martes, 15 de junio de 2010

Pontevedra (Capital): amanece el día 20; nuevos inconvenientes

Amanece el día 20. En las primeras horas de este día comienzan a congregarse en las inmediaciones del Cuartel de Artillería patrullas y más patrullas armadas con escopetas, hoces, hachas, pistolas, etc. etc., que vienen a ser como la avanzadilla de nuevos y numerosos contingentes que los pueblos de la provincia han de enviar más tarde a la Capital: Lalín, Silleda, Estrada, Villagarcía, el Grove, Caldas de Reyes, Cangas, Bueu y otras villas y comarcas, preparan, en estos momento, las expediciones armadas que les pidiera el Gobernador.

En la capital van conociéndose detalles de esta movilización, merced a las informaciones que la Guardia Civil va recibiendo de los distintos puestos de la Provincia (1), y sirve ello, para acentuar más y más, el temor en unos y la decisión en otros.

El peligro aumenta por momentos, amenazando con hacerse irremediable; la oficialidad de la guarnición sigue presionando; la del Polígono de Marín empuja también; el Capitán Bernal no recata ante nadie sus propósitos de salir "con su gente" a contener a las masas, en el momento en que éstas traten de desbordarse, y el General Iglesias -que dijera al principio, no sacaría las tropas a la calle mientras no recibiese órdenes de la División, y aconsejaba después calma a sus subordinados: "esperen ustedes, no sea que vaya a echarse todo a perder"- se decide al fin, y entre una y dos de la tarde, da la orden de que sea declarado el Estado de Guerra.

Recibida esta orden, alguien tuvo la debilidad de, en una arenga que quiso ser patriótica y bien intencionada, comunicarla, en forma de consulta, a suboficiales y sargentos, que expresaron la impresión que les causaba, observando un silencio sepulcral.

-¿Por qué callan Vdes.? -les dijo entonces el Coronel de Artillería.

-Porque este es un movimiento político -responde uno de los del grupo- y el Ejército debe estar siempre alejado de todas esas cosas. ¡Las clases no respondían!

Tampoco respondían los Guardias de Asalto, según acababa de informar el Teniente Vázquez que fuera en comisión a entrevistarse con Rico, Capitán de aquellas fuerzas. ¿Y la Guardia Civil? ¿Dijo alguien al General Iglesias, que no podía contarse con la Guardia Civil? Si así fue, quien tal dijo no estaba bien informado.

Nosotros sabemos (2), después de haber visitado casi todos los puestos de la demarcación de Pontevedra, que los individuos todos de aquellos, estaban en cuerpo y alma con el Capitán Bernal; ¡y el Capitán Bernal estaba en cuerpo y alma con el Movimiento, antes ya del Movimiento!

De todos modos, aun cuando esta falsa información no hubiera llegado al General, bastarían la actitud de las clases y la traición de Rico, para impresionar grandemente y hacer reflexionar al hombre más tranquilo y despreocupado, sobre todo, si este tiene que hacerse responsable de una determinación, que puede ser gravísima en sus consecuencias.

Dejemos al General Iglesias tiempo a meditar sobre la nueva situación, mientras volvemos nosotros a la calle, a ver lo que en ella pasa durante las primeras horas de la tarde.

(1) De todas partes llamaban a la Comandancia -desempeñada por el Capitán Bernal hasta este día en que se hizo cargo de ella el Teniente Coronel que estaba en Vigo- pidiendo instrucciones ante las órdenes que recibían del Gobernador, incluso escritas, para que entregasen las armas que tenían en depósito. Las instrucciones eran siempre las mismas: -"No entreguen arma alguna, así arda el pueblo entero".

(2) No debía ignorarlo tampoco el Sr. Macarrón.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

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