viernes, 22 de enero de 2010

Mañana del 20 de julio en La Coruña: asume el mando de la División el Coronel Cánovas

En vista de que el General Salcedo se mostraba irreductible, fue detenido en el acto (1), encargándose del mando de la División el Coronel Cánovas.

Olavide, que más tarde había de dar valientemente su vida en defensa de la Causa, es quien, por teléfono, comunica la noticia al Cuartel de Artillería, añadiendo: "que tengan preparadas las baterías para salir a la calle tan pronto como lo ordene Martín Alonso, encargado por Cánovas de la Comandancia Militar".

De Artillería le contestan que, como no está el Coronel, manden la orden por escrito.

-Por escrito irá -dice Olavide- y al Coronel no le esperen porque está detenido.

Efectivamente, de allí a poco llegaba la orden escrita, con gran contentamiento de los Artilleros que, de modo tan lúcido, habían de contribuir a dominar la situación en La Coruña.

Al mismo tiempo, o acaso un poco antes, se enteraban también en el Cuartel de Infantería, en ocasión en que el Coronel Martín Alonso, Jefes, Oficiales y el General Caridad Pita se hallaban en el cuarto de banderas en donde se habían reunido, terminado el acto de la promesa a la bandera que atrás dejamos reseñado.

-A sus órdenes, mi Coronel -dice entrando en el cuarto de banderas y dirigiéndose a Martín Alonso el Teniente Osuna-: en este momento acaba de tomar el mando de la División, el Coronel de Ingenieros Sr. Cánovas.

A estas palabras, el General Pita, con la más viva sorpresa pintada en su semblante, dice en actitud de marcharse:

-Voy a enterarme si es verdad.

-¡No se marche! -dice Martín Alonso interceptándole el paso-: no es conveniente que Vd. se marche.

-Pero... ¿es que no puedo salir?

-Es que... está Vd. mejor aquí entre nosotros.

-¿Estoy detenido?

-Como Vd. quiera (2).

Y... detenido quedó, ocupando una habitación en la sala de Justicia, mientras se procedía a reforzar la defensa del cuartel, y se cursaban órdenes para la declaración del Estado de Guerra.

La Guardia Civil tenía también en aquellos momentos su digno representante entre aquellos Jefes y Oficiales que en La Coruña dieran al traste con las intenciones de Caridad Pita y las sospechosas dilaciones de Salcedo Molinero.

Era éste, el Teniente Coronel Vallés, figura muy destacada, a quien los elementos del Frente Popular tenían sometido a escrupulosa vigilancia, a partir sobre todo de la brillantísima actuación de este militar con motivo de los sucesos del 16 de abril en Madrid, originados en el entierro de un Alférez del Cuerpo vilmente asesinado por los marxistas.

Vallés que, después de haber sufrido un arresto de dos meses en Guadalajara por su participación en aquellos sucesos, se trasladará a La Coruña hacia el 20 de junio en calidad de disponible, no había perdido nunca el contacto con los enlaces del Movimiento. Estaba pues al tanto de todo lo que ocurría en La Coruña, y tomaba parte directa en los trabajos preparatorios del levantamiento (3).

Así, el día 19 de julio, hace saber a los Jefes de la Guarnición que él, caso de que salgan las tropas, se compromete a sacar a la Guardia Civil y ponerse al frente de ella. Entéranle de que hay algunas dificultades, "que estamos tratando de vencer, le dicen, y V. no se mueva de su casa para no tener que andar buscándole llegado el momento". Y... el momento llegó.

Asumido el mando de la División por el Coronel Cánovas, Vallés es llamado urgentemente a Capitanía. De esto se entera en la calle, pasada ya la media mañana del día 20, pues sus nervios no le permitían esperar sentado los acontecimientos.

Entra a su casa, se pone el uniforme, se arma convenientemente, y corre al Cuartel de la Guardia Civil en busca de coche y escolta. Se entrevista con el Coronel Pérez Tella, y le dice que acaba de ser llamado a la División y que, para trasladarse allí, necesita un coche y algunos números de escolta, ya que sería suicida hacer en aquellas circunstancias el viaje solo y a pie.

-"Vaya Vd. como pueda", fue en definitiva la contestación de Pérez Tella a su demanda.

En vista de tal negativa, se traslada Vallés al domicilio del Teniente Coronel Haro (que se hallaba también en situación de disponible), y desde allí, comunica telefónicamente a la División que no encuentra medio de atravesar, con probabilidades de llegar con vida, la zona peligrosa que le separa de Capitanía.

-Ahora van a recogerle, le dicen. Y en efecto, a poco llegaban el Capitán Togores y dos soldados en un coche, que le transportó a la División.

No es el Teniente Coronel Vallés hombre que pueda disimular sus sentimientos ni contener fácilmente sus entusiasmos patrióticos. Entró en Capitanía dando gritos de ¡Viva España!, que resonaban en todos los ángulos de la casa.

La duda acerca de la actitud de la Guardia Civil, mordía aún el corazón de algunos de los habitantes de la División. Alguien dijo a Vallés tan pronto como éste llegó:

-¡Se dice que la Guardia Civil está con el Gobierno!

-Yo les aseguro a Vdes., que la Guardia Civil sale en el momento mismo en que yo se lo ordene.

-¿Está V. seguro?

-Les ruego que no vuelvan a preguntármelo ¿Con cuántos hombres cuentan ustedes?

-Con unos cuatrocientos o quinientos.

-¿Quinientos hombres? ¡Sobran la mitad!

-¿A la calle pues?

-¡A la calle!

(1) Con él fueron también detenidos el Coronel de Artillería Sr. Torrado, el Comandante de E. M. Sr. Alonso que aceptara la Jefatur de E. M. en sustitución de Tovar, y el Comandante de Ingenieros Sr. Aúz, todos los cuales tuvieron la mala ocurrencia de adherirse a la actitud del General.

(2) En este momento, el Teniente Ríos, a quien en Asturias esperaba la muerte de los valientes, da unos vivas a Franco y mueras a los traidores, que son unánimemente contestados.

(3) No era la primera vez que los movimientos de Vallés eran vigilados por los sabuesos del Frente Popular.

Ya en Madrid, en donde desempeñaba la jefatura del Parque Móvil, su actuación digna y patriótica despertara las sospechas del Director General de Seguridad, como lo demuestra el hecho siguiente:

Unos días antes de la Semana Santa del 36, Vallés fue invitado a una fiesta familiar que unos parientes suyos celebraban en las afueras de Madrid, en una finca que éstos poseían a cinco o seis kilómetros de la capital. No pudo asistir al almuerzo a que concurrieron el Ayudante suyo Capitán de la Guardia Civil, algún otro militar y elementos de derecha; pero, a las tres de la tarde, salía en el coche oficial y vestido de uniforme, camino de la citada finca, con objeto de acompañar en el café a los asistentes a la fiesta.

Llegada la hora de regresar a Madrid, pidieron al Teniente Coronel que llevara en su coche a una familia que no tenía medio fácil de trasladarse a la ciudad. No podía ser entonces; pero él les devolvería el coche tan pronto como le hubiese dejado en su destino. Así fue; el coche volvió a la finca y regresó de nuevo a Madrid, sin que nadie advirtiese que sus viajes eran controlados por la policía, hasta que, entrada la noche, cinco o seis camionetas llenas de Guardias de Asalto provistos de mosquetones, ametralladoras, etc. etc., hacen alto ante la finca del Sr. Paisa (tal era el nombre del pariente del Sr. Vallés), rodean los Guardias la casa y la registran escrupulosamente, "en busca, decían ellos, de un general que con varios Jefes y soldados se habían metido allí, para realizar un levantamiento que había de tener lugar aquella noche". Total: un poco de susto por parte de los moradores de la vivienda, y el ridículo más espantoso por parte de la policía del Gobierno.

**********

Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

No hay comentarios: