miércoles, 16 de junio de 2010

Pontevedra (Capital): Crece el peligro y actúa la Guardia Civil; alas de España sobre la Ciudad

A las tres de la tarde del día 20, la Capital era un hervidero de gente armada que llenaba por completo calles y plazas, cuya capacidad parecía multiplicarse de modo extraordinario, para recibir las nuevas expediciones que constantemente llegaban de los pueblos.

A las tres y media, avisa a la Comandancia el Sargento de la Guardia Civil en Lalín, que en aquel momento salían con dirección a Pontevedra 500 hombres armados, portando además toda la dinamita de los polvorines del ferrocarril en construcción.

Media hora más tarde, llega al Capitán Bernal una confidencia, por la que se entera, que los rojos trataban de apoderarse de las familias de Jefes y Oficiales, con objeto de ponerlas al frente de una manifestación monstruo, que había de ir al Cuartel de Artillería, a intimar su rendición (1).

Hacia las cinco y media hacen su aparición algunos autos procedentes al parecer de Lalín, con los que se enfrenta el Capitán Bernal y fuerzas de la Guardia Civil, procediendo a su detención y registro de sus ocupantes (2).

Todo esto, y algunas otras cosas de interés que llegaron a conocimiento de Bernal, iba sabiéndolas también el General Gobernador de la Plaza, por medio de diminutos emisarios que, en aquellos momentos, prestaron señaladísimos servicios (3). Solo la noticia referente a las detenciones llevadas a cabo por la Guardia Civil a las cinco y media de aquella tarde, le fue transmitida por un Oficial mandado por el Jefe de la Comandancia, Oficial que llevaba además la comisión de significar al General la conveniencia de que declarase el Estado de Guerra, antes de que la noche se echase encima.

Volvió pronto el Oficial con la respuesta del General: "El Estado de Guerra no puede declararse, porque las clases se niegan a salir y tratan de soliviantar a la tropa".

En vista de esto, la Guardia Civil procede a la rápida defensa de sus cuarteles, al tiempo mismo que comunica con la Base Naval de Marín, a donde se destaca un Oficial del Cuerpo, con objeto de pedir al Jefe del Polígono, enviase a Pontevedra un hidro con proclamas invitando a las masas a rendirse y entregar las armas, y con algunas bombas, que serían arrojadas en caso sólo de que las proclamas no surtieran el efecto deseado.

El Sr. Bastarreche contesta a esta petición en una nota, en que afirma que, en aquel momento, ordena sea lanzado al agua uno de los hidros, quedando todavía cuatro más, por si fueran necesarios.

Recibida esta respuesta en la Comandancia de la Guardia Civil, es desde allí trasladada inmediatamente al Cuartel de Artillería (4), a fin de que aquellas fuerzas aprovecharan la impresión que el hidro había de causar entre los revoltosos, para hacerse con alguna unidad y salir a la calle.

Efectivamente, la aparición del hidro fue aprovechada por la oficialidad para -con gritos, arengas y vivas- preparar el ánimo de la tropa, hasta conseguir formar tres baterías, en las que el elemento soldado respondió admirablemente.

Formada ya en el patio del cuartel la del Capitán Rodríguez, vio éste aparecer al Coronel del Regimiento, y dirigiéndose a él, le dijo sin más preámbulos: "Mi Coronel, yo respondo de la gente de mi batería, y voy a salir a la calle con clases o sin ellas".

Momentos después, el Teniente Vázquez (5), en tonos vibrantes y patrióticos, dirigía a los soldados una arenga que acabó de enardecerlos, mientras el Capitán Casal se presentaba al Gobernador Militar diciéndole: -Mi batería está formada y dispuesta a salir cuando Vd. lo ordene.

-Bueno, contesta el General Iglesias, tengan todo preparado, que voy a telefonear al Gobernador para que resigne el mando.

(1) De la veracidad de esta confidencia, testifica el hecho de que, momentos después de haber salido de sus casas algunas de estas familias, llegaban a buscarlas los revolucionarios.

(2) El que no llevaba una, iba armado de dos pistolas completamente nuevas. Debajo de los asientos llevaban también varios paquetes de dinamita.

(3) Ante la imposibilidad de comunicar por teléfono y teniendo que atravesar (para llegar al General) zonas completamente llenas de revoltosos, buscó Bernal personas que no pudieran infundir sospechas: unos balillas hijos de Guardias civiles, que llevaban dentro de los zapatos las comunicaciones que, por su corta edad, no hubieran sabido transmitir de palabra.

(4) La mandó Bernal al Capitán Rodríguez.

(5) Hallándose el Teniente Vázquez en comisión de Asalto en Pontevedra, fue (meses antes del Movimiento) con fuerzas de este Cuerpo a la ciudad de La Coruña, en la que, con motivo de una manifestación, se lió a golpes y bofetadas con algunos de los manifestantes. Quejóse el F. P. al Gobernador, y éste destituyó a Vázquez en el campo mismo de operaciones, teniendo que volver por consiguiente a Infantería de cuya arma procedía. Destinado a Estella, viene de allí a Pontevedra con licencia de verano, que hubo de aceptar por no infundir sospechas, cuatro o seis días antes del movimiento.

El día 19 de julio fue visto y conocido en la calle, pues estaba fichado por las Izquierdas de Pontevedra.

Perseguido por un tropel de rojos capitaneados por un cabo de municipales, buscó refugio en el Cuartel de Artillería, de donde salió (después de haber tenido allí una actuación meritísima) con la batería que declaró el Estado de Guerra en Pontevedra, siendo herido en el primer tiroteo con los revoltosos, y dando más tarde su vida por la Patria en uno de los frentes de combate.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

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