentos hubo de cerrar todo el comercio y huir despavoridos de las distintas sociedades, los ciudadanos valientes, abandonando en su huida para más libremente correr, bastones, sombreros, gabardinas y otros objetos.

Las turbas, dueñas de la calle, acometen, hiriéndolo, a un Teniente de Asalto; hacen lo mismo con un redactor de "El Ideal"; se incautan del edificio de los Luises izando la bandera roja y colocando en su fachada un gran cartelón en que se leía: "Casa del Pueblo"; ponen fuego a la iglesia de los Redentoristas; tratan de incendiar la antiquísima de la parroquia de Santiago (Siglo XII), y la Colegiata (Siglo XIII), que milagrosamente se salvaron de las llamas; asaltan el día 20 a las seis de la mañana la iglesia de los PP. Jesuitas en la que roban dos copones (uno de ellos con las formas consagradas), profanan las aras, se apoderan de un cáliz antiquísimo y un viril, destrozan imágenes, crucifijos, candelabros, misales y casullas, para terminar rociando el inmueble con bencina y pegándole fuego, en el que quedan destruidas las sacristías y un altar.

No crea el lector que todos estos incendios eran luminarias de antorchas en fiesta conmemorativa del triunfo electoral. No. ¡Eran siniestros resplandores de hoguera crematoria, en amenaza satánica para imponerlo! ¡Se estaba aún verificando el escrutinio en la provincia, y había que animar con clamoreo salvaje y sacrílegas llamaradas a los actores de la farsa, para que no decayeran en su papel!

El procedimiento fue de magníficos resultados. El 24 terminó el escrutinio que confería el triunfo a las izquierdas (aunque para ello hubiese que volcar dos distritos enteros, dando en alguno mayor número de votantes que de electores) y se hiciese necesario apelar en otros a la sustitución y falsificación de las actas.

(1) La verdad de lo sucedido era esta: El Gobernador Sr. Cobreros, había realizado los mayores desafueros para lograr la victoria de los siete candidatos centristas, enviando Guardias de Asalto y delegados gubernativos que asaltaron Correos en varios Ayuntamientos y robaron las actas. Fracasados (a pesar de todo) sus propósitos, se entregó completamente a las izquierdas.

(2) Al que quiera formarse una idea de la clase de gente que había entrado en el Gobierno Civil, le bastará saber, que, entre otras cosas, han desaparecido, el sello del Gobierno, la estilográfica del secretario y 22 pesetas de gastos de material, que había en un cajón.

(3) Había tantos gobernadores cuantas eran las personas que merodeaban por el gobierno.

(4) La censura se ejercía de forma implacable. A "El Ideal Gallego" llegaron incluso a tacharle una crónica de "Fides" referente a las misiones entre infieles. ¿Se darían por aludidos?

(5) Estas actas se echaron el día 19 por el buzón de Correos de La Coruña.


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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

martes, 12 de enero de 2010

Estado de La Coruña previo a las elecciones de febrero de 1936

Organizaciónes de izquierda creadoras del ambiente revolucionario, y más o menos responsables de innumerables actos de barbarie, había en La Coruña las siguientes: C.N.T. nutrida por la inmensa mayoría de los trabajadores de la población, y dirigida por Villaverde, Moreno, "El Cristo de Vioño" y otros; Juventudes Socialistas y comunistas que formaron, bajo el nombre de "Juventudes Unificadas", rancho aparte del elemento obrero, buscando sus prosélitos en el mundo de los vagos y sin trabajo y los estudiantes sin libros, y acataban incondicionalmente la jefatura de "los de la lejía" (1); U.G.T. que tenía como principales dirigentes, a Maseda oficial retirado de oficinas militares, y a Mazariegos, empleado de banca, y que, si no superaba en número de afiliados a la C.N.T. la superaba ciertamente en maldad e insensatez; F.A.I., constituida por algunos de los peores elementos de la Confederación; "Izquierda Republicana", "Unión Republicana" y "Partido Galleguista" formadas en su mayor parte, por arrivistas sin conciencia, buscadores de posiciones, y fariseos de oficio, que no veían inconveniente alguno en alternar sus prácticas religiosas, con su cooperación a partidos políticos que detestaban de la Religión.

A partir de los indultos a los condenados por los sucesos de octubre de 1934, y cual si aquel acto gubernamental, más de cobardía que de clemencia, hubiera sido poderoso reactivo capaz de estimular las actividades un tanto dormidas de las mesnadas de la revuelta y del desorden, comenzaron las juventudes unificadas a manifestarse violentamente en frecuentes agresiones, provocativos desfiles, persecuciones e insultos, concentraciones domingueras, etc., etc., hasta descararse por completo al subir al poder el cien veces detestable Portela Valladares.

Respaldadas entonces estas juventudes por Izquierda Republicana, Unión Republicana y Partido Galleguista (2) que integraron luego el Frente Popular en La Coruña, no hubo desmán que no cometieran ni atentado a que no acudiesen, para dificultar e impedir si era posible, la propaganda electoral de los partidos de derecha (3).

Esta se hace sin embargo en medio de las mayores dificultades y se celebran las elecciones que marcan un nuevo aspecto en la vida social de la capital y su provincia.

(1) Famosos revolucionarios, familia de abolengo socialista, matones de profesión. Tenían una escuela mixta que era un antro de perversión.

(2) La C.N.T. hasta pocos días antes de las elecciones de febrero había observado una actitud casi pasiva.

(3) En esta labor tomó parte muy activa, la chusma de mujeres pertenecientes al "Centro Femenino Republicano de La Coruña".

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.