sábado, 20 de febrero de 2010

En busca de armas. ¿Con quien está la Guardia Civil? Habla la "Gobernadora".

Nombradas las comisiones, el primer intento de los señores del Comité se encaminó a conseguir armas de la Guardia Civil.

Para ello, hacia las ocho de la noche, el primer Teniente en funciones de Alcalde José Germán Fernández, se pone al habla por teléfono con el Comandante del Puesto Alférez Rey, y le ordena que, "al presentarse en el cuartel un Teniente retirado apellidado Martínez, le haga entrega inmediata de las armas", sin especificar clase ni determinar número de ellas.

Contéstale el Alférez, que en el cuartel no había arma alguna para entregar; que tenían tan sólo las de dotación reglamentaria, y que no se cansase por consiguiente en mandar a nadie con una misión que no podría despacharse.

A pesar de esto, muy pocos momentos después, se presentó el Teniente Martínez seguido de algunos grupos que fueron estacionándose en diversos puntos de la Plazuela de San Miguel. Es recibido en la puerta del cuartel, y allí escucha la misma contestación que le fuera trasmitida al alcalde, terminando por retirarse él y sus acompañantes con las manos vacías.

El Alcalde no se da por satisfecho con las razones alegadas por el Jefe de la Guardia Civil, y acude en persona al cuartel para intimar la orden de entrega. Allí se entrevista con el Alférez Rey que intentaba disuadirlo de sus pretensiones, y que tal vez le dijera, para echárselo de encima, que sin orden escrita no entregaría armamento alguno. Nos fundamos para hacer esta suposición en que, a poco de haberse retirado el Alcalde, se presenta una pareja de Seguridad con una orden firmada por José Germán, exigiendo nuevamente la entrega de armas.

No tuvo esta pareja mejor éxito que los anteriores, y así fue a comunicárselo a la alcaldía en momentos en que aquello era un hervidero de gente.

Alguien que se enteró de las repetidas negativas de la Guardia Civil, debió sin duda exclamar en tono de suficiencia y amenaza a la vez: "¡Dejadme ir a mí y... ya veréis!" porque... no había transcurrido ni una media hora desde que las puertas de la casa cuartel se cerraban tras la pareja de Seguridad, cuando tienen que abrirse de nuevo para dar paso a una nutrida comisión, de la que se destaca Domínguez Caamaño, pidiendo se le deje comunicar por teléfono con Negreira.

Aunque tal petición resultaba extraña y de lejos olía a sospechoso pretexto, se le permitió sin embargo la entrada y comunicar también por teléfono, lo que hizo en forma tan poco discreta (ordenaba a los de Negreira que acudiesen con toda clase de armas y explosivos para hostilizar a la Artillería) que el Alférez allí presente, se vio obligado a arrebatarle de las manos el auricular, momento que aprovechó Domínguez para quitarse la careta y manifestar el verdadero motivo de su visita: -"Yo vengo por las pistolas de los guardias".

Con todo, las armas no salieron del cuartel. Para guardarlas y guardar la vida de sus defensores, había preparadas dos cajas de bombas en la galería de la casa, dos pistolas ametralladoras y otros elementos de defensa. ¿Contra quién habrían de emplearse? Contra el enemigo desde luego. ¡Lo difícil estaba en determinar cual era, y en donde se encontraba el enemigo en los momentos aquellos! ¿Lo sabía la Guardia Civil?...

A tales horas, medianoche del 18, no tenía seguramente de ello ni la menor idea. Lo que conocía era la conveniencia de concentrar los puestos de la Compañía, y utilizando la confianza que en ella (la G. C.) tenían lo elementos del F. P., acuerdan el Alférez Rey y el cabo Ceferino Raposo, interesar del Alcalde les facilitase coches para efectuar la concentración. Accede a ello José Germán, y durante aquella noche y el día siguiente, entran en Santiago más de cien guardias civiles.

Mientras tenían lugar los hechos arriba referidos, en el cuartel de la benemérita se recibieron diversas llamadas del Gobierno Civil, unas veces para comunicar a ésta la orden de que proporcionase armas al F. P. y otras para escuchar la voz de la señora del Gobernador, aconsejando en forma imperativa a los guardias, que se entrevistasen con los soldados artilleros, para decirles que desobedecieran a sus jefes o los asesinaran; terminando con estas palabras: -"Yo soy una mujer, y sin embargo estoy al lado de una ametralladora".

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

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