sábado, 3 de abril de 2010

Carballo: estado social

Villa de Bergantiños rodeada de una comarca rica en su suelo y sana en sus habitantes.

No habían penetrado en el corazón de la inmensa mayoría de los bergantiñáns las disolventes doctrinas que, desaprensivos y celosos ministros de la revuelta, sembraran más de una vez en diferentes pueblos del partido.

Había sí, en todas y cada una de las parroquias, algunos elementos que, o por haber pasado por las aulas superiores, o por haber gustado el pan de la emigración, o por hallarse dotados de un espíritu aventurero, o por querer en fin, pasar plaza de intelectuales a la moderna se creían los representantes legítimos de la política redentorista pregonada por los Gobiernos de izquierda, y no dudaban en poner cátedra en la taberna, en la casa del vecino, en las tertulias de la suya, en el campo de la romería o de la feria y aún, no pocas veces, en el atrio mismo de la Iglesia parroquial.

Ordinariamente, las prédicas y consejos de estos sacamuelas de tribuna libre, de estos propagandistas de cerebro vacío y alma empobrecida, no prendían en el corazón recio y profundamente religioso de los hombres de ayer, de los viejos que, sin saber por qué, las recibían casi siempre con una sonrisa escéptica y un gesto de desdén. Sin embargo, en los jóvenes y en algunos también que pronto dejarían de serlo, no dejaban de encontrar eco unas doctrinas que halagaban las pasiones y encendían momentáneos entusiasmos, y que iban creando en la comarca un ambiente muy parecido al que se respiraba en las aldeas contaminadas.

De estos elementos, fáciles a la conquista, se nutrían principalmente las listas de afiliados a "Oficios Varios" de Carballo, sociedad afecta a la C. N. T., con sucursales en Sofán y en Verdillo.

Muchos -en número- los sindicados en la "Oficios Varios de Carballo", no tenían ciertamente el espíritu de disciplina colectiva que en ellos desearían sus dirigentes. Sin embargo, el primero de mayo consiguieron reunir un crecido rebaño, y formar su fiestecita del trabajo con manifestación y desfile por las calles, algún que otro grito subversivo, y el correspondiente ensayo iconoclasta que no llegó a cristalizar por falta de ambiente en la masa: alguien propuso, hacia el fin de la manifestación, terminar la fiesta con el asalto a una pequeña ermita e incautación de la misma, para dedicarla luego a Casa del Pueblo. La idea fue acogida con entusiasmo al principio, entusiasmo que enfrió muy pronto, antes ya de haber llegado al templo los manifestantes que, poco a poco, fueron desertando a la voz de: "Eu non vou..." "Eu tampouco", con que acompañaban el gesto de volver la espalda, y la decisión de dar allí por terminada la impía aventura.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

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