jueves, 15 de abril de 2010

Camariñas: sucesos de julio; autoridades.

En la noche del 18 de julio, la Guardia Civil, en virtud de anteriores acuerdos y órdenes del Jefe de línea, ante lo anormal de las circunstancias, se traslada a Corcubión en donde recibe órdenes de regresar a Camariñas, haciéndolo así en la madrugada del día 19.

Si tranquilo estaba el pueblo de Camariñas cuando lo abandonaron los Guardias, relativamente tranquilo continuaba cuando a él retornaron: observábase más movimiento, habían requisado comestibles, e hicieran una colecta de dinero. Esto era todo.

El día 20, surge una cuestión -real o imaginaria- que aprovechan los revoltosos para hacer un poco más de ruido del que hicieran en días anteriores.

Se dice por el pueblo, que el Sindicato de Puente del Puerto, el más exaltado de toda la demarcación, caería sobre Camariñas de un momento a otro, para, por la fuerza, trasladar al Puente el Ayuntamiento.

Los ánimos con esto estaban muy excitados, y el Comandante del puesto de la Guardia Civil D. Mariano Lera Soleta comunica con el Gobernador, enterándole del conflicto, y pidiendo instrucciones. El Gobernador contesta que sale un delegado de su autoridad para resolver el asunto y que, mientras tanto, la fuerza no se mueva del cuartel.

Efectivamente, no tardó mucho en presentarse el tal delegado, a arreglar acaso el asunto -pues no convenía al Gobernador que en aquellas circunstancias surgieran cuestiones entre lobos de la misma camada- pero... a inspeccionar más bien el ambiente revolucionario de la Comarca, y sobre todo a prepararlo. Ello se deduce de la conversación que hubo de sostener con la Guardia Civil de Camariñas, a la que procura halagar, diciéndole, que el Gobernador tenía en la Benemérita una confianza ilimitada, y... otros requiebros por el estilo.

Visitó luego los centros de la U. G. T. y de la C. N. T., asegurando a los obreros que el sindicato del Puente no había tenido nunca intenciones de perjudicar al pueblo de Camariñas, arrebatándole el Ayuntamiento.

-Hay que dejar esas cosas -termina- y unirse todos para defender la República.

Pocos momentos después, a las cuatro de la tarde de este mismo día 20, a las puertas del cuartel llega un coche de Corcubión, para trasladar de nuevo a la capital del distrito, la fuerza de Camariñas. Enterado el pueblo, arma un jollín espantoso, y amotinado, invade la carretera en un trecho considerable, cortándola además en Cedeira con piedras y árboles, para impedir la salida de los Guardias. Estos, en la imposibilidad de abrirse paso con el coche, deciden hacerlo con los fusiles si es necesario y, saltando a tierra, preparan las armas. Arma al brazo, intentan seguir a pie. Los hombres protestan, movidos por muy diversos y contrarios motivos, y las mujeres gritan, "que no quieren quedarse sin la Guardia Civil".

Al fin, se adelanta una comisión de obreros, y dice al Jefe de la fuerza, que ellos, los obreros, se encargaban de gestionar la permanencia de la fuerza en Camariñas.

-¡Muy bien! -le dice el cabo-: nosotros tenemos que cumplir las órdenes de nuestros jefes: Vdes. gestionen, y tan pronto como nos autoricen, regresaremos a Camariñas. Tal fue la base del arreglo.

Libre de obstáculos la carretera, los guardias marchan a cumplir con su deber, y los vecinos de Camariñas quedan a merced de unos cuantos revoltosos. Sin embargo, parece que el principal enemigo no estaba dentro... ¡lo tenían fuera!

No bien salieron los guardias, empieza a circular la especie de que los del Puente van a venir a Camariñas para incendiar las casas todas de la gente de orden, entre la cual se encontraban algunos elementos de izquierda pertenecientes a la U. G. T., que son los que, entre otras medidas de defensa, cortan la carretera, a lo que -según se ve- estaban en Camariñas muy acostumbrados, mientras otros, más desalmados aunque no tan responsables, registran la casa del Coadjutor de la Parroquia, amenazando a este con pistolas; van a la casa del Cura que por fortuna se hallaba ausente; colocan petardos de alarma por las noches, y hacen otras tonterías de menor importancia.

D. Jose Lema Mouro fue nombrado Delegado de Orden Público y luego alcalde, restableciendo con gran acierto la normalidad en la vida ciudadana, y promoviendo con entusiasmo y eficacia las milicias, que pasaron luego a Falange Española Tradicionalista.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

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