domingo, 7 de febrero de 2010

Fracaso de la Marina. Sus causas generales y efectos en Ferrol

Se ha dicho muchas veces, y siempre en tono de censura, que en la Marina entraban solamente los hijos de los marinos. Esto, que en parte fue verdad, sin que ello nos autorice a afirmar que las puertas de la ilustre Marina Española hubiesen estado siempre herméticamente cerradas a hijos de comerciantes, industriales, etc., etc., no dejaba de ser muy conveniente, por constituir una garantía para el orden y la disciplina en los barcos.

La profesión de marino, más acaso que ninguna otra profesión, hay que sentirla; y para sentirla, es necesario antes haberse familiarizado con ella; y nadie con ella más familiarizado, que el hombre que, desde sus más tiernos años viene respirando su ambiente... el ambiente aquel que el viejo marino llevó al hogar una vez retirado, como lo había llevado antes ya en las múltiples visitas que a él hiciera, siempre que las necesidades de su barco se lo permitían.

El hijo de marino, ha oído de labios de su padre los cuentos aquellos en que el Contramaestre era en el barco un verdadero personaje, el hermano mayor por decirlo así de aquella numerosa familia, la persona de confianza del Capitán, jefe de aquella casa flotante, que corregía y castigaba al Contramaestre, como castigaba y corregía a la demás dotación, pero siempre en forma paternal y cariñosa que le granjeaba el aprecio, el respeto y la lealtad de todos.

Abiertas de par en par las puertas de la Marina, por ellas entraron a granel clases y mandos, que de la vida de mar, no sabían otra cosa más que lo que los libros les dijeran y... en los libros no encontraron el secreto de meterse en el corazón de sus subordinados, ni de hacerse querer y respetar de ellos. El aspecto familiar que en la vida del barco reflejaban los cuentos del abuelo Marino, no aparecía claro en las ordenanzas y libros de texto. Por eso, fuera de los actos de obligado servicio, cada uno hacía su vida... no sólo distinta, sino hasta extraña completamente a la vida de los demás, como si no vivieran bajo un mismo techo, ni tuvieran la misma misión que cumplir. Se tropezaban con frecuencia, se saludaban, pero... no se conocían. Tensos estaban si se quiere (al menos aparentemente) los lazos de la disciplina militar, pero completamente relajados, sino del todo rotos los lazos familiares.

Así fue, como clases y marinería, con un nivel de cultura inferior a la de los mandos; con una preparación deficiente e incapaz para distinguir los manjares venenosos de los que no lo son; faltos de la paternal vigilancia que enseña, que avisa, que corrige y que salva; y privados en absoluto de superior solicitud que contrarrestar pudiese perniciosas influencias, se dieron primero a la tarea de devorar primero, y asimilar después, todo cuanto de malo, revolucionario, inmoral y bolchevique les servían en periódicos, libros, revistas, cafés, conversaciones, tabernas, etc. etc.

Por otra parte, la masonería, atenta siempre a sacar el mejor partido de las más propicias circunstancias -esclavizados ya algunos Jefes de nuestra Marina- aprovecha el momento que le brindan la maldad de los unos y la inconsciencia de los otros, para uncir y sujetar a su carro de diabólicos planes, de siniestros y tenebrosos propósitos, y de crímenes y sacrilegios horrendos, a una gran parte, la totalidad casi, de auxiliares de la Marina Española. Y la Marina Española, a quien nunca franco y poderoso enemigo hiciera retroceder, retrocede al fin en su ruta gloriosa, ante el encubierto y solapado enemigo de la masonería, que clavó sus garras, con ferocidad especial, en el eslabón intermedio de la dotación de nuestros barcos, haciéndolo saltar violentamente, y produciendo con ello esa funesta desarticulación, causa inmediata del fracaso de la Marina en el Movimiento de 1936, y origen de los bárbaros asesinatos cometidos en muchos de sus barcos.

Ferrol ha tenido ocasión de comprobar nuestro aserto por lo que ha visto, no sólo en el Cervera del que hemos hablado ya con bastante extensión, sino también en el España, Casado y Torpedero Nº 2. Veamos por partes lo que ha sucedido en cada uno de estos barcos.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

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