martes, 9 de febrero de 2010

El Contra-Maestre Casado

El Casado estaba también en aguas de Ferrol en julio del 36. Aunque los hechos en él ocurridos no revisten la gravedad de los del Cervera y del España, daremos sin embargo de ellos una sucinta referencia, que a nuestros lectores sirva de base y punto de partida, para enjuiciar conductas y personales actitudes.

A las tres de la tarde del día 20 de julio, formaba sobre cubierta la dotación del buque que, armada, pero sin municiones por orden del Segundo, escuchaba en esta posición la lectura de una arenga del Comandante, rompiendo luego filas y quedando por cubierta en espera de órdenes.

Al empezar el tiroteo en distintas direcciones dentro del Arsenal -entre el España y el Cervera, Cuartel Viejo, Brigadas de Marinería, y las escasas fuerzas de Infantería de Marina que custodiaban las puertas del parque y del Dique, correspondientes al Arsenal Militar- el Comandante del Casado ordena que todo el personal se resguarde a la banda de estribor, y allí permanezca en espera de nuevas órdenes.

A las cinco de la tarde, el Condestable, obedeciendo órdenes del Segundo, entrega a cada uno de los Auxiliares una pistola con sus correspondientes municiones, que saca de la Cámara de Oficiales en donde estas se guardaban.

Media hora más tarde, según atestigua el Auxiliar de Artillería, el Segundo Comandante ponía (por sí mismo esta vez) en manos de un tal Martínez, cabo de fogoneros, tres paquetes de municiones, y corría luego a encontrarse con el primer Comandante en la Cámara de Oficiales, a donde fueron convocados todos los Auxiliares, con objeto de inquirir el parecer de cada uno de ellos en aquellas circunstancias.

Como a la pregunta del Comandante: -"¿Qué les parece a Vds.?"- callasen todos; se dirigió éste concretamente al más antiguo, D. José Vázquez, quien opinó: "Lo mejor es continuar como hasta ahora, tener prudencia y esperar".

-Esa es mi opinión -dijo el Comandante- y la de todos los Oficiales.

Los Auxiliares todos, preguntados a continuación, opinaron de igual manera.

A nueva pregunta del Comandante, contestan algunos que, "el nerviosismo e intranquilidad de la gente, eran debidos sin duda, a no saber si se estaba al lado del Gobierno legalmente constituido, o no".

-Yo obedezco órdenes del General -dice el Comandante- y, puesto que éste no está destituido, supongo que las órdenes serán del Gobierno.

Todo marchaba bien a bordo. La postura... "permanecer como hasta ahora, tener prudencia y esperar", no sólo era la más cómoda, sino que efectivamente parecía la mejor: ¡eran las diez de la noche, y, sin alguien podía quejarse de haber recibido la más pequeña incomodidad en el Casado, era tan solo el barco, que mostraba las señales de algunos impactos en la superficie de su casco!

Sin embargo... los hechos iban a demostrar muy pronto, que la opinión expuesta por el Auxiliar Vázquez, no era precisamente la que mejor respondía a las circunstancias.

Poco después de las diez de la noche, llegaba al Casado una orden por la que se disponía el cese del Comandante y Oficiales, y se les conminaba a que entregase el barco a la dotación, y se entregasen ellos en calidad de detenidos. La orden, procedente del Cuartel de Brigadas, venía escrita en un simple papel sin firma ni signo alguno que permitiese identificar a la autoridad que la dictara, razón por la cual, el Comandante ordenó a los Auxiliares Vázquez y Noche, que fuesen a Brigadas a enterarse de este y otros extremos. En Brigadas, no supieron o no quisieron decir a los comisionados quien había enviado la orden de referencia; pero les hicieron sí, la advertencia, de que, si no se acataba, sería impuesta por la fuerza. En prueba de la firmeza de tal decisión, los emisarios del Casado son escoltados a su regreso, por una patrulla de 30 o 40 hombres que, al pie del barco, quedan esperando la noticia de que Jefes y Oficiales habían entregado las armas.

Cuando los Auxiliares Vázquez y Noche entraron en la Cámara de Oficiales, acompañaban al Comandante, y con él comentaban la extraña nota de Brigadas, D. Diego Romero, D. Julio Catalá y el Contador. Escuchan estos las referencias que aquellos hacen de la situación y, cuando ni tiempo habían tenido de pensar en la gravedad de la misma, irrumpe en la Cámara un grupo de marineros que, sin más ni más, comienzan a recoger todas las armas que estaban encima de la mesa y trinchero, así como unas cajas de municiones que allí había, y que se repartieron entre sí.

Aparte de esto, ninguna otra cosa que sepamos, digna de mención, ocurrió en el C. Casado, en donde el Comandante y Oficiales fueron tratados con todo género de consideraciones, desde el momento de su detención, hasta el día siguiente 21, en que a las tres de la tarde, la dotación depuso su anterior actitud un tanto levantisca, dejando armas y municiones.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

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