jueves, 6 de mayo de 2010

Sarria: actuación desesperada

Este período de persecución contra todo lo que en Sarria significaba autoridad, orden o creencias religiosas, iba a culminar en los días 18, 19 y 20 de julio, en que el Alcalde, eficazmente secundado por otros elementos, se siente como nunca general en jefe de la comarca, y defiende desesperadamente una situación que agonizaba.

El día 18, enterados del levantamiento de África, recorren todos los centros obreros y visitan las agrupaciones políticas de izquierda, movilizando a la gente, que formada luego en diversas guardias y patrullas, recorren la Villa o vigilan las entradas de la misma, deteniendo a toda clase de vehículos, y registrándolos escrupulosamente, así como a todos sus ocupantes.

Estas operaciones siguen durante todo el día 19. En la noche de este día, los revoltosos extienden su actuación a las parroquias circunvecinas, en donde se dedican a la requisa de armas y recluta de milicias, conduciéndolas a la Villa, que en la mañana del día 20 aparece convertida en un hervidero de pistoleros y escopeteros, muchos de ellos improvisados. Estaban sin embargo animados del mayor entusiasmo, y si la guerra se hiciera con gritos y manoteos, difícil sería encontrasen dignos rivales.

Una columna formada por extremistas de Castro de Rey y demás parroquias de Paradela, Incio, Triacastela, Samos, Páramo y Láncara, mandada por Vicente Páramo, se dirige en las primeras horas del mismo día 20, y en diversos coches, a la ciudad de Lugo, portando armas muy variadas y buena cantidad de dinamita.

En Sarria quedaban unos 400 hombres armados, dirigidos y capitaneados por el Alcalde, el médico D. Manuel Maceda, los gestores Casiano Quintana, Manuel Díaz Vázquez, Rogelio Tarí, Manuel Durán, y los Guardias Municipales Pedro Díaz y Cándido Maurín.

Toda esta fuerza espera en Sarria las noticias que de la capital habían de transmitir los expedicionarios, y para no aburrirse, mientras unos se dedican a presionar inútilmente a la Guardia Civil para que ésta les entregue las armas que tiene en depósito, otros pasan el tiempo paseando por la población y sus alrededores en coches y camionetas, exhibiendo armas y lanzando estentóreos gritos de U. H. P. y otros similares.

Las noticias que de Lugo trajeron los pobres infelices que allí fueron con objeto, les decían, de ayudar a sus hermanos, eran muy poco satisfactorias: En Lugo se había declarado el Estado de Guerra, y de toda aquella ingente masa revolucionaria que los pueblos había volcado sobre la capital, no quedaba en ella más que los detenidos por las fuerzas del Ejército, al iniciarse la desbandada general. Esto enfrió notablemente el ardor bélico de los revoltosos de Sarria, que reducen el frente de combate, haciéndose fuertes en el Ayuntamiento y sus inmediaciones. Sin embargo, la resistencia había de durar muy poco.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

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