miércoles, 5 de mayo de 2010

Sarria: estado social

A partir de las célebres elecciones de febrero de 1936, y nombrado Alcalde el joven abogado D. Antonio Páramo Sánchez significado siempre por sus ideas extremistas, comenzó en Sarria una campaña de odios y persecuciones contra toda persona de orden, instigada y dirigida por el Alcalde mismo, que hacía objeto preferente de su animosidad a la Guardia Civil a la que tachaba de fascista, y cuyo traslado a Asturias propuso a Casares Quiroga.

Acentúase el malestar a partir de unos sucesos ocurridos en Sarria en los últimos días de junio, sucesos que sirvieron de pretexto a los elementos de izquierda para organizar una gran manifestación que, presidida por los diputados Sres. Villamil, Gasset y Ouro, desfila en actitud levantisca y amenazadora, por las calles de la Villa.

Al pasar los manifestantes frente a la casa del Sr. Saco situada muy cerca del Casino, suena un disparo que Gasset y los manifestantes atribuyen al dueño de la vivienda, con objeto de justificar la formidable pedrea que descargan sobre ella, y cuyos efectos habían de alcanzar también al Casino.

Las turbas se dividen, y mientras unos acometen la casa del Sr. Saco, se dirigen otros al Casino, destrozando éstos todo el mobiliario, y pretendiendo aquellos linchar primeramente al dueño por haber reclamado auxilio de los vecinos, y quemar luego el inmueble.

No tuvieron tiempo para ello. En este momento aparece el jefe de la Guardia Civil con toda la fuerza a sus órdenes, y a su presencia inician los amotinados un movimiento de retroceso.

Se rehacen no obstante muy pronto al ver que el Alcalde se adelanta al encuentro de los guardias, para ordenarles que se retiren, pues "allí no pasa nada, y él responde del orden".

La pedrea con todo continuaba, y en vista de ello, avanzan los guardias desatendiendo las órdenes del Alcalde que les amenaza con el Ministro de la Gobernación, y la decidida actitud de la fuerza, modifica la de los revoltosos que acaban por disolverse, terminando de este modo una jornada que pudo haber sido sangrienta, a no haber mediado la oportuna y prudente intervención de la Guardia Civil. Esta cumplió con su deber: restableció el orden; impidió que las huestes del Alcalde cometiesen mayores desafueros, y comunicó luego todo lo ocurrido al Gobernador de la provincia, que mandó a Sarria un delegado encargado de abrir una amplia información de los sucesos.

Disgustado el Alcalde al ver frustrados todos sus propósitos, respirando odio contra los causantes de sus desventuras, y maquinando nuevos planes (puesto de acuerdo con los demás alcaldes del Partido para que secundasen su actitud) se dirige directamente a Casares Quiroga, Presidente entonces del Gobierno, quejándose del Gobernador y pidiendo la fulminante destitución de éste y de la Guardia Civil de Sarria; advirtiéndole que, de no ser atendido en sus reclamaciones, se vería obligado a dimitir con todos los demás alcaldes que, como él, "habían visto con disgusto el nombramiento de un delegado especial, por redundar esto en desprestigio y menoscabo de la autoridad municipal". A Casares no le convenía indisponerse con tan buenos servidores: el Gobernador es trasladado, y promete hacer lo mismo con la Guardia Civil de Sarria, lo que sin duda hubiera hecho, a no haberse precipitado los acontecimientos.

Todavía tiene tiempo el Alcalde para desahogar su mal humor y el disgusto que le causara la detención de un tío suyo. Vicente Páramo, y otros tres dirigentes en los sucesos que hemos relatado, ordenando en venganza, el ingreso en la cárcel de las más significadas personas de orden, que no llegó a efectuarse, por no haber encontrado motivo para ello el Juez especial que se hallaba en funciones.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

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