domingo, 4 de abril de 2010

Carballo: sábado triste

De tal calificaba uno de nuestros informantes en Carballo (1), el sábado 18 de julio del 36.

-¡Fue terrible! -nos decía-. ¡No puede V. figurarse que horas tan angustiosas hemos pasado!

Estas exclamaciones prometían llevar tras de sí, un interesante relato de hechos truculentos que, si lamentaba como ciudadano, me halagaban como historiador.

No fue así sin embargo. En Carballo no ha pasado nada que no sea común y corriente por los mismos días en los distintos pueblos de Galicia -excepto las capitales y otros muy contados- lo que no obsta para que juzguemos completamente justificadas las exclamaciones a que acabamos de aludir: El miedo, la preocupación, la intranquilidad y otros afectos de la misma índole, mejor que a presencia del peligro, se sienten ante la sospecha y amenaza del mismo; y, mejor que por los hechos consumados, se miden por la responsabilidad que a cada uno pueda caber en ellos.

El sábado 18, desde las primeras horas de la noche, comienzan a concentrarse en Carballo, previamente avisados por los dirigentes de la Villa, los más exaltados elementos de las parroquias circunvecinas que, formando un grupo de unos 150 hombres provistos de armas cortas y largas, recorriendo estuvieron las calles toda la noche, profiriendo maldiciones y gritos de: ¡Viva el Comunismo! ¡Mueran los Regueiros! ¡Abajo el fascio! ¡Mueran los militares! etc. etc.

A las cuatro de la madrugada había aumentado ya el contingente de los manifestantes al número de 350 a 400, y, a medida que el grupo iba siendo mayor, crecía también la gritería salpicada de amenazas, en que se vislumbra el incendio, el asalto y la matanza.

Así transcurre todo el día 19, sin que ninguna de las temidas amenazas hubieran pasado a vías de hecho (2).

A las siete de la mañana del día 20, tres grandes ómnibus entran en Carballo, con objeto de transportar a La Coruña a todos cuantos pudieran meter en la recluta. Fueron pocos: unos ocho o doce que pudieron coger en los trabajos de la carretera.

A las tres de la tarde hay una nueva expedición, que ya merece los honores de tal: medio centenar de individuos de Carballo, Coristanco, Budiño y otros pueblos marchan, en un "Castromil" requisado por los rojos, camino de La Coruña, dejando en la Villa buen número de camaradas, dispuestos a convertir en vías de hecho lo que habían anunciado con palabras.

A las tres y media de la tarde se dirigen estos en masa, unos 500 hombres, al cuartel de la Guardia Civil, no sabemos si para dar un paseo y hacer la digestión, o si, para incendiar -como habían dicho- y destruir con dinamita la casa de los guardias. Desde luego, esto último no pudieron conseguirlo: llevaban armas, pero... les faltó el valor.

Los guardias vieron desde lejos a las turbas que avanzaban, y, jugándose el todo por el todo, hacen una salida, que termina con la precipitada fuga de los presuntos asaltantes que, ante siete hombres (seis guardias y el Teniente) abandonan las armas y escapan velozmente, sin cuidarse ninguno de mirar atrás, para ver la suerte que pudieran haber corrido los restantes. En el que pudo ser campo de batalla y no fue más que... pista de carreras pedestres, recogieron los guardias pistolas, escopetas, bombas de mano, cartuchos de dinamita y otros juguetes por el estilo.

Ya no se volvió a alterar el orden en Carballo. Siguió la Guardia Civil haciendo cacheos y detenciones y, sabedores ya de la proclamación del Estado de Guerra en la capital, fijan en Carballo el primer bando a las 4 y media de la tarde del mismo día, lunes 20.

Es nombrado Delegado de Orden Público y Comandante militar el Teniente de la Guardia Civil D. Eduardo Alfonso Cruz, que organiza las milicias de Falange y Milicianos; consigue se restituyan todos al trabajo, y secunda la actuación de la justicia, deteniendo a los principales promotores y culpables de la torcida orientación social de Carballo y sus contornos. Eran estos: Baldomero Varela y un hermano suyo; Castor Monteagudo; un hermano de éste llamado José que desempeñaba la Alcaldía, y el primer Teniente Alcalde, Francisco Bolón.

(1) Persona muy enterada y muy apropósito además, porque en la narración de los hechos transparentaba la emoción de las horas vividas.

(2) Impidieron sí, la celebración de la Misa parroquial el domingo 19, y prohibieron el toque de campanas, medida que acentuaban el miedo y alarma del pacífico vecindario.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

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