jueves, 4 de marzo de 2010

Noya: A cartas descubiertas; actúa el cuarteto de Brigadas y Sargentos.

Las intenciones del Capitán eran ya bien conocidas, y la actitud de la Guardia Civil había quedado también claramente definida en las últimas horas del día anterior. Ya no es una incógnita, ni para el jefe de Carabineros ni para sus subordinados. Por eso, mientras el Teniente Ruiz Rubio toma, con el resto de la fuerza que le quedaba, las debidas precauciones para evitar una sorpresa, intensifica el Capitán rojo la requisa de autos, sobre todo camiones y autobuses, y manda volar los puentes de San Justo, Vilachán y Beluso, cortando así toda comunicación por tierra con Santiago.

Las actividades del Capitán y satélites del comité revolucionario, eran afortunadamente contrarrestadas por las de los carabineros afectos al movimiento. Estos pasan la noche del 24 entre angustias, zozobras y temores de que se presentase fuerza armada para someter a los revoltosos de Noya. Habían acordado ya no disparar contra ningún uniforme, pero esto no era bastante. Era necesario hacer algo positivo para que fracasasen las maniobras del Capitán.

Así lo entiende el cuarteto de Brigadas y Sargentos a que antes nos hemos referido que, después de un cambio de impresiones, acuerda proponer al Teniente de Puebla que tomase él el mando de la Compañía, hiciese prisionero al Capitán y declarase el Estado de Guerra.

En efecto, mientras el Sargento de Cee y los Cabos de Lira, Esteiro, Finisterre, Mugía, Camariñas y Cabo de marinos de Corcubión preparaban en el sentido propuesto la fuerza a sus órdenes, los Brigadas de Corcubión, Puebla y Riveira se trasladan en la madrugada del día 25 al Cuartel de Carabineros en busca del Oficial de Puebla.

Llegados al Cuartel, pasaron a las oficinas situadas en la planta baja de la casa, y llamaron al Brigada de la Compañía, al Sargento de Muros y a los Cabos de Freijo y Padrón, con objeto de enterarles también del paso que iban a dar.

En ello estaban, cuando a ellos llegan sonidos como de una conversación sostenida en alta voz, procedentes al parecer de la habitación que estaba sobre las oficinas y que ocupaba el Teniente a quien buscaban:

-¿Quién está arriba?, pregunta uno de los Brigadas.

-Es, le contestaron, el Capitán que está hablando con Noé.

¡En buena compañía estaba! Este Noé no tenía nada de justo. No sabemos si en lo físico se parecía al personaje bíblico del mismo nombre, pero lo que es en lo moral... ¡era uno de los más destacados revolucionarios de Puebla, como en su lugar veremos!

En vista de que el tiempo pasaba, continuaba arriba la conversación y los comisionados no podían entrevistarse con el Teniente de Puebla, acordaron salir dos de ellos (Corcubión y Riveira) en busca del Teniente de Noya a quien, por vivir en su casa, era más fácil ver sin despertar sospechas, para decirle que no estaban dispuestos, ni a marcharse, ni a disparar un solo tiro contra las fuerzas del Ejército.

-Ya hablé con el Capitán -díceles el Teniente de Noya- pero ese hombre debe de estar loco, pues no hay quien le convenza. Sin embargo le veré de nuevo y le comunicaré la decisión de ustedes.

-No señor, dice el Brigada de Riveira, Vd. no se la comunica: Vd. reúne a sus dos compañeros, y los tres juntos se lo hacen saber. Nosotros vendremos a enterarnos de la contestación.

Así fue. A eso de la una de la tarde recogen la contestación de labios del Teniente de Noya que les dice:

-El Capitán da su palabra de honor de que no se hará disparo alguno; pero dice, que marcharse, si las circunstancias lo aconsejan, habría que marcharse.

-Bueno, dice uno de los Brigadas, eso... ¡ya se marchará el que quiera!

Aquellas clases y Cabos de Carabineros que desde el primer momento vieron con disgusto los manejos de su Capitán, no se conformaron con buscar aliados y catequizar entre los suyos, sino que, para precaver posibles equivocaciones en caso de choque, buscaron contacto con elementos de la Guardia Civil, reuniéndose al efecto el mismo día 25 en un café de la Villa, con el Brigada de la Guardia Civil de Muros, el Sargento de Negreira y los Cabos de los puestos del Son y Noya, y llegando al acuerdo de que "nada ocurriría entre ellos".

Cuando estaba celebrándose esta reunión, reciben aviso los Carabineros de que acudan al Ayuntamiento para formar, de orden del Capitán. Acuden estos, y se encuentran formada ya casi toda la fuerza delante de la Casa Consistorial. No saben lo que pueda ocurrir, y no deja de intrigarles el ver a toda la gente con armamento.

Entre los carabineros formaban también varios paisanos, cuatro de los cuales aparecían armados con fusil.

Esto desagradó en gran manera a los Brigadas comprometidos en el complot contra el Capitán y los suyos, y el de Riveira, acercándose al Teniente de Muros, le hace notar lo absurdo de aquel hecho. El Teniente le remite al Capitán, y al Capitán se acerca para decirle:

-Mi Capitán, los Brigadas, involuntariamente nos hemos quedado sin fusil: podíamos coger los que tienen los paisanos esos.

El Capitán, que acaso sospechase algo ya de la actitud del que le hablaba, contesta con evasivas que nada resuelven, por lo que el de Riveira acude al Teniente de Puebla, y señalándole entre los de aquellos cuatro, uno al azar, le dice:

-Aquel fusil, mi Teniente, es de la Sección y... veremos luego quien carga con la responsabilidad.

-Llame al sujeto ese y desármelo; fue la contestación del Teniente, que había de aprovecharse para desarmar también a los demás.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

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