viernes, 19 de marzo de 2010

Santa Eugenia de Riveira

Cuenta la ciudad de Santa Eugenia con un considerable contingente de población marinera, razón por la cual los conflictos del mar eran los que socialmente revestían mayor importancia, y los que más se hacían sentir en la vida ciudadana, a partir sobre todo del momento aquel en que la sindicación obrera vino a complicarlos, obligando a veces a participar en ellos a los obreros del campo, unidos a los del mar, no sólo por la sangre sino también por lazos sindicales.

En Santa Eugenia no estaban independientemente organizados marineros y "Oficios Varios" de la ciudad, como sucedía en otras poblaciones marítimas. Todos ellos unieron su suerte y entregaron la defensa de sus intereses a una de estas dos organizaciones: C. N. T. o U. G. T., que actuaban separadamente, llevando ambas su labor de captación a los obreros de todas las profesiones, sin excluir a los obreros del campo, que empezaban ya a caer en las garras del marxismo, tierra para ellos completamente desconocida, pero no menos peligrosa.

Empezaban decimos, porque, a la hora del Movimiento, eran muy pocos todavía -sólo algunos de Oleiros- los agricultores que habían dado sus nombres a la Confederación o a la Unión General de Trabajadores, aunque fuesen muchos los que les dieran sus votos y les brindaban sus simpatías.

De estas dos organizaciones, es la C. N. T. la que ejerce acusado predominio a partir de las famosas elecciones, en que los representantes del F. P. dejaron tamañitos a los héroes legendarios de la Sierra Morena.

El apoyo oficial por una parte, y por otra las activas campañas de dos propagandistas importados de Vigo y Asturias respectivamente, Vicente Iglesias y el "Asturiano", hicieron que la Confederación Nacional del Trabajo viese sus filas considerablemente aumentadas en los últimos tiempos.

Eran hombres de prestigio entre los suyos el Iglesias delegado de la C. N. T. de Vigo, y "El Asturiano" que llega a Riveira con una brillantísima hoja de servicios en el campo de la revolución, entre los cuales merece destacarse el que en Asturias había prestado a la causa en el año 34, volcando intencionadamente, al conducirlo, un camión ocupado por Guardias Civiles.

Eran hombres de prestigio entre los suyos, como entre los Ugetistas lo eran también Manuel Fernández Sendón y Julio Silva Vilas que, con los anteriores y algún otro elemento, formaron el Comité revolucionario de Riveira en julio del 36.

Por esta fecha, el ambiente en Riveira y su comarca no podía ser más propicio a la revolución.

Lo comprueban las incitaciones que a ella se hacían públicamente en mítines y conferencias sin protesta de nadie, las manifestaciones y desfiles del 1º de mayo con banderas rojas y puños en alto sin que nadie se escandalizase, y sobre todo el hecho de que, unos días antes del Movimiento, varios vecinos de Palmeira -foco importante de revoltosos- se presentasen en forma tumultuosa ante las autoridades de Riveira, a las once de la noche, exigiendo con amenazas y disparos de pistola, la libertad de un camarada detenido la tarde de aquel mismo día en Palmeira, por haber interrumpido una procesión religiosa, haciendo contra ella un disparo de arma de fuego.

Todo esto bien a las claras demuestra, que ni en unos faltaba decisión para lanzarse a la revuelta, ni en otros suicida prudencia que les aconsejase la inacción; y... teniendo los ciudadanos decisión unos para lanzarse a la revuelta y prudencia otros para no contrarrestarla, el ambiente no puede ser más favorable a la causa revolucionaria.

No es extraño pues, que al ser conocidas las noticias del levantamiento de África, el Comité anteriormente citado, pudiese, sin trabajo alguno, apoderarse de Riveira y su zona del mando supremo en el municipio, en la calle y hasta en los hogares mismos.

Fiel intérprete de las órdenes del Gobierno Republicano de Madrid, el Comité de Riveira, ordena la paralización inmediata de los trabajos de mar y tierra; registros domiciliarios en busca de armas (1); cacheos de transeúntes con todo el lujo de alardes bélicos propios de estos casos, e incautación de autos, radios y mercancías en tiendas, estancos y fábricas de conservas, mercancías que iban almacenando en la Casa-Ayuntamiento, de donde salían luego para aprovisionar a las diversas patrullas y grupos que prestaban servicios de vigilancia.

¡No faltaban vituallas! En el Ayuntamiento había ya un depósito grande de municiones de todas clases, adquiridas a precios soviéticos: un vale, que si no valía para reintegrar a los propietarios el coste de los objetos robados, valió sí, para unir más tarde al expediente de los procesados, como testimonio de su culpabilidad.

Las noticias transmitidas por "Unión Radio-Madrid" no podían ser más optimistas: el Gobierno dominaba la situación en todas partes, y era cosa de muy pocos días la entrega total de los facciosos... Riveira estaba en pie de guerra, armado el pueblo y encantados sus dirigentes con la marcha de los asuntos. Pero... alguien esparció la noticia de que en Noya -cabeza del partido y en donde la revolución contaba con más y más eficaces defensores- se habían entregado ya los carabineros y cesado la resistencia, bastando esto para acabar con la alegría y el optimismo de los dirigentes de Santa Eugenia, que buscan y preparan el medio más seguro de ponerse ellos a salvo, aunque perezcan todos los demás.

En el puerto había, entre otros, dos barcos pesqueros propiedad de Dª Encarnación Colomer, Vda. de Fernández, que del mar del Sol y costas de Irlanda llegaran hacia el 20 cargados de pescado. Uno de estos barcos fue el escogido por el Comité como defensa y medio de transporte.

El día 25 pasó a bordo un grupo de gente armada que, pistola en mano, obligó al hijo y sobrinos de la propietaria a que diesen su consentimiento para que el barco fuera atracado al muelle, verificado lo cual, llenan los depósitos de carbón y agua, cargan víveres y municiones en gran cantidad, y queda así preparado y dispuesto para zarpar a la primera orden. Esta no llegó a darse, porque a ello se opuso unos de los miembros del Comité, Fernández Sendón pariente de los Sres. Colomer, y algunos otros que disentían de la opinión de los demás.

Unos días más tarde, el 28 a las cinco de la mañana, vuela sobre Riveira un hidro de la Base de Marín que, con dos bombas que lanza sobre Coroso, anuncia al vecindario la proximidad de dos remolcadores que, procedentes de Marín, entran en puerto a los pocos momentos con fuerzas de marina que desembarcan, y, en paseo triunfal, se apoderan del Ayuntamiento, clausuran las sociedades obreras y dejan restablecida la normalidad en muy poco tiempo.

Ninguna resistencia hallaron en Riveira, ni estas fuerzas, ni las del Capitán Saavedra que por tierra entraban a las cinco de la tarde, una hora después de haber sido el pueblo abandonado por las fuerzas de desembarco.

La columna "Saavedra", compuesta por las fuerzas del Ejército, G. C. y Falange, llegó aún a tiempo para ver escapar a los revoltosos en diversas direcciones, y para saludar con fuego de ametralladora a los grupos que a lo lejos se observaban en los montes de la Ciudad y de la Garita.

No hubo muertos ni heridos. Sólo unos cuantos gritos de asustadas mujeres, que muy pronto se convirtieron en vítores y aclamaciones al Ejército de España.

D. Antonio Fernández Salcedo, primer Delegado de Orden Público en Riveira, pone especial empeño en la organización de Falange y actúa con acierto durante algún tiempo, siendo luego sustituido por D. José Pérez Martínez, primer Alcalde que en Riveira tuvo la España redimida.

(1) Registraron incluso el Cuartel de la Guardia Civil en ausencia de los Guardias, incautándose de algunas armas.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

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