lunes, 19 de abril de 2010

Arzúa

Arzúa, es acaso, de entre todos los partidos judiciales de la provincia, el que menos ha sentido la conmoción nacional de mediados de julio de 1936.

Gente pacífica en su casi totalidad, los 51.869 pobladores de los diez municipios en que se divide el partido, apenas si se han dado cuenta de que su vida, su honor y su hacienda, como la hacienda y la vida y el honor de todos los españoles, estuvo a punto de caer en las garras del comunismo.

En la misma capital hubieran pasado desapercibidos los sucesos, si a los contados revolucionarios de la villa, entre los que destacaba el alcalde Juan Manuel Vidal García, no se les ocurre levantar en la carretera -ante el rumor de que unos oficiales del Ejército iban a pasar por el pueblo- una especie de barricada que formaron con pedruscos y atravesando una vieja camioneta.

Esto sucedía el 19 de julio, pero esto, no era suficiente para calmar los instintos revolucionarios del grupito rojo de Arzúa. Por eso hubieron de efectuar también la consabida requisa de armas, con las que equiparon a unos cuantos milicianos que, metidos en un camión, fueron despachados para Betanzos, a donde por suerte suya no habían de llegar, por haber encontrado cortada la carretera.

Lograron además deshacer la feria mensual que el día 22 se celebraba en Arzúa, desbandándose los paisanos que a ella habían concurrido, no precisamente ante la cariñosa invitación que, pistola en mano les hiciera el alcalde, sino obedeciendo más bien a una falsa alarma debida al ruido que produjeran unas tablas al caer, o al de unos disparos hecho con toda intención, y consiguen, finalmente, dar el espectáculo y hacer el ridículo el día 25, saliendo del café "Plus Ultra", puño en alto y dando gritos subversivos, después de haber escuchado un discurso de Marcelino Domingo, transmitido por "Radio Madrid".

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

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