lunes, 21 de junio de 2010

Marín: rumores generales y preparativos en el Polígono

A partir de las elecciones de febrero llegaron a Marín, como a todos los rincones de España, insistentes rumores de que no tardarían en producirse serios acontecimientos de carácter revolucionario, encaminados a transformar aquella República, falsamente llamada de trabajadores, en República del proletariado.

Ante noticias tales, avaladas por el ambiente reinante, Jefes y Oficiales de Marín -personas todas ellas de recia y sana contextura moral- redoblan la cuidadosa y atenta vigilancia sobre sus subordinados, y forman, en el mes de marzo, un plan de defensa del Polígono, y otro que comprendía Polígono, pueblo de Marín, y ciudad de Pontevedra; se ponen al habla con la oficialidad de algunos buques de la escuadra que entraran en puerto durante los meses de mayo y junio, inculcando, a los que no estaban todavía convencidos, la idea de que había que acabar de una vez con la vergüenza que sobre el Ejército, y la Marina, y España en general habían arrojado los Gobiernos antiespañoles, judaizantes y masones; y no faltan, finalmente, quienes -desobedeciendo acaso mandos absurdos y tiránicas disposiciones- busquen contacto con elementos fascistas de tierra, pensando en que la obediencia y disciplina han de ser razonables, y no pueden serlo, cuando su observancia incluye el conculcamiento de leyes divinas e intereses de la Patria.

Pendientes los ánimos del aviso definitivo que había de alzar en toda España el brazo justiciero encargado de aplastar aquella política de delirio, que en poco tiempo consiguiera subvertir y desorganizar toda la estructura social del país, transcurrieron en Marín los últimos días de junio y primera quincena de julio, trágicamente coronada ésta por los esbirros de Casares Quiroga, con el repugnante y vil asesinato del mártir insigne Calvo Sotelo. El crimen produjo honda sensación en el Polígono, y jefes y oficiales manifestaban su indignación en afirmaciones concretas, que sonaban a gritos de guerra y expresiones de amenaza: "¡Esto es una vergüenza!... ¡Así no se puede continuar!... ¡Si ahora no saltamos, es que España está muerta!...

¡España no estaba muerta! ¡A los cuatro días del bárbaro asesinato, el 17 de julio, llegaban a Marín indicios encubiertos de que empezaba a desperezarse!

El Gobierno cursaba con extraordinaria insistencia a las bases y barcos de guerra órdenes, que hacían suponer que algo raro pasaba en el país. En el Polígono no podían saber a punto fijo el alcance de aquella alarma; pero pudieron sí, descubrir desde el primer momento, el lugar en donde surgieran sus causas, merced a los radiogramas que iban recibiendo y descifrando. Por ellos se enteran, de como el Gobierno ordena primero a Ferrol que mande barcos al Estrecho, dispone después que salga un barco para Algeciras y vigilen otros los puertos de Ceuta y Larache, y comunica más tarde al comandante de aquella flota: "rompan fuego los tres buques sobre campamentos y cuarteles de regulares, centros militares o agrupaciones de fuerzas", añadiendo: "La República Española espera de la lealtad y disciplina de esas dotaciones sabrán hacer honor ... (interferencias)... no cesarán el fuego, hasta solicitud de tregua o haber consumido la mitad de los cargos".

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

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