lunes, 3 de mayo de 2010

Monforte: la plaga de los mosquitos; huelga general; operaciones de limpieza.

De "plaga de los mosquitos" calificarían sin duda los marxistas de Monforte la llegada al Ayuntamiento de una comisión, que pide entrevistarse con el Teniente de la Guardia Civil, dos horas después de haberse hecho éste cargo del mando de la plaza.

La forman Luis Romero Rodríguez (a) "Mosquito" y todos sus hijos, cuyo número ignoramos, pero cuya laudable actuación conocemos.

Pertenecen a la "Sociedad Agraria de Monforte", y son acaso los primeros que acuden a ponerse a disposición de la autoridad Militar, asegurando a ésta que hay en el campo cientos de hombres que piensan como piensan ellos.

Decían verdad: sale esta familia de la Comandancia, y a las cuatro de la mañana empiezan a llegar a Monforte labradores y más labradores armados, que, en número de 400 y en colaboración con la Guardia Civil, sostienen desde entonces el orden en la población.

Los dirigentes marxistas, en su precipitada fuga, o no habían ido muy lejos, o habían dejado órdenes concretas a sus dirigidos para que, en un momento determinado, fuesen a la huelga general. Este momento fue el día 21 de julio en que todos, como un solo hombre, abandonaron el trabajo observándose la más completa paralización en todos los aspectos de la vida comercial e industrial.

La huelga duró varios días. Ocupadas las autoridades en otros menesteres que reclamaban atención principal (como la detención de los socialistas más significados que pasaron a ocupar el lugar que en la cárcel dejaran vacío los derechistas libertados) no se propusieron acabar desde el primer momento con una huelga que, por otra parte, se presentaba del todo pacífica, debido en gran parte a la presencia en Monforte de los valientes y leales campesinos que, parapetados en las azoteas y otros lugares estratégicos, se mostraban dispuestos a probar a todo el que intentara perturbar el orden ,que, con la misma maestría y destreza con que manejaban el azadón, sabían también manejar un fusil.

La huelga duró varios días, y... terminó, cuando la autoridad quiso que terminase. Un bando militar ordenando la vuelta al trabajo fue suficiente para que cada uno se reintegrase a su puesto, notándose solamente la falta de dos municipales y 200 ferroviarios, muchos de los cuales hubieron de sufrir más tarde las consecuencias de su rebeldía.

Apenas transcurridos ocho días, empezó a circular el primer tren afianzándose la normalidad que ya no volvió a alterarse.

Normalizada la situación en el pueblo -merced a las acertadas disposiciones del Teniente de la Guardia Civil D. José González Díaz, primer Comandante militar de la plaza, y a la actividad desplegada por el Teniente Coronel retirado Sr. Cortés, sucesor de aquél en el mando de la Comandancia-, dieron comienzo las operaciones de limpieza en el extrarradio.

Una columna formada por 10 Guardias civiles y unos 40 voluntarios, opera sobre el Ayuntamiento de Sober con tan buena fortuna, que logra copar al Comité revolucionario -que tenía aterrorizada a toda la comarca con las salvajadas cometidas, amenazas, saqueos de tiendas y comercios, implantación de vales, requisas, etc. etc.- haciendo además dos muertos al enemigo.

Fuerzas de Monforte operan también sobre Toiriz, Ayuntamiento de Pantón, en donde los revoltosos, con menos corazón o más suerte que los de Sober, logran internarse en los montes.

Marchan más tarde sobre la Puebla de Brollón para libertar a significados derechistas que los rojos tenía en rehenes, y, en unión de elementos falangistas de Lugo, hacen una incursión por tierras de San Clodio, sosteniendo vivo tiroteo con los revoltosos, y causándoles varios heridos.

Después, y en combinación con fuerzas de Lugo y Sarria, operan elementos de Monforte sobre Castro de Rey; y, por último, combinados con fuerzas de Castro Caldelas y San Clodio, caen sobre Torbeo en donde los rojos son seriamente castigados, abandonando en el campo varios muertos, entre ellos, uno que, protegido por las paredes de un roble que estaba hueco, disparaba insistentemente su rifle hasta que, descubierto, una bala, atravesando la defensa, lo dejó sin vida dentro mismo de tan original parapeto; y otro, que, alcanzado en la cabeza por el plomo, cae repentinamente al suelo; para incorporarse luego, y no pudiendo hablar, levantar el puño, con gesto amenazador que simula la mueca última de una vida, alimentada con el veneno de la revolución.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

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