lunes, 15 de febrero de 2010

Santiago: ¡Gracias al Apóstol!

Abrimos este capítulo con la exclamación de todo creyente que en Santiago haya vivido los días 18, 19 y 20 de julio. Exclamación nacida de la observación atenta de lo presente, afirmada por el recuerdo de lo pasado, y brotada a impulsos de una imperiosa necesidad, término obligado de la consideración sobre lo pasado y lo presente.

El que ve salir a la ciudad indemne de entre toneladas y toneladas de dinamita preparadas y destinadas a su destrucción; el que contempla sus monumentos erguidos, proclamando con su atlética y secular postura el triunfo obtenido sobre enemigos que decretaran su muerte; el que mira las plazas y rúas compostelanas limpias de la más pequeña gota de sangre, en momentos en que muchas poblaciones de Galicia y casi todas las de España aparecían manchadas con sangre de hermanos; el que recuerda que a Santiago apenas si le han llegado las salpicaduras de aquella República de sangre, lágrimas y lodo con que la bautizaran sus mismos hijos, y sobre Santiago pasaron, sin tocarle siquiera, las teas incendiarias del agosto famoso, las ráfagas siniestras del atentado social, y las mortíferas armas del diario asesinato...; el que mira, contempla y recuerda todo esto, no puede, si tiene un átomo de razón, si medir sabe la proporción que debe de existir entre la causa y sus efectos... no puede (considerada la ineficacia de los medios humanos con que para su defensa contaba este pueblo) dejar de levantar los ojos al cielo y, al tropezar en su ascensión con las torres de la basílica del Sr. Santiago Patrono excelso de la ciudad... no puede menos de gritar una y mil veces: ¡Gloria al Apóstol!

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

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