lunes, 5 de julio de 2010

Vigo: se declara el Estado de Guerra

La huelga no se declaró a la hora señalada. Descubierta la trama perdía ésta en eficacia, y el día 20, a la hora de entrar al trabajo, la vida en Vigo ofrecía un aspecto casi normal.

Poco había de durar sin embargo la normalidad: Minutos después de las ocho de la mañana, quedaba implantada la huelga general.

El Comandante militar -libre ya de la preocupación que le causara la presencia del "Jaime" que, sin avisar su visita, entrara el día anterior en el puerto cuyas aguas abandonó en las primeras horas de la madrugada del lunes (1)- comunica a las diez de la mañana con la División, para enterar a sus superiores de todo lo ocurrido en Vigo hasta aquel momento (2).

A las once y media le llaman de la División:

-¿Quién habla?

-El Jefe accidentar de la 8ª División Coronel Cánovas.

-A sus órdenes, mi Coronel.

-Declare Vd. inmediatamente el Estado de Guerra. Y, sin más explicaciones, cortaron la comunicación.

¿Sería verdad? D. Felipe Sánchez, en fuerza de tanto desearlo, no podía creerlo. La orden relámpago parecía sospechosa... D. Felipe, con temor de que sus sospechas se confirmasen, llama pasados unos minutos a la División para confrontar la orden recibida y, comprobada su autenticidad, juntó las manos, y dirigiendo al cielo una mirada en que se reflejaba toda su fe en Dios y todo su amor a España, exclamó: ¡ya era hora Dios mío! ¡Viva España! (3).

Seguidamente habla por teléfono (4) al cuartelillo de los Guardias de Asalto, y ordena que uno de los dos oficiales que mandaban aquellas fuerzas, se presentara en el cuartel de la cárcel, "para donde salía también él", acompañado de un cabo y cuatro soldados.

Al pasar por las inmediaciones del cuartelillo con el que acababa de comunicar, destacó a uno de los soldados de la escolta para que, acercándose allí, dijese a los Guardias que avisaran al otro Teniente que, de orden del Comandante, se personase también él en el Cuartel a donde su compañero había sido citado. ¡Eran los únicos entre todas las fuerzas de Vigo, de quienes se sospechaba (con sobrado fundamento) harían abierta oposición a toda empresa dirigida contra el Frente Popular!

Ya en el Cuartel de la Cárcel (5) el Comandante, llama al Capitán Carreró y le ordena prepare su compañía y salga inmediatamente a proclamar el bando declaratorio del Estado de Guerra (6).

La masa obrera seguía mostrándose impaciente y provocadora por las calles de la ciudad, y en las inmediaciones del Cuartel veíanse numerosos grupos observando una actitud sospechosa por demás. No pasó esto desapercibido al Comandante, quien dispuso salieran tres soldados a situarse sobre la terraza de una casa que existe frente al Cuartel, para que protegiesen la salida de la compañía-Carreró, mientras otros tres lo hacían desde la terraza de la casa llamada de "Esmeralda".

Dejemos al Comandante dedicado a la tarea de desarmar y detener a los dos oficiales de Asalto que ya llegaran al Cuartel (7), y a la de atraer después a la gente de este cuerpo que parecía indecisa (8), y acompañemos al bravo y malogrado Capitán Carreró, en la difícil y peligrosísima misión que le han encomendado.

Del cuartel del Regimiento de Mérida (edificio-cárcel) salió el Capitán Carreró seguido de un insignificante pelotón de soldados. Apenas en la calle, se vio rodeado de un crecido número de curiosos (llamémosles así) que superaba en mucho al número de hombres que llevaba.

Fijado el primer bando en la fachada de la casa que ocupaba la Comandancia de la Guardia Civil en Urzáiz, bajó la Compañía por esta calle hasta la encrucijada que forma Colón con la de Uruguay, en donde tuvo lugar la segunda lectura.

El populacho aumentaba cada vez más y continuaba siguiendo y estrechando a los soldados que soportaban estoicamente los destemplados gritos de ¡U. H. P.!.... ¡U. H. P.!.... con que la masa desorientada al parecer respecto a la actitud del Ejército, acompañaba el marcial desfile de la tropa.

Continúa ésta, calle de Colón abajo; dobla por la de Policarpo Sanz, y, al llegar a la Puerta del Sol (seguida siempre por la muchedumbre que había engrosado extraordinariamente) procede a proclamar por tercera vez el bando de guerra. Lo lee el Teniente ayudante, cuando, destacándose de la multitud un tal Lence, agente de Comercio, se abalanzó sobre aquél, e intenta quitarle el sable al mismo tiempo que le arrebata el bando. ¡El osado pagó allí mismo con la vida su locura, mientras los soldados -formando cuadro a la voz de su Capitán para defenderse de la avalancha de gente que les venía encima- hacen uso de sus fusiles, siendo contestados sus disparos por una infinidad de tiros de pistola y escopeta que partían de todas partes! (9)

La refriega fue rápida... pero cruenta (10). Así lo entendió también el Capitán de la Compañía que, de regreso al Cuartel cumplida su misión, entera al Comandante con estas palabras: -"Me he visto en la precisión de hacer fuego por haber sido insultada y agredida la fuerza por el público, y hemos hecho mucha sangre".

(1) No sin motivo preocupó a D. Felipe Sánchez la entrada del "Jaime". Tenía noticias de que de un momento a otro iba a recibir órdenes de declarar el Estado de Guerra y... la actitud de la Marina, era muy sospechosa y muy temibles los cañones del "Jaime".

(2) Recibió esta referencia el Comandante de E. M. Sr. Alonso, que poco después era detenido con Salcedo Molinero.

(3) No hablamos de memoria. Hemos tenido el honor de ser recibidos por este bravo militar de cuerpo pequeño y alma grande, y hemos visto como, al llegar a este punto de su relato, se transformaba su semblante, y todo su ser experimentaba un estremecimiento de significado indescriptible, cual si en efecto estuviese aún viviendo aquellos momentos emocionantes y decisivos.

(4) Aquí, como en otras ciudades, tampoco se acordaron los marxistas de cortar el teléfono. Se contentaron con incautarse de la Emisora de Radio, desde la que, y bajo la jefatura del Cónsul de Méjico Sr. Miguélez, lanzaban proclamas incitando al pueblo a que se armase, y anunciaban el triunfo del Gobierno de Madrid en todas partes.

(5) En donde quedó establecida la Comandancia trasladándola del local que ocupaba en la calle de Colón, muy reducido para aquellas circunstancias.

(6) El bando estaba ya previsoriamente redactado e impreso en la multicopista del Batallón, pues no se creyó prudente tirarlo en imprenta alguna.

(7) Estos, interrogados, contestaron que ellos no obedecerían más órdenes que las emanadas del Gobierno de Madrid.

(8) Luego que salió del cuartel la Compañía encargada de proclamar el Bando, salió también el Comandante acompañado de dos soldados dirigiéndose al cuartelillo de los Guardias de Asalto, a los que encontró armados y formados, con centinelas en las bocacalles próximas. Habló a los Guardias sobre los motivos que impulsaban a declarar el Estado de Guerra y les exhortó a que, como siempre, obedecieran a la Autoridad Militar y cumplieran con su deber. -¿Estáis dispuestos a secundarme? Un fervoroso y unánime ¡Viva España! contestó la pregunta del Comandante.

(9) Había en la calle, entre los verdaderos revolucionarios, una porción de curiosos que fueron los primeros en escapar, metiéndose algunos de cabeza a través de los cristales de los escaparates.

(10) Entraron en la Casa de Socorro unos 40 heridos, de los que 12 o 14 salieron cadáveres. Además, al Sanatorio del Sr. Troncoso fueron conducidos también algunos para ser allí asistidos de primera intención.

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Texto procedente de la obra del canónigo de la Catedral de Santiago de Compostela, Revdo. P. D. Manuel Silva Ferreiro, Galicia y el Movimiento Nacional: paginas históricas, 1938.

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