En Pontevedra no había complot de ninguna clase. Como en las demás plazas de Galicia, tampoco allí precediera al Movimiento una preparación todo lo amplia y cuidadosa que las circunstancias parecían reclamar. De ahí, la desorientación y el despiste general que se observó en los primeros momentos.
Pasaron sí, por la capital, algunos enlaces (1), que ni habían llegado a todos, ni aún ante aquellos a los que llegaran, habían concretado nada. El más enterado, no sabía cuando ni como iba a surgir el Movimiento.
Que algo iba a pasar, estaba en el ambiente; y, cediendo al ambiente y a la propuesta acaso de algún iniciado, los Capitanes de Artillería -en reunión que tuvieran 15 o 20 días antes del 18 glorioso, con objeto de expulsar del cuerpo a Menéndez, por sus compadrazgos y connivencias con Pérez Farrás en Cataluña- se habían comprometido a proceder de acuerdo, en caso de un movimiento.
Como se ve, esto era algo muy vago e incompleto, en un asunto de trascendencia capitalísima en que se jugaba, no sólo la carrera, el pan de la mujer y de los hijos, sino también la vida misma de los individuos.
Con todo, ninguna de estas consideraciones llegó a hacer mella en el ánimo de la fogosa oficialidad que, a todo trance, quería salir a la calle, significándolo así, primero al Coronel del Regimiento, y luego al General de quien era autorizarlo.
(1) La llegada de uno de estos a Pontevedra, dio lugar a un caso curioso que vamos a relatar:
En el Hospital de Pontevedra, había muerto un cabo de la G. C. llamado Polo, cuyos familiares (entre ellos un sacerdote) residían en una ciudad de Castilla, a donde rápidamente se les comunicó la triste noticia. Dos o tres días después, un sacerdote pregunta en Pontevedra por el Capitán de la G. C. D. Manuel Bernal, a quien encuentra, en el preciso momento en que éste venía de asistir a los funerales de Polo. Esta circunstancia, unida a que la llegada del visitante coincidió con la del exprés, dio motivo a que Bernal, confundiéndole con el pariente del muerto, le recibiese con las expresiones de ritual en tales casos: "Le acompaño en el sentimiento..." "No sabe V. cuanto lo lamento..." No pudo terminar. El visitante, burlando la atención de otras personas allí presentes, le dice en tono misterioso: "Tengo que hablar reservadamente con usted. Soy Teniente de Artillería".
Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.
Pasaron sí, por la capital, algunos enlaces (1), que ni habían llegado a todos, ni aún ante aquellos a los que llegaran, habían concretado nada. El más enterado, no sabía cuando ni como iba a surgir el Movimiento.
Que algo iba a pasar, estaba en el ambiente; y, cediendo al ambiente y a la propuesta acaso de algún iniciado, los Capitanes de Artillería -en reunión que tuvieran 15 o 20 días antes del 18 glorioso, con objeto de expulsar del cuerpo a Menéndez, por sus compadrazgos y connivencias con Pérez Farrás en Cataluña- se habían comprometido a proceder de acuerdo, en caso de un movimiento.
Como se ve, esto era algo muy vago e incompleto, en un asunto de trascendencia capitalísima en que se jugaba, no sólo la carrera, el pan de la mujer y de los hijos, sino también la vida misma de los individuos.
Con todo, ninguna de estas consideraciones llegó a hacer mella en el ánimo de la fogosa oficialidad que, a todo trance, quería salir a la calle, significándolo así, primero al Coronel del Regimiento, y luego al General de quien era autorizarlo.
(1) La llegada de uno de estos a Pontevedra, dio lugar a un caso curioso que vamos a relatar:
En el Hospital de Pontevedra, había muerto un cabo de la G. C. llamado Polo, cuyos familiares (entre ellos un sacerdote) residían en una ciudad de Castilla, a donde rápidamente se les comunicó la triste noticia. Dos o tres días después, un sacerdote pregunta en Pontevedra por el Capitán de la G. C. D. Manuel Bernal, a quien encuentra, en el preciso momento en que éste venía de asistir a los funerales de Polo. Esta circunstancia, unida a que la llegada del visitante coincidió con la del exprés, dio motivo a que Bernal, confundiéndole con el pariente del muerto, le recibiese con las expresiones de ritual en tales casos: "Le acompaño en el sentimiento..." "No sabe V. cuanto lo lamento..." No pudo terminar. El visitante, burlando la atención de otras personas allí presentes, le dice en tono misterioso: "Tengo que hablar reservadamente con usted. Soy Teniente de Artillería".
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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.
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