domingo, 13 de junio de 2010

Pontevedra (Capital): no había complot

En Pontevedra no había complot de ninguna clase. Como en las demás plazas de Galicia, tampoco allí precediera al Movimiento una preparación todo lo amplia y cuidadosa que las circunstancias parecían reclamar. De ahí, la desorientación y el despiste general que se observó en los primeros momentos.

Pasaron sí, por la capital, algunos enlaces (1), que ni habían llegado a todos, ni aún ante aquellos a los que llegaran, habían concretado nada. El más enterado, no sabía cuando ni como iba a surgir el Movimiento.

Que algo iba a pasar, estaba en el ambiente; y, cediendo al ambiente y a la propuesta acaso de algún iniciado, los Capitanes de Artillería -en reunión que tuvieran 15 o 20 días antes del 18 glorioso, con objeto de expulsar del cuerpo a Menéndez, por sus compadrazgos y connivencias con Pérez Farrás en Cataluña- se habían comprometido a proceder de acuerdo, en caso de un movimiento.

Como se ve, esto era algo muy vago e incompleto, en un asunto de trascendencia capitalísima en que se jugaba, no sólo la carrera, el pan de la mujer y de los hijos, sino también la vida misma de los individuos.

Con todo, ninguna de estas consideraciones llegó a hacer mella en el ánimo de la fogosa oficialidad que, a todo trance, quería salir a la calle, significándolo así, primero al Coronel del Regimiento, y luego al General de quien era autorizarlo.

(1) La llegada de uno de estos a Pontevedra, dio lugar a un caso curioso que vamos a relatar:

En el Hospital de Pontevedra, había muerto un cabo de la G. C. llamado Polo, cuyos familiares (entre ellos un sacerdote) residían en una ciudad de Castilla, a donde rápidamente se les comunicó la triste noticia. Dos o tres días después, un sacerdote pregunta en Pontevedra por el Capitán de la G. C. D. Manuel Bernal, a quien encuentra, en el preciso momento en que éste venía de asistir a los funerales de Polo. Esta circunstancia, unida a que la llegada del visitante coincidió con la del exprés, dio motivo a que Bernal, confundiéndole con el pariente del muerto, le recibiese con las expresiones de ritual en tales casos: "Le acompaño en el sentimiento..." "No sabe V. cuanto lo lamento..." No pudo terminar. El visitante, burlando la atención de otras personas allí presentes, le dice en tono misterioso: "Tengo que hablar reservadamente con usted. Soy Teniente de Artillería".

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

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